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Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

La violencia de género se combate también desde el útero

Gema Lendoiro el

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sólo tenemos una oportunidad para nacer y la ciencia basada en evidencia reconoce que la manera en la que lo hacemos influirá en el resto de nuestra vida

Resulta muy difícil leer esto y no sentir algo por dentro. Pueden pasar dos cosas. La primera, y la más común, es creer que esto lo ha escrito un chamán que publica cosas raras en facebook y, además, cobra por ello. Sin embargo, esa frase es de una doctora en biología llamada María Berrozpe y que lleva estudiando muchos años sobre el comportamiento de los bebés. No es la única.

Parir es una cosa tan natural como excepcional. Llevamos miles de años haciéndolo, lo que lo convierte en algo normal (natural) pero cada parto es único (excepcional), diferente y por eso ninguna mujer olvida sus partos, tanto si han sido buenos como si han sido malos. La cuestión biológica y psicológica determinan que sea un hecho lo suficientemente importante en nuestras vidas como para olvidarlo. De ahí que a la mayoría de las mujeres les guste hablar de sus partos. Especialmente si sufrieron con ellos. Porque hablar de lo que te duele, sana, cura. Y nada como un mal parto para desarrollar a continuación un montón de situaciones no deseables, entre ellas (no siempre) la violencia. Es duro leerlo. Pero es real. Y no porque yo lo diga, al fin y al cabo solo soy una periodista que lee mucho, eso sí, pero sin ningún título al respecto. Pero hay muchos profesionales que lo acreditan y la propia OMS lo respalda.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Cómo podemos decir que un parto no respetado y violento puede generar en un futuro violencia? No significa que todas las mujeres que padecen esto vayan a tener hijos violentos. Sería una ecuación irresponsable y no del todo cierta. Pero sí que es verdad que las cosas nunca suceden por generación espontánea y mucho menos la violencia. Es muy complejo pero básicamente podemos creernos que para que crezca, necesita ser alimentada y la violencia obstétrica es el primer abono sobre el que luego vendrán otros…o no. Pero siempre es más fácil que entre el mal si dejamos todas las puertas abiertas en lugar de cerrarlas. Los partos intervenidos, medicalizados, muchas veces terminan en cesáreas. ¿Cómo explicar, sino, que las españolas tengan un índice de cesáreas tan alta especialmente en la privada frente a los datos de UK, por ejemplo? ¿Acaso las británicas saben parir mejor que nosotras? No es probable. Lo que sí es cierto es que en Reino Unido hace tiempo que sus gobiernos tomaron medidas al respecto y se pare de manera natural que es como debe hacerse desde un estricto sentido médico (y de sentido común, añado yo). Y parir de manera natural no es a lo bruto y con el dolor bíblico ni en medio de la selva. No. Parir de manera natural significa sin la menor intervención química/instrumentos posible: oxitocina sintética, enemas, episiotomías, fórceps y cesáreas. De la epidural no diré nada porque luego me llamarán loca. Que cada mujer se informe y luego decida. De la oxitocina sí digo porque su uso genera muchísimos problemas derivados. Y las cesáreas, cuando son necesarias, benditas sean. El problema es que hay demasiadas cesáreas. No es creíble que en determinados países se dispare el número. No hay razas mejores que otras para parir.

De partos intervenidos muchas veces salen malos partos. De malos partos, muchas veces salen cesáreas y de cesáreas, muchas veces, salen separaciones madre/bebé. Y el bebé cuando nace necesita a su madre, a la madre que la ha parido, que es lo único que conoce y reconoce. No necesita ser bañado profusamente (sí limpiado, claro), no necesita ser perfumado ni vestido con el pijamita que su tía le ha regalado, ni necesita ir de mano en mano en una habitación llena de gente. Necesita estar en el pechito de su madre, con poca luz, con el menor ruido posible, ambos desnudos si es posible, para facilitar que la naturaleza siga su curso, que las conexiones neuronales se establezcan correctamente y para que se establezca con corrección lo que se llama el vínculo de apego. Si lo piensas detenidamente tiene todo el sentido, ¿verdad?

La teoría del apego

Fue formulada por John Bowly, un psiquiatra y psicoanalista inglés que, tras la segunda guerra mundial y en base a sus experiencias en orfanatos, concluyó que el recién nacido, necesita para su correcto desarrollo una figura de apego principal, generalmente la madre que lo ha gestado y parido ya que es la más adecuada desde la biología (es la que el bebé reconoce y conoce y es la que tiene la leche) pero puede ser otra en el caso, por ejemplo, de fallecimiento o ausencia de la madre por la razón que sea. Esta teoría fue interdisciplinaria y abarcó las teorías psicológicas, evolutivas y etológicas.

Básicamente lo que se empezó a visualizar es que para que un individuo crezca feliz y sin violencia debe primero confiar a las personas que lo cuidan y que son las principales figuras de apego. Y para que esto suceda debe pasar desde el minuto cero del nacimiento. Hoy en día seguimos sin saber demasiado acerca de cómo funciona nuestro cerebro pero sí hay literatura científica suficiente para determinar que las primeras horas son vitales para el recién nacido y lo que sucederá el resto de su vida. Suena muy duro decirlo así y como nada en esta vida es irreversible esto también puede arreglarse.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando yo tuve a mi primera hija,  fue llevada de urgencia a la UCI y no pude cogerla en brazos hasta cuatro días más tarde. Durante ese largo tiempo solo pude tocarla a través de un pequeño agujero que las urnas tienen para poder meter las manos. Al ser mi primera hija y al no haberme preocupado en absoluto de leer nada importante, nada más que cosas superficiales, sufrí una honda tristeza en la que no sólo no encontraba consuelo sino que no encontraba respuestas a qué me pasaba. Una vez superado aquello empecé a leer y encontré las claves: la parte límbica de mi cerebro, al no tener a mi bebé pegado a mi cuerpo, interpretaba que éste había muerto de ahí la profunda devastación que mi alma sufría…y la poca comprensión que tuve. Lloraba y me decían profesionales y mi propia familia: Ay, por favor, pero ¿y ahora por qué lloras si tu hija está viva y en buenas manos? Y no encontraba consuelo ante tanto dolor. Recuerdo el día que me fui a casa sin ella (me dieron el alta y no me dejaron quedarme, otra crueldad inexplicable) y me vi en aquella casa sin barriga, sin bebé y con una cuna vacío. El dolor más grande. Me corrijo, el dolor más grande debe de ser la muerte del hijo pero aquello se parecía bastante, al menos en la parte irracional de mi cerebro. Cuento esto para decir a continuación que el instinto me llevó a no separarme después de ella ni un solo minuto una vez le dieron el alta. Quiero creer que los meses posteriores a esto repararon bastante el daño de la separación ya que dormimos juntas, hicimos muchísimo piel con piel, tuvimos una lactancia exitosa a pesar de la separación inicial y fuimos una sola persona en el proceso de la exterogestación. También después supe que todo eso que había hecho por instinto, porque era lo que me pedía el cuerpo, era lo mejor para ambas. El éxito en la lactancia lo achaco a que me extraje leche con sacaleches desde el principio para poder darle mi leche a mi hija. En mi desesperación estaba convencida de que eso ayudaría en su recuperación. La primera vez que la cogí me quedé absorta cuando vi que mamaba sin ningún problema y la leche fluía (ya no era calostro) de la manera más natural. Quién ha pasado por esto me comprende perfectamente.

Evitando la separación evitamos depresiones post parto, evitando esto evitamos, también, violencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Enlazando con lo anterior: era lo mejor para ambas. Se sabe que el piel con piel mejora la probabilidad de no padecer una depresión postparto, algo poco estudiado y, sobre todo, poco evitado en España por la falta de matronas y especialmente de matronas pro lactancia y piel con piel. La depresión post parto puede ser leve, moderada y grave. Este mundo complejo tampoco está estudiado del todo pero se sabe que puede provocar rechazo de la madre al bebé y en los casos más extremos, violencia hacia él, incluida la muerte del propio hijo. No es una cuestión baladí, por tanto, no poner remedio hacia esto. Os enlazo aquí una entrevista con la psiquiatra Ibone Olza, una de las creadoras de El parto es Nuestro y una de las mayores activistas en todo esto. Gracias, Ibone por darnos voz a tantas mujeres que hemos sido heridas y poco comprendidas.

Evitando la separación madre y bebé evitamos, pues, mayores consecuencias y establecemos así las bases de una crianza feliz y segura, no exenta por qué no decirlo, de sombras y días grises pero sabiendo que criar desde el apego y la confianza es la mejor manera de luchar contra la violencia futura. Creo que todos estamos de acuerdo en que es mucho más fácil que alguien se convierta en violento si la aprende desde el comienzo. Aquello que se aprende en los dos primeros años de vida es muy difícil que se borre del cerebro reptiliano pasando a formar parte de la conducta aprehendida (esta vez con hache intercalada) en la vida del adulto.

Por todas estas cosas y muchas más…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-La violencia de género, como todas la violencias, se aprende por imitación. La mejor (y más eficaz) prevención parte del hogar.

-Unos padres violentos criarán hijos violentos.

-La prevención de la violencia empieza en el útero de la madre, el origen de todas las existencias. De todas. Al menos hasta que se creen úteros artificiales.

-La prevención de la violencia en el hogar pasa por no educar bajo el conductismo. Es la base de la indefensión aprendida. Una persona con indefensión aprendida tendrá muchas más probabilidades de ser maltratada. Aquí entra dejar a los niños llorar solos para que “aprendan” a dormir.

-La prevención de la violencia es cosa de todos y, a la vez, no es patrimonio de nadie. Dejen de pelearse a ver quién la tiene más grande, señores políticos. Esto tiene que ser un pacto de estado inamovible. Hablen con los expertos, hablen con quienes saben.

-La prevención de la violencia no se puede defender si, a la vez, defiendes el cachete a tiempo. El cachete también es violencia. Te pongas como te pongas. Y no, los niños no te hacen chantajes emocionales y no los vas a educar mejor por levantar la mano. De hecho, será peor.

-Las políticas de prevención deben ir encaminadas a prevenir, más que a poner parches. Crear más guarderías y desde los cero meses (como pretende Podemos en un alarde de progresía no se sabe para quién) no es prevenir la violencia, precisamente. Los bebés no necesitan guarderías que abran 12 horas. Los bebés necesitan, tienen el derecho de estar con su madre y, para ello la madre debe estar protegida en su ámbito laboral sin tener que escoger aterrada entre su hijo o su trabajo. Aquí añado que respeto profundamente la decisión libre de cada madre a incorporarse de nuevo al trabajo pero qué duda cabe que si hubiera políticas más favorables, muchas se acogerían a ese derecho.

El verdadero feminismo es aquel que no niega a la mujer su sexualidad. Y la sexualidad es también el embarazo, el parto y la lactancia. Habíamos quedado en que las tetas no deben únicamente un reclamo para el hombre, ¿cierto?  También son para dar alimento. El feminismo verdadero no va contra la mujer y promoviendo bajas maternales a pachas con el padre porque esto es ir contra la sexualidad de la madre, contra su propia biología y también es negarle al bebé el derecho de estar con ella. Y hago hincapié que hablo de bebés. Cuando el bebé crece las cosas cambian, afortunadamente. ¿Que la mujer decide otra cosa? Vale. Pero que tenga la información necesaria. En el fondo de esto está la constante penalización que hay sobre la mujer que es madre en el ámbito laboral. Algo indigno y propio de mentalidades pasadas, no de sociedad sanas y del presente.

Y, por último y esto ya es a título personal, no se puede estar en misa y repicando. Si uno quiere erradicar de verdad el machismo y la violencia, no se puede aceptar, al menos en nuestras fronteras y en el nombre de no sé qué culturalismo, prácticas vejatorias contra la mujer como el velo, niqab, burka y demás ultrajes hacia su condición. Como tampoco se puede aceptar en nombre de su cultura y el respeto a la misma, matrimonio concertados con niñas o adultas y otras prácticas vejatorias como la ablación del clítoris. Esto lo digo porque es una tremenda contradicción que veo a diario.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y la última contradicción que veo, las mujeres que jamás se han parado a reflexionar lo mínimo sobre esto y encima se permiten el lujo de reírse de ello. O como leí ayer en un lugar del que prefiero no acordarme: “las mujeres han parido a pelo toda la vida y eso no les evitó que les dieran de leches” Claro, y antes no se separaban y morían menos, de hecho el 95% de las asesinadas son mujeres separadas que han decidido cortar por lo sano y hacer su nueva vida y no por ello para prevenir la violencia se recomienda aguantar y callar. Y no, todas esas mujeres que defienden la crianza con apego, el porteo, la lactancia, los partos respetados, no gritar a los niños, no pegarles…no están locas, no son unas hippies que se comen placentas y hacen brujería. Esas mujeres están haciendo la gran revolución del S. XXI y la están haciendo desde el amor, desde el hogar, educando seres humanos íntegros, sanos, felices, seguros y SIN VIOLENCIA. No lo olvides.

Recomiendo la lectura del libro La sociedad que vaciaba úteros

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PD: Las fotos con leyenda sobre la violencia obstétrica son propiedad de Las Casildas, una organización argentina muy combativa (por suerte) contra la violencia obstétrica.

 

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