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Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

Sin violencia en la infancia, difícilmente habrá Yihad (o similar)

Gema Lendoiro el

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En una semana tres hechos violentos han sacudido el mundo occidental (en el otro la violencia ya no genera atención): El terrorista de Orlando que mató a 50 personas en un pub, otro trastornado en Francia que mató a una pareja delante de su hijo de 3 años en nombre de la yihad y el que ayer mismo asesinó a una diputada inglesa laborista en plena campaña sobre Brexit sí o no. Sobre el primero y segundo, todas las explicaciones centradas en que era un yihadista. Y con eso nos quedamos sin ir más allá, nos conformamos como si restara importancia a lo que de verdad importa: ¿dónde hunde sus raíces esa violencia? Con el segundo, como no anda Alá por medio, nos conformamos con que estaba chalado.

Yo no me conformo. Hay más. Mucho más. Y todas las violencias son muy parecidas. Al menos en su origen.

¿Qué hay detrás de esas personas que un buen día cogen un fusil y matan a personas que jamás han visto antes y que no les han hecho nada que lo justifique? ¿Qué hay detrás de personas que abrazan ideologías totalitarias? Esta pregunta suele tener en la mayoría de la población una idéntica respuesta: que están locos. No creo que sea tan sencilla la respuesta. Están locos, de acuerdo, pero ¿por qué? Como en todo, debemos ir al origen, es decir, la infancia.

¿Qué tipo de madres tuvieron los asesinos? ¿Fueron acogedoras y atendieron sus necesidades? ¿Qué pasó con sus padres? ¿Pegaban palizas a esos niños y sus madres miraban hacia otro lado? ¿Sentían esos niños un amor puro y desinteresado de sus figuras de referencia, de apego? Hay que ir, incluso, más allá. ¿Esos padres tuvieron, a su vez, historias de maltrato? ¿Qué pasó con los partos anteriores de una madre que permanece ausente en la crianza de un hijo? ¿Ha habido varios duelos perinatales sin atender y/o resolver? ¿Depresiones post parto no curadas? Todas estas cosas son las que más importan. Pero, curiosamente, jamás son tenidas en cuenta. O no al menos por el grueso de la población. La salud mental es primordial para atajar la violencia. Pero, sobre todo, en la infancia.

Ibone Olza, psiquiatra infantil, describió muy bien en este artículo Yo atendería al bebé Hitler, la maraña tan complicada de sucesos encadenados, unos detrás de otros, que hicieron que el adulto Hitler tuviera la infancia que tuvo.

Parece obvio que no todos los niños maltratados de adultos enganchan fusiles y disparan pero sí existe la relación entre infancia llena de maltrato y comportamientos agresivos en  edad adulta. Tenemos tan interiorizada la violencia que si no hay agresiones físicas de por medio, la mayoría de las veces pasa desapercibida. No estoy bajo ningún concepto justificando a los asesinos, sino ahondar en la compleja mente humana y sus raíces. Desde luego no todo puede ser explicado bajo una única perspectiva pero sin la de la infancia, el debate se queda muy cojo.

Alice Miller ahondó profundamente en estos temas pero ha pasado bastante desapercibida en la memoria de la historia del siempre interesante mundo de la psiquiatría del siglo XX.

Basándose en la psicohistoria, Miller analizó a Virginia Woolf, Kafka y otros: vidas en que encontró relaciones entre los traumas de su niñez y el devenir de sus vidas. Miller creyó que todos los casos de enfermedad mental, crimen y caer en sectas son ocasionados por traumas infantiles y un dolor interno no procesado con la ayuda de algún alma solidaria que ella llamó “testigo iniciado”. En su cosmovisión este modelo abarca todas las formas de abuso infantil, incluyendo aquellas comúnmente aceptadas como cachetes o nalgadas a los hijos, que ella llamó pedagogía negra (schwarze Pädagogik).(Fuente, wikipedia)

Me parece especialmente interesante el tema de caer en sectas. Sectas pueden ser movimientos neonazis (o el nazismo, tal y como explica Haneke en su filme La cinta blanca). Sectas es también caer en nacionalismos radicales o en la yihad.

Muchas personas pensarán que por este razonamiento todos seríamos violentos porque a casi todos nos han educado así: con cachetadas, castigos físicos…Y sí, desgraciadamente es así. La violencia es algo que a casi todos nos acompaña desde que nacemos en múltiples formas. La violencia se hereda. Si te crías en un entorno violento ésa será tu zona de confort y lo que apliques cuando seas adulto.

Por eso necesitamos un mundo lleno de infancias salvaguardadas, llenas de amor y ternura, de empatía y respeto hacia el niño. Solo así se ataja la violencia. Todo lo demás, son parches. Y aún así, no estaríamos del todo libres de ella. La revolución, pacífica, es tarea de cada padre y madre frente a cada hijo.

PD: ¿Se han preguntado los dirigentes europeos qué va a suceder con todos esos niños violentamente tratados en los campos de refugiados a las puertas de Europa? ¿Se han preguntado mínimamente qué va a pasar con esas mentes cuando sean adultos? Yo me lo pregunto cada día que los veo. Pero es que yo solo tengo un blog. 

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