ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

Nuestro aburrido (y fracasado) sistema educativo

Gema Lendoiro el

Publico en este diario días pasados una entrevista con dos docentes, Mireia Long y Azucena Caballero (creadoras de la Pedagogía Blanca), que abogan por cambios en el sistema educativo español. Y me doy cuenta de dos cosas:

1) A la gente le aterran los cambios.

2) A la gente que le aterran los cambios miran con desprecio y burla a quienes los proponen.

¿Por qué? No soy psicóloga por lo tanto no sé cuáles son los oscuros vericuetos que la mente y el alma poseen para funcionar. Tengo la impresión de que el hombre es conservador por naturaleza y sólo aquellos que logran despojarse de herencias recibidas, algunas de ella muy innsanas, son capaces de afrontar los cambios.

No soy maestra, no soy docente, no soy pedagoga. No soy nada relacionado con la educación salvo haber sido alumna y tener dos hijas, una de ellas en edad escolar. Las dos futuras estudiantes. Por lo tanto me preocupan los planes educativos. Desde mi perspectiva como madre, ciudadana y periodista.

El sistema educativo español no parece funcionar demasiado bien. Eso no significa, desde luego, que los alumnos no saquen adelante en ocasiones brillantes carreras. O que, sin sacárselas, se ganen muy bien la vida porque, seamos serios, lo que importa a fin de cuentas es después poder hacer un trabajo y vivir de ello. Y, desde luego, ser feliz. Esto, me temo, ya es una utopía reservado para unos cuantos privilegiados que pueden vivir de hacer lo que, profesionalmente hablando, les gusta.

¿Estamos enseñando algo válido en nuestras escuelas a los niños? La memorización es importante pero si no se comprende lo que se

memoriza no sirve para nada. Estudié la carrera de Historia y les puedo asegurar que jamás memoricé nada. Sí, como lo leen. ¿Cómo es posible que no memorizara? Fácil. Iba a clase siempre, me sentaba en las primeras filas, me tomaba en serio mis estudios. Escuchaba atentamente como el que va a una conferencia de algo que le apasiona. Tomaba apuntes que, intuyo, era la forma que mi cerebro tiene para retener los datos (memoria fotográfica, si escribo una fecha, no la olvido). Las clases eran participativas, de pocos alumnos. Se debatía, se preguntaba. Intuyo que eso es enseñanza. Es verdad que ahora me ponen ustedes un mapa de la Europa del XIII y no sé dibujar las fronteras pero sí me hago una composición de lugar de cómo era nuestra civilización entonces. Su pensamiento, su arte, su forma de vida. Supongo que eso es saber historia. Lo demás son cómputos de datos que hoy, además, están a golpe de click en cualquier móvil inteligente.

Lo mismo sucedió con el arte. No puedo decir ahora mismo todas las obras que pintó Cezanne pero a buen seguro veo cualquier cuadro desconocido y sé situarlo en una época concreta de la historia y dentro de la misma, en su corriente artística. Me da la impresión de que esas son las cosas que importan de haber estudiado esa carrera. O, por supuesto, el conocimiento de los diferentes pensamientos políticos, filosóficos o, un concepto que siempre me gustó: la perspectiva histórica. Es decir, hablar, por ejemplo, de Isabel la Católica y entenderla dentro del marco de esa Europa que decía adiós al medievo y entraba en la era moderna. Eso me permite, por ejemplo, entenderla como lo que fue, una adelantada a su época. Si la juzgara sin  esa perspectiva histórica seguramente la tacharía de retrógrada, absurda y atrasada. Lógico porque soy una mujer del siglo XXI. Pero el estudio de esa carrera me hizo comprender que la historia y sus personajes han de ser mirados (para ser comprendidos) con los ojos que ellos vieron, con los oídos que ellos escucharon.

¿Y qué quiero decir con todo esto? Quiero expresar que hay formas de educar que consiguen apasionar y otras que echan para atrás cualquier atisbo de genio. Desde la democracia nuestros políticos se han afanado en dejar su impronta en leyes y contra leyes. Unos para contestar a los unos, los otros, para contestar a los otros. ¿Y el niño? ¿El ciudadano del futuro? No parece interesarles. ¿Qué es más importante, saberse la lista de los Reyes Godos o saber quiénes fueron y qué aportaron? ¿qué es más importante, saberse la tabla de multiplicar o entender cómo se calcula cinco por ocho? ¿es más importante hablar como un loro sin saber qué se dice o es mejor saber de qué se habla? ¿Si las respuestas parecen tan obvias por qué nuestro sistema educativo sigue siendo tan rancio?

¿Por qué tanto miedo a enseñar a pensar? Enseñar a un niño a pensar de manera crítica es crear un futuro ciudadano que no se conforma con lo que le cuentan. ¿Estará ahí el quid de la cuestión? ¿Cuántas veces han escuchado de un niño que es un contestón? Por no hablar de lo que la gente sugiere para acabar con eso: la tan recurrida bofetada a tiempo. Y ahí hemos terminado de golpe y porrazo con un futuro ciudadano que aporte cosas a la sociedad. Todo lo que nos rodea ha sido inventado porque alguien en su día se hizo preguntas, fue un “constestón” que no se quedó con lo primero que le dijeron. Pero echen ustedes un vistazo a lo que le rodea y se darán cuenta de que la gente contestona está fuera de los círculos enseguida. Del primero, del sistema educativo. Vean sino qué en auge están los castigos.

Soy optimista con respecto al futuro. Veo a mis hijas cómo aprenden y ellas son como todos los  niños del mundo. Las cosas que aprenden jugando son aquellas que luego no olvidan. Aquellas que aprendieron con interés porque alguien se lo despertó, son las que les van quedando. De la misma manera que yo olvidé las aburridas clases de física y química que me explicaron con soporífero aburrimiento.

No sé, no me hagan caso. Igual me sobra optimismo. También es verdad que los profesores, por mucha pasión que le pongan, poco nada pueden hacer frente un sistema tan arcaico y estático como el que tiene hoy en día la educación española. O sí, ¡quién sabe!

Lo que sí tengo claro es que los alumnos españoles no son necesariamente más torpes que los finlandeses. Simplemente allí la educación se plantea buscando el bien del alumno en lugar de la búsqueda de la gloria del ministro de educación del gobierno de turno.

Puedes seguirme en facebook y en twitter.

 

Sin categoría

Tags

Gema Lendoiro el

Entradas más recientes