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Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

Una mirada adulta y responsable sobre los niños

Gema Lendoiro el

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como esto de educar es tan sumamente complejo, como esto de criar no responde a ninguna ecuación matemática, por eso y porque hablamos de lo que más queremos, los hijos, los debates sobre la crianza suele traer debates encendidos, encarnizados, llenos de peleas y descalificaciones que no llegan a ninguna parte. Y, curiosamente, casi siempre es entre mujeres. Pocas veces he visto yo debatir en la vida real y en las redes sociales a padres sobre crianza. No digo que no los haya, solo digo que son muchísimo menos.

Creo que la gran verdad (y no siempre) es que cada madre lo hace como puede. Y digo no siempre porque tengo lectores muy puntillosos que luego dicen que hay madres que maltratan a sus hijos y tienen razón. Esa gente está fuera de la ecuación, como es lógico. Hablo de la gente normal, la que no maltrata e incluso mata a sus hijos. Que yo soy la primera que detesto gritar a mis hijas y algún grito cae cada semana. Luego me arrepiento pero el grito, como el agua vertida, una vez fuera, poca solución tiene salvo la decir: lo siento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La lactancia crea unas guerras absurdas y todavía sigo sin entender el motivo. De un lado no entiendo que las que optan por el biberón se engañen diciendo que se crían igual de bien cuando eso es, a todas luces,  una inexactitud. No es lo mismo comer fruta y verdura cada día que pizzas a tutiplen. La frase “somos lo que comemos” incluye también a los bebés. Que hay miles de circunstancias que llevan a no poder dar el pecho o no querer es una gran verdad. Y si una madre no quiere dar el pecho no lo da y punto, que cada una tiene que hacer con sus tetas lo que le venga en gana. Y que, como dice siempre mi gran admirada Carmela Kika Baeza, más vale una madre feliz dando biberón que una madre amargada dando el pecho. Y tiene más razón que un santo. Porque la felicidad también alimenta. Y nadie discute eso. Lo que se suele discutir en las redes es la lactancia frente a la leche artificial desde el punto de vista de su composición.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Me estoy explayando pero porque todo tiene que ver, todo está enlazado. Muchas veces la cuestión biberón-teta tiene mucho más que ver con lo social y las necesidades del adulto que con un debate nutricional. Lo que de verdad está en el fondo de estas cuestiones (al menos yo lo creo así) tiene que ver con la cuestión social y cultural. Y la verdad es que también la entiendo. Somos seres sociales y hacemos lo que vemos. Y si las que estamos ahora en plena crianza no vimos dar el pecho siendo niñas es extremadamente difícil que lo llevemos a la práctica. Yo jugaba poco con muñecas pero las que tuve llevaban biberones. Yo jamás vi dar el pecho a ninguna de mis tías. Ni a nadie en mi entorno. Y sí di el biberón a las primitas que iban naciendo.

En el fondo de estas cuestiones está la idea de que el bebé es un freno para la mujer trabajadora, que molesta. El bebé es un engorroso trámite para lograr la tan ansiada familia, es el examen teórico del posterior placer de conducir un Ferrari. En el auge del biberón hay una explicación social, cultural. Es una evidencia que tiene que ver con la incorporación de la mujer al trabajo y un feminismo que, si bien quería hacer las cosas lo mejor posible, en algunas obvio la parte biológica. Y siento ser cansina con el tema pero es que no somos por ordenadores, somos humanas, somos mamíferas. Y esto un hecho que, por mucho que se obvie, seguirá latente. Pero también es una evidencia que la “culpa” que buena parte de la sociedad ha echado a que la mujer no alcance las cotas de poder esperadas, la “tienen esos bebés que nacen en el peor de los momentos”. ¿Qué mejor solución que enchufarles un biberón y decir que así se crían también muy bien para sacudirnos nuestra culpa? Seamos honestas y admitamos que muchas veces el biberón es la única salida a esta sociedad tan sumamente violenta que nos quiere fértiles y trabajando a la vez con una sonrisa. Una sociedad que termina por convencer a sus propias mujeres de que  ser madre estanca el cerebro, que dar el pecho más de 3 meses es incompatible con trabajo o que el feminismo no luchó para que ahora nos quedemos en casa. Están tristemente erradas. El feminismo luchó por la libertad, por la libertad de elección. Y es una elección muy digna quedarse en casa. Como lo es no tener hijos, tener uno solo o tener los que Dios te mande. Lo dignidad radica en la libre elección, no en lo que dicte la Isabel Gemio de turno o el sumsum corda. Elegir es la clave. Y no todas las mujeres en el planeta saben qué significa eso. Si fuésemos todos más reflexivos y menos manipulables quizás nos daríamos cuenta de que la culpa no es del bebé (que nace sin ser llamado), la responsabilidad es de quién permite que esto pase como una VERDAD, de generación en generación. Que los niños son molestos y por eso hay que adiestrarlos, que no hablen y molesten lo menos posible.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Obviamente uno también puede elegir creer que los niños son manipuladores y toda esa sarta de delicadezas que se leen a diario. A mí no me gustan los gatos, por ejemplo. Y encuentro un alivio poder decirlo alto y claro. Y por eso no los tengo. Y tengo amigas que detestan a los niños y bien me cuido de no llevar a las mías cuando nos sentamos a tomar una caña. Pero es que mis amigas, las que detestan a los niños, son lo suficientemente coherentes como para no tener hijos. Lo que no entiendo es la gente que tiene hijos y no hace más que dar consejos sobre cómo adiestrarlos, como el general que da consejos sobre el enemigo a batir en el campo de batalla. 

La frase “los niños muy listos y enseguida te manipulan” nunca falla en estos debates. Es un clásico que,  a fuerza de ser repetido, se ha convertido en una VERDAD. Así, con mayúsculas. Si tú dices eso en una reunión la mayoría de las personas asentirán con la cabeza. Y lo que no imagina esa mayoría es que puede que sean ellos los manipulados. Pero no por los niños, precisamente, más bien por la propia sociedad que lo ha admitido como una verdad tan cierta como que después de la noche llega el día. Pues resulta que manipulación es lo que hacen los políticos (todos) para conseguir nuestros votos. Manipulación es lo que hacen los medios de comunicación (menos éste, claro) para conseguir llevar al lector a votar su tendencia política. Pero los niños no manipulan. Al menos no los niños en su primera infancia. Es que el término niño es amplísimo; niño es alguien de 3 años pero también de 11. La mirada que tienen cuando son pequeños es única e idéntica en cualquier parte del mundo, clase social, cultura, religión. Es pureza en sí misma, es el “hombre bueno por naturaleza” que decía Rosseau. Cuando dices esto no falta quién te dice: ” es que los niños son crueles, se ríen de los otros, del gordito de la clase, del que tiene gafas”…bueno, supongo que en esto algo tendrá que ver (digo yo) lo que escuchen en su casa. Si un niño se ríe de otro ¿no sería lo justo mirar hacia esos padres? ¿Qué les están contando? O, mejor planteada la pregunta: ¿qué están viendo esos niños? Venga, no me digan que no han visto nunca ese padre o madre despotricar en medio de un atasco contra alguien por sus rasgos físicos. “Eh, tú, puto moro, o puta vieja, o puta gorda, o el clásico de los clásicos; mujer tenías que ser”  ¿Qué creen ustedes que pueden aprender esos hijos? Pues esa manera de tratar a los demás de forma que lo interiorizarán de tal manera que se sentirán juzgados si les ofreces otro tipo de forma de ser. Nada hay que desestabilice más que nos digan que nuestra forma de pensar y de ser, aquello en lo que nos sentimos cómodos, en nuestra zona de confort, es errónea. Anda que no duele. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿A dónde me dirijo con todas estas disertaciones? A que los niños, moldeables, plásticos, no son una amenaza. Amenaza es un entorno que los ningunea y desprecia. Ayer leía en el muro de un amigo gente despotricando contra ellos: “Son unos maleducados, unos consentidos, maltratan a sus padres, cuando yo era pequeña nos cuadrábamos, mi padre me miraba y yo ya me cuadrabaSí, es cierto que hay niños mal-educados (lo pongo con guion para que no olvidemos el verdadero sentido de la palabra) Pero están mal-educados porque sus padres sustituyen tiempo y paciencia con compras de cosas que a los cinco minutos dejarán de usar (¡ah el sentimiento de culpa se lava con la masterd card, ¿a qué sí?) En eso tiene razón pero, bajo mi punto de vista eso no se combate con el acojone masivo, el de te miro y te haces pis. Más bien se combate con mucho respeto. Y respeto no es dejar que hagan lo que les dé la gana (si abren la ventana y se asoman, se caen y se matan) Respeto es no gritarle (o al menos tratar de no hacerlo) no pegarles (esto nunca) no conseguir sus favores con sobornos (si haces esto te doy esto) no decir delante de los demás lo que hacen mal (fíjate qué malo es que me ha dicho la profesora…le cuentas a la que te está poniendo la carne picada) no ponerles etiquetas (mira qué eres torpe, pesado, coñazo) Y, sobre todo, estar. Es difícil con nuestros horarios pero una charla cuando cenamos, cuando los bañamos. Algo tranquilo tipo, ¿oye y qué tal los niños de tu clase? ¿cómo son?, ¿te caen bien? en lugar del lacónico ¿qué tal en el cole? Contarles historias de nuestro día a día y escuchar. Escuchar muchísimo para entender su ser, su vida. Luego esto no es tan fácil como escribirlo. Reconozco que soy la primera que muchos días voy con prisa y la conversa se limita a media hora. Pero algo siempre hay que rascar.

Pero lo más importante es repetirnos cada día y repetir a quién nos quiera escuchar, pero sin enfados, que los niños maleducados, terribles, esos que ellos detestan porque corren y no paran quietos forman parte de nuestra pirámide de población y son el futuro. Parece que está muy lejano pero si te pones a pensar hace nada que merendabas viendo a Miliky. La vida pasa volando y nuestros hijos serán los que mañana lleven las riendas de este país. Así que es tarea de todos luchar porque sean bien educados y bien criados. Y esa buena educación, al margen de saber chino, inglés y francés y saber colocar en el lado correcto el platito del pan, pasa por ser seres humanos comprometidos y empáticos y, para eso señores, hay que trabajar sus conciencias y no precisamente a golpe de silbato.

La próxima vez que te tiente decir que un niño es un maleducado, flexiona la rodillas, agáchate y habla con él. Puede que hasta te lleves una sorpresa porque algunos son muy sabios. Cuando me encuentro con alguien que dice esas cosas feas de los que son nuestro futuro, inevitablemente pienso que en ese adulto todavía persiste el niño ninguneado y no respetado que algún día fue. Y deseo que abra su mente para romper esa cadena. 

Me despido contándoles una frase de Mofletes Prietos (en unos días cumplirá 3 años) El otro día va hacia su padre mientras éste se dirigía a la ducha y, como quién no quiera la cosa, de repente le dice. “Papá” ¿Dime?, le contesta el padre. “Que quiero que siempre seas mi papá” Así, en una frase tan limpia y sencilla se aúna toda una declaración de amor, limpia, pura, sin fisuras ni condiciones. Superen ustedes, adultos educados, eso en sus relaciones personales y en su día a día.

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Las fotos que acompañan a este texto han sido compradas en el Banco de Imágenes Bigstockphoto

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