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Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

Los buenos maestros…aquellos que sacan lo mejor de cada alumno

Gema Lendoiro el

Leo en un foro de madres a una quejarse porque la profesora de su hijo lo ha reprendido públicamente delante de todos los niños leyendo sus notas en alto. Lo cierto es que las notas rozan la maravilla, teniendo casi todo sobresaliente salvo una sola asignatura que no ha aprobado, el idioma francés, en el que ha sacado un 2. Dicha profesora reprende públicamente al alumno por las notas consiguiendo que éste llegue a casa con una sensación de humillación y desazón.

Las notas del alumno (segundo de la ESO) son las siguientes:

-Cinco nueves

-Un diez

-Dos ochos

-Un siete

-Un seis

-Un dos

Las valoraciones sobre el ser y saber ser obtienen la calificación de todo excelente o muy bien, excepto un “escaso” en la materia en la que ha sacado el 2.

Es evidente que el alumno saca muy buenas notas y que tiene un problema con el francés y que no es ni siquiera la segunda lengua que estudia sino la tercera. Por cierto en lengua castellana tiene un 9 y en la inglesa un 7 por lo que el alumno no parece tener problemas con las lenguas en general (que podría ser y ser muy válido en las ciencias, por ejemplo) Así que el alumno va por muy buen camino escolar pero tiene ahí una temita que se le atraganta y que habrá que poner remedio.

La profesora, un “dechado” de virtudes pedagógicas, en lugar de llamarlo a un aparte y comentar las notas con él para preguntarle qué cree que ha pasado con el francés y tratar de buscar soluciones, tira por la calle del medio y reprende al alumno en clase, en alto y con unas palabras que ella cree que reforzarán al niño pero que, por desgracia, consiguen todo lo contrario.

Me da mucha tristeza comprobar, a través de otras madres y padres con los que me relaciono en el día a día, cómo todavía subsiste la idea del profesor que ejerce una autoridad “ejemplar” y es lo que debe hacer porque de lo contrario “las sillas se subirían a las mesas” Me encuentro muy a menudo explicaciones tipo: ” A todos nos han reñido en público y castigado (o pegado) y aquí nadie tiene un trauma” Bueno, lo de que nadie tiene un trauma me llama poderosamente la atención porque descubrir un trauma no es una tarea fácil, puede llevar años y un trauma se puede manifestar, por ejemplo, en no ser capaz de desconectar de tus obligaciones profesionales para disfrutar de tus hijos porque en tu infancia tuviste unos padres tan exigentes que ni se te pasa por la cabeza descansar los brazos una sola vez en tu vida. Y eso te hace, por ejemplo, ser más huraño, irascible e infeliz. Y seguro que si te preguntan dirás con rotundidad que no, que no tienes un trauma. Es difícil mirar hacia las zonas oscuras que cada uno tiene. Es difícil y solo los muy valientes se atreven porque descubrirlas trae mucho dolor muchas veces.

Y enfrento todo esto con la noticia (de lo más agradable) de que un profesor español, de Zaragoza, César Bona es maestro en el colegio público Puerta Sancho,  42 años, licenciado en Filología Inglesa y  único español seleccionado para el Global Teacher Prize, considerado el nobel de la enseñanza y dotado con un millón de dólares.

¿Y cuál es el secreto para haberse convertido en candidato a merecedor de este premio? Bueno pues ni más ni menos que romper con los esquemas del profesor tradicional en España. Supongo que mucha gente considera que los profesores, para educar como Dios manda, han de imponer su criterio. Supongo que en la raíz de la explicación de que estemos a la cola del Informe Pisa está que damos mucha más importancia a saber datos de memoria que a desarrollar ciertas capacidades. Esto es una realidad perfectamente contrastable en nuestras aulas.

No me quiero ir por las ramas pero piense en usted mismo y valore para sí mismo sus propias capacidades. Miren, yo lo voy a hacer públicamente.

 

 

 

Lo que no sé hacer: 

Sumar, restar, multiplicar y dividir mentalmente. Es más, si tengo que hacer una suma en un papel también reconozco que me cuesta trabajo. Por supuesto he olvidado por siempre y para siempre cómo se hace una raíz cuadrada.

La contabilidad de mi pequeña empresa. No sé hacerla. Me supera, cabrea y, además, nunca me cuadra la caja.

Los deportes. No me gustan. Ojalá me gustaran porque así tendría menos problemas con las dietas. Quién mucho deporte hace pocas dietas tiene que hacer.

La física o la química. Ni la entiendo ni me interesa lo más mínimo.

Interpretar un bussiness plan. Me cuesta horrores entenderlo y cuando estoy en una reunión hago verdaderos esfuerzos para que no se me note que no me entero ni del NODO.

Leer las partituras de solfeo. Terminé, no sin cierta dificultad, los 5 años de solfeo (por imposición materna), hice hasta tercero de piano y dos años de armonía. Pero a mí lo que me gustaba era el ballet. Pero, por los bemoles de mi santa madre, tuve que hacer música. En realidad lo que mi madre quería era que yo continuara la carrera de piano que ella, en su juventud, había tenido que abandonar. Me encanta la música pero nunca fui capaz de aprender más que la clave de sol y fa en cuarta. El resto, hacía trampas para superar los exámenes (no recuerdo qué trampas por cierto) Si tenía que transportar en público (quién haya estudiado solfeo me entenderá) entraba en pánico lo que me hizo no acudir a clase de solfeo durante un año. Cuando mi madre se enteró me castigó todo el curso sin salir. Tenía 13 años, por cierto. Tenía pánico y, por lo tanto, no iba a esas clases que eran extraescolares.

El dibujo técnico. Todavía sigo sin entender por qué me tuve que pasar mi verano de segundo de BUP en una academia para recuperar esa asignatura si yo no quería ser ni aparejadora ni arquitecto. En lugar de haber aprovechado el verano para avanzar en literatura y lengua que era en lo que había sacado sobresaliente

 

 

 

 

 

 

Lo que sí sé hacer:

No me rindo nunca. Si algo sale mal puede que esté 24/48 horas hundida. Pero a las 72 horas ya me he olvidado del drama y resurjo. Siempre.

Seguir una rueda de prensa sin apuntar nada y hacer un artículo sobre lo que se ha dicho sin olvidarme de nada

Hacer un análisis detallado de una oración. Ya saben, los arbolitos que hacíamos en COU los de la época de la EGB. La última vez que levanté el brazo mi profesora me dijo: No lo vuelva a levantar. Ya sabemos que los hace perfecto y así no avanzamos con el resto. (Yo creo que para sus adentros, además, añadió: Redicha, que eres una redicha) Esto, que puede parecer un chorrada saber hacerlo, implica allanar mucho, muchísimo, el camino para las tareas profesionales que desarrollo.

-Tengo muchísima memoria

-Sé planificar un plan de comunicación en cuanto una empresa me pide sus servicios.

-Sé coordinar un equipo de redactores en cualquiera de los proyectos que hacemos en mi trabajo.

-Pensar temas interesantes para ser publicados. Y acertar normalmente. (A veces fallo estrepitosamente)

-Ver un cuadro y saber exactamente de qué época es. A veces hasta acierto el autor (suponiendo que no sean conocidos)

-Durante la carrera (estudié Historia) me bastaba ir a clase, tomar apuntes y después leerlo todo una vez antes del examen para sacar notas incluso altas. Tampoco sobresalientes. Excepto Historia antigua, que se me atragantó por culpa de los Hititas y aprobé en la última convocatoria (Javier Navarro, profesor titular de Historia Antigua de la Universidad de Navarra, no me olvidaré de usted ¡en la vida!)

-Averiguar qué canción está sonando en cuanto suenan los primeros acordes

-Me basta un día en una ciudad para saber cómo moverme

-No suelo necesitar un GPS. Siempre sé por dónde se llega a los sitios por pura intuición

-No me suelo equivocar cuando digo que un libro tiene interés para ser publicado (fui editora 5 años y ahora soy agente literario)

-Enseguida me doy cuenta de cuando alguien es una mala persona y si está mintiéndome. A mis 40 años todavía no me he equivocado ni una sola vez cuando me he dicho: Esta persona no me gusta. La intuición, unida a la empatía, te puede hacer salvar un negocio. No es una materia que se estudie pero sí se puede trabajar.

Bueno, todo este rollo viene a cuento de cómo enfocar la educación. Obviamente es necesario aprender a sumar, restar, multiplicar…pero sigo sin entender el sentido de que torturasen con enseñarme trigonometría si ya estaba claro más o menos con 11 o 12 años que mi cerebro para las matemáticas, bueno, lo que se dice bueno, no es. Que era y sigo siendo una negada para la física y la química, para las secuencias lógicas y en las que hay que aplicar cálculo, es decir, que no soy buena para lo que antes se llamaban “las ciencias”, pero sí tenía buenas aptitudes para la lengua y la literatura, para la historia, el arte y la filosofía. ¿Por qué motivo hay que machacar al alumno obligándolo incluso a repetir curso y haciéndole creer que es un verdadero inútil? ¿No sería mucho más útil para la sociedad, a partir de determinadas edades, 10, 11 años, comenzar a valorar las aptitudes de cada cerebro y potenciar por ahí? ¿Sirve de algo machacar al alumno? Sí, creo que sí sirve para algo. Sirve para que nos carguemos las ganas de aprender que le quedan. Sirve para que desperdiciemos, a lo mejor, un talento en potencia.

Tiene que haber de todo

La sociedad necesita gente en todos los sectores. Si todos quisiéramos ser ingenieros industriales nadie operaría los problemas del corazón, no habría psicólogos con empatía capaces de solucionar nuestros traumas. Nadie enseñaría a nuestros hijos, no habría mecánicos que con un ojo te darían un diagnóstico del coche. Esa percepción que subyace de que es válido quien saca muy buenas notas en todo para mí no es útil. ¿Y si tenemos un hijo que no aprueba la historia pero es una máquina construyendo circuitos eléctricos? ¿Por qué no potenciar aquellas aptitudes una vez que ya se han estudiado y aprendido unas bases mínimas?

Ahora vendrá quién me diga que. ¡Qué vergüenza que un chaval no se sepa los ríos de Europa! O la historia de España. La verdad es que es bueno saberse la historia de España pero para determinadas cosas no es necesaria. ¡El saber no ocupa lugar! diría Pantuflo. Cierto, no lo ocupa. Pero el saber son muchas cosas. Y puede que tú sepas mucha historia pero yo sepa mucho de animales invertebrados.

Creo, sinceramente, que si estudiáramos aquello para lo que somos válidos y nos gusta, los resultados serían mucho mejores.

Habilidades emocionales

No existe en nuestro sistema educativo ninguna asignatura que te enseñe a ser empático con el otro, a ponerse en sus zapatos, a escuchar, a debatir, a no tener miedo a decir lo que piensas, a crear y defender tus creaciones, a ser crítico, a ser honesto, a equivocarte. No existe eso. Y eso es infinitamente más importante que saberse de carrerilla los ríos de Europa y las capitales o la dichosa lista de los Reyes Godos (que, por cierto, creo que ya no se estudia) Y miren, puestos a ser utilitaristas, hoy en día coge el smartphone y a golpe de click solucionas cómo se llama el río que pasa por debajo del puente de Triana pero nunca jamás podrás encontrar un documento en el que te expliquen cómo afrontar una derrota, cómo aprender a ser feliz con lo que tienes o cómo sacar rendimiento a tus capacidades. Esto se llama tener habilidades emocionales y esto no se aprende en nuestro sistema educativo. Y esto es, justamente, lo que más urge poner.

Y esto es lo que César Bona hace. Por eso es candidato a ser el mejor profesor del mundo. Miren, una última cosa para despedirme. Dice él en una entrevista, que una vez le tocó una clase con niños de etnia gitana con unos diez años y que muchos no sabían leer. Y, ¿qué hizo? Primero ganar su confianza. Una postura muy inteligente para lograr el objetivo: enseñar. Quiso que los alumnos le enseñaran a él a tocar el cajón. Y de ahí salió la idea de hacer teatro. Para ello debían comenzar a leer. Y qué mejor manera que aprender algo porque te gusta e interesa. Con ello consiguió algo fundamental en primaria: lograr que una persona tenga fluidez oral y escrita. Y a partir de ahí viene todo. Empiezas a tirar del hilo y las ganas por aprender van saliendo. ¿Ustedes no se han fijado nunca que todos los niños del mundo se quedan extasiados cuando alguien les cuenta un cuento? ¿No se han parado a pensar nunca por qué pasa esto?

Si leen los comentarios sobre esta noticia en algunos medios es para echarse a temblar con frases tipo: “A los niños se le han otorgado demasiados derechos y ahora pasa lo que pasa” Sólo cambien la palabra niños por mujeres, negros o gays y verán qué frase tan estúpida. Manía persistente de los niños son seres humanos de segunda categoría o el enemigo a abatir. Si hay gente dispuesta a aprender con los ojos bien abiertos, esos son los niños, especialmente hasta los 11 o 12 años. A partir de ahí, dependiendo del maestro que tengan, podremos sacar al genio que muchos llevan dentro o convertirlos en una víctima más de este sistema tan desigualitario.

¿Podemos seguir ese modelo educativo o es mejor seguir anclados en el modelo actual con tan nefastos resultados? No hace falta irse a Finlandia, basta tener sentido común como este profesor y cada vez más docentes para comenzar a cambiar las cosas. Me consta que hay ya una tendencia que hace ruido (del bueno) como los de la Pedagogía Blanca que imparten cursos online para maestros que quieren ser como César Bona. Y cada vez hay más. 

Y sobre todo que se nos meta una cosa en la cabeza: Tener los mejores resultados académicos o los peores no indica ni éxito ni fracaso profesional y/o vital. La vida es muchísimo más que las notas que nos ponen en el colegio. No lo olviden. Especialmente si en breve llegan los hijos a casa con las notas.

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