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El Tú Feminista

El Tú Feminista
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Se tienen que estar preparando, si no las hay ya, tesis doctorales con títulos como “Estructuras retóricas del lamento feminista en las expresiones públicas de duelo en el contexto de un crimen sexual en la España contemporánea”. Lo digo porque con el movimiento político se ha extendido una forma de expresión característica.
Cuando se conoce un crimen cometido sobre una mujer susceptible de ser usado políticamente por el feminismo, se disparan unas formas de expresión características en internet que combinan el lamento con la reivindicación.
Lo que más me llama la atención es el uso de la segunda persona del singular. Cosas así: “Consigues un trabajo. Te vas allí. Te matan. Te violan”. Esa segunda persona se ha extendido, es el Tú Feminista.
También se usa mucho la primera de plural, por supuesto: “Nos matan”. Pero esa segunda del singular es especialmente interesante porque descompone el plural en una trinidad: la víctima real, la persona que escribe y la que lee. Es una forma que busca la identificación de la lectora en la recreación personal de la tragedia, la socialización de la condición de víctima. Ese tú es el paso previo al nosotras, y va directo a la pena femenina, que manipula, y al miedo (que potencia).
Hay algo muy desproporcionado en el relato: “Te sacas una oposición. Te vas a trabajar. Te matan”. Entre “te sacas una oposición” y “te violan” hay un salto probabilístico demencial, como si esto fuera Ciudad Juárez.
Pero estos tuits y frases son buenos para instalar la tragedia o el horror en la actividad normal de millones de mujeres con una forma que parece un poetuit.
Recuerda aquella expresión comunicativa/artística. Son terror+poetuit o quizás terror+microrrelato.

Esto tiene un efecto multiplicativo: “te violan, te matan”, y cada vez que violan o matan te están violando a ti, te están matando un poco a ti. Sabemos que las víctimas reproducen el trauma en cada noticia. “Todas somos víctimas”. Es como la replica del trauma que siente la víctima ante cada nuevo acto terrorista. Exactamente eso se busca.

La forma enlaza el feminismo actual con la cursilería estructural, con el abuso sentimental. El objetivo es colosal: crear un sujeto político-sexual de más de 20 millones de personas en España y un efecto de conmoción evidente que desactiva y hace imposible cualquier diálogo: ¿quién puede disentir o contrariar a nadie sobre la base de una experiencia trágica así? Si se es hermana en el dolor se está de luto… ¿cómo contradecir educadamente, pues, a alguien de luto? Ese luto que no es negro, sino morado (¡el pañueluco de nuestras abuelas de otro color!), solo puede ser correspondido, solidarizado. Todo lo que no sea solidaridad es improcedente.
El efecto evidente es generalizar el miedo, extender el “miedo de género”. Devolvernos al Gran Hombre del Saco. . Me recuerda al día en que vi “Zodiac” de David Fincher. Salí del cine y llegué a mi casa completamente aterrado. Veía potenciales criminales por las aceras. Cerré la puerta y cuando estaba dentro temí girarme por si en el pasillo estaba el asesino en serie. Sentí el miedo. El miedo al perturbado, al mal oscuro e insondable. Pero ese Hombre del Saco no era como cuando temíamos a Antonio Anglés. Se crea un Coco social, estructural, un Coco sociológico que luego se descompone en situaciones micro (¡del micromachismo al microrrelato!). Ese Coco que es más antiguo que el hilo negro, y que se parece tanto al Hombre del Saco, se proyecta luego en una condición sexual, se socializa. ¿Quién puede hacer algo contra esa forma oscura que está en el alma masculina? ¡Nosotros los feministas! Entre el Mal absoluto, un problema bíblico, y la Seguridad Absoluta (aunque de género) hay una solución que exigirá ingentes cantidades presupuestarias, por supuesto: el feminismo. El mal y el sexo son dos cosas biológicas sobre las que habrá que intervenir porque el monstruo, nos vienen a decir, es responsabilidad de todos.

El miedo de las abuelas al Hombre del Saco era la expresión de un poder sobre la mujer. Y lo mismo pretende este nuevo miedo al Hombre del Saco Heteropatriarcal. Poder. Poder y su traducción en dinero. Es la forma más directa de trepar en España que hay ahora mismo, interviniendo sin pudor en el trauma y la pena de la mujer. Manipulando su conmoción.

Estas formas fincherianas de apelación con la segunda persona (“te acosan, te matan”, como si te lo susurrasen al oído) tienen una secuela de imitación en la figura del hombre concienciado, también conocido como aliado. El hombre que entiende el feminismo, que lo apoya y que reproduce el esquema dirigiéndose patéticamente a los demás hombres.
Sería algo así: “Sales a correr. Tú no tienes miedo. Puedes trotar libremente por los montes. Pero ellas no, joder, ellas no”.
El hombre concienciado lo es por un acto epifánico de entendimiento, por un acto de empatía reveladora que le ha abierto las puertas de la percepción feminista, como si se le rasgase un frenillo definitivo que le hubiera hecho sensible al sufrir del otro género.
El modo de expresárselo a sus iguales varones es similar, usa un parecido efecto, pero más como una colleja emotiva: “¿pero no lo ves, que tú puedes correr sin temor a ser violado y ellas no?”.
El Tú Feminista es una figura política arrolladora.

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