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Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

En el día internacional de la mujer…

Gema Lendoiro el

Hoy, 8 de marzo de 2014, un año más desde que la ONU declarase en 1977 este día como destinado a nosotras, celebramos el día internacional de la mujer. Existen voces que dicen que esto es una discriminación porque para que fuese igualitario habría que destinar un día a los hombres. Bien, respeto su punto de vista pero no lo comparto. Y no lo hago por lo siguiente: Los derechos de los hombres, por el hecho de tener sexo masculino, no han sido mermados nunca. Han sido mermados como ser humano, junto a las mujeres, en etapas anteriores a la existencia de los derechos humanos. Pero no por discriminación de género sino porque eran pobres, pertenecían a clases desfavorecidas…

Sin embargo la mujer desde el comienzo de los tiempos ha sido la mula de carga, la que no tenía ni voz ni voto, la que aguantaba todo el peso del hogar y muchas veces las palizas de su marido, sin decir esta boca es mía. Mucho han cambiado las cosas desde que el hombre es hombre. Es más, el gran cambio fue el del siglo XX. Gracias a mujeres que no se arredraron en la batalla ahora podemos votar, conducir un coche, abrir una cuenta corriente, tener la custodia de nuestros hijos, irnos de la casa de nuestros padres para ir a vivir solas, en definitiva, somos libres. Poca broma. (en la foto Clara Campoamor)

Sin embargo esto es sobre el papel. Ojo, yo no creo que hombres y mujeres seamos iguales, somos muy diferentes. En biología, en hormonas, en emociones, en todo. Pero si lucho por la igualdad en derechos y obligaciones. Mi lucha es desde lo que escribo y en mi vida diaria, que es la que más cuesta porque es la más real.

La lucha por conseguir plena igualdad tiene que seguir. ¡Es tan profundamente injusto que seamos el 50% de la sociedad y que, por ejemplo tengamos que trabajar 84 días más que un hombre para ganar lo mismo que él (obviamente en el mismo puesto de trabajo, misma empresa, mismas condiciones, aclaro)! ¡Es tan injusto que la mujer tenga que sentirse en la tesitura de escoger trabajo o maternidad porque las medidas laborales no le permiten otra cosa! ¡Es tan injusto que en los consejos de administración, en los centros de poder, donde verdaderamente se toman las decisiones que nos afectan a TO-DOS y a TO-DAS, tengan una ridícula presencia del 3%!

¡Queda tanto por hacer! Nunca, hasta ser madre (y de dos niñas) he sido tan consciente de la tremenda trampa en la que estamos metidas las mujeres que tenemos hijos y tenemos que trabajar. Porque es que yo no soy rica por familia. Y tengo que trabajar porque es una necesidad vital. Y como estoy yo hay miles, millones de mujeres en todo el mundo. Las hay que tienen la suerte de vivir en un país donde sus gobernantes administran bien el dinero de sus ciudadanos y lo emplean, por ejemplo, para favorecer una baja como mínimo de 6 meses. ¡Qué mínimo que un bebé esté ese tiempo (ridículo en cualquier caso) en casa acogido por los brazos de su madre! Esos gobiernos son conscientes del valor imprescindible de las mujeres, por eso las protegen en una de sus grandes esencias: la maternidad. Cuánto mejor sería el mundo si todos los hombres y mujeres pudiésemos sentir los primeros meses de nuestra vida el sostén de un pecho materno, la dulzura y la entrega de un amor incondicional en lugar de una fría guardería cuando no sabes ni siquiera sentarte en el suelo (ya no hablo ni de andar). Claro que esos gobiernos, sus miembros, viajan en trasporte público. Aquí en España hasta el más mindundi tiene coche oficial y chófer. ¿Me pueden explicar por qué los concejales del Ayuntamiento de Madrid (por poner un ejemplo) tienen que tener coche oficial con chófer? ¿Están incapacitados para conducir, para ir en metro? Hay tantas cosas que se me escapan…

Políticas de conciliación. Dinero para emplearlo en el bien común, no en comilonas con los sindicatos. Dinero para favorecer el crecimiento de la natalidad. Dinero para que ser mujer y madre no sea motivo de discriminación. Políticas, pero reales, de apoyo a las madres, a las familias. A la mujer.

Queda mucho por hacer. Muchísimo. No pueden ignorarnos. Somos muchas, somos la mitad. Y estamos preparadas. A veces incluso más que ellos. Las estadísticas universitarias no mienten.

Y, por supuesto, seguir luchando contra la gran lacra visible e invisible de nuestra sociedad: el machismo. Una manera ancestral de pensar con muchos niveles pero dañinos todos ellos, en cualquier caso. Un machismo que resurge con fuerza entre los adolescentes. Niñas-mujeres convencidas de que la sumisión al hombre es un valor para que las quiera más.

Y no me quiero olvidar de las mujeres que ya no están con nosotras y que murieron en manos de quienes, supuestamente, las querían. Cuando pienso en ellas no puede evitar sentir un nudo en la garganta pensando que eso puede pasarnos a cualquiera. Caer en manos de un maltratador que acabe con nuestra vida.

Un recuerdo muy especial para mi abuela Carmen que siempre me repetía en murmullos: “Tú estudia, prepárate y no dependas nunca de nadie…mucho menos de un hombre…shhhhh” y se iba a la cocina, callada, resignada. Abueliña, ¡Cuánta razón tenías!

Y ya para terminar un mensaje claro para mis dos queridas hijas: Ojalá, ojalá, cuando seáis ya unas mujeres, este escrito os suene a algo del pasado como me sonaron a mí las cartas de mi abuela a mi abuelo en la posguerra. Ojalá, el día que vosotras seáis madres de mis nietos podáis leerles esto como una muestra de lo que pasó pero dejó de pasar.

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