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Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

Y tú, ¿qué quieres que sean tus hijos, rebaño o antisistema?

Gema Lendoiro el

Lo que una amiga escribió ayer (en su muro personal) me dio que pensar. Resumiendo decía que quería que sus hijas fuesen antisistemas. Otras amigas secundaron la iniciativa. Desde el principio rechacé la palabra. Luego explicaron que en realidad lo que querían es seres que se rebelen contra lo establecido. Tampoco me gustó demasiado, ¿rebelarse contra todo? Obviamente cada uno debe elegir su camino y ninguno es mejor que otro, son, simplemente diferentes. Y en una cosa tenía razón mi amiga; mis hijas son todavía muy pequeñas.

El caso es que no quiero hablar de eso sino de lo que luego me quedé pensando. ¿Quiero que mis hijas sean rebaño o que sean personas que luchen por una vida mejor? Obviamente parece que la respuesta es clara. Parece que, de forma muy demagógica, todo el mundo diría: la segunda, la segunda. Pero es que creo que lo interesante no es que se comporten como rebaño en el sentido estricto de la palabra, lo importante es que piensen. Que sean críticas y luego, una vez analizado lo que ven, actúen. Y actuar no siempre es levantar el puño y quemar la papelera que eso es para mí la representación más gráfica del antisistema. Para mí que actúen también significan muchas más cosas.

Por ejemplo: Ser una persona responsable con tus estudios es ser una persona responsable con la sociedad. Parece que sigue estando de moda ser un rebelde que pasa de ir a clase. A mí lo revolucionario me parece justo lo contrario, ir a clase. Especialmente cuando hablamos de la universidad donde nadie va. Tener catedráticos a tu disposición todas las horas de la semana que durante años te dan clases magistrales no es para irse al bar a jugar a las cartas, ¿verdad? Pueden pensar con 17 años que emborracharse es infinitamente más divertido que escuchar una clase magistral pero lo revolucionario es lo primero. Si te invitaran a pasar tres días en Florencia, ¿irías de copas hasta las diez de la mañana para dormir todo el día o aprovecharías para ir a esas visitas guiadas? Si la respuesta es ir de copas, no necesitas irte tan lejos.

Un joven que se esfuerza en conseguir algo para sí mismo que aporte como valor en la sociedad es alguien bastante más valioso que alguien que sólo proteste. Estudiar es una forma muy sutil de protestar. Quien sabe no se deja gobernar y quién no se deja gobernar es un rebelde. De sobra lo saben los gobiernos que aspiran a tener sociedades incultas. Ahí es donde triunfan las demagogias. En lugar de preguntarte qué puede hacer la sociedad por ti mejor preguntarte qué puedes hacer tú por la sociedad. En lugar de preguntarte a cuántas ayudas tienes derecho, preguntarte en qué puedes ayudar tú. La herencia de tantos años de ayudas pesa. Todo el mundo se cree con derecho a ayudas y no todo el mundo tiene derecho a recibirlas. Derecho tienen las personas incapacitadas, los menores cuyos padres no están. Pero no las personas con capacidad de trabajo. La gente olvida que las ayudas salen de los impuestos que pagamos entre todos.

Traslade los ejemplos a la vida adulta. Piense en las personas de sus entorno. Analice: ¿Son las que más protestan a las que mejor les va en la vida? O, por el contrario, ¿son las que están dedicadas a fomentar su trabajo las que triunfan y la crisis les roza pero no las hunde? No tengo las claves para salir de la crisis, entre otras cosas porque se necesitan solucionar cosas que no están al alcance de los ciudadanos pero sí sé que la protesta, por sí misma, no resuelve las cosas. Necesita de la acción y esta no es quemar papeleras ni ir a manifestaciones a todas horas ( a veces sí hay que hacerlo) La acción pasa por seguir centrado en tu objetivo, sea cuál sea.

Por lo tanto me pregunto, reflexiono con vosotros, ¿qué es exactamente el valor de la lucha que quieres trasmitir a tus hijos? Yo no lo tengo 100% claro porque nada en la maternidad es absoluto pero sí creo que hay cosas, heredadas de mis padres y abuelos que utilizaré porque sus resultados fueron buenos: El estudio, el esfuerzo, el sacrificio (las sociedades hedonistas los rechazan y a mí me parece de las cosas que más placer personal aporta al alma), el trabajo constante. Cumplir con las obligaciones de cada uno: el niño, el colegio, el adolescente, adquirir los conocimientos que le harán libre.

Eso es para mí una persona libre. Digna. Rebelde. La que está desde el salón de su casa rascándose la barriga en chanclas todo el día quejándose de todo y sin hacer nada, ésa es rebaño. Puro y duro. ¿Qué aporta ese ser humano a la sociedad para cambiarla? Quién aporta es el pequeño empresario, me viene a la cabeza uno que conozco, Luis, que abre su tienda de ultramarinos a las seis de la mañana para colocar todo el género, que da empleo a tres personas y que sueña con abrir otra. Que todo lo hizo capitalizando su paro después de 15 años en una empresa que se fue a la quiebra.  Luis se podía haber quedado en casa despotricando contra el gobierno. Pero actuó. Le podía haber salido mal, es cierto, pero al menos lo intentó. Quedarse el sofá es ser rebaño. Por muchas manifestaciones a las que acudas.

Como decíamos ayer: término medio

Antes de despedirme quería dejaros un texto que una mamá del cole de Doña Tecla me pasó el otro día. Es sobre la enseñanza francesa (las dos la hemos escogido) Ojalá la española algún día se modifique y deja detrás esos parámetros tan anticuados.

Os dejo el texto:

La gran ventaja del sistema de enseñanza francés radica en que emana de los valores republicanos. Aplica el esfuerzo y el método para que sean personas ilustradas; se basa en el racionalismo cartesiano para que desarrollen una alta capacidad de análisis crítico en todos los campos. Todo ello desde una visión humanista y científica. Está encaminado a conseguir individuos cultos, heterodoxos, autónomos, versátiles, críticos, vitales, exentos de prejuicios y con una alta capacidad para vivir la vida que ellos elijan y hacerlo de forma ventajosa. En una palabra: libres.

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