Gema Lendoiro el 07 nov, 2013 El fin de semana pasada leí unas declaraciones en un dominical que me violentaron profundamente. Lo leí varias veces, intenté darle la vuelta, pensé: quizás la periodista ha mezclado los conceptos y la entrevistada no ha querido decir eso. ¡Es imposible! Ignoro si es así, si ha querido decir otra cosa pero esto es lo publicado. Se trata de la actriz Antonia San Juan. El texto dice así: –Se ha metido en el papel de muchas mujeres. ¿Qué cree que es lo más difícil de ser mujer hoy en día? -La mujer perdió la batalla en el siglo XX. Hubo mujeres que lucharon, pero en el siglo XXI ha habido un gran retroceso: la mujer sigue diciendo que la maternidad es lo mejor que le ha pasado. Se ha idealizado mucho, como el amor. -O sea, que usted piensa que la mujer solo piensa en ser madre… -Hablo por lo que escucho y veo, las mujeres cuando tienen hijos se empobrecen. Se quedan en casa y se dedican a criar a los hijos, como hicieron las abuelas. Son tantas las frases que vienen a mi cabeza que temo ir deprisa y no expresar todo lo que siento. La primera palabra que me viene a la cabeza después de leer el texto es TRISTEZA. Con mayúsculas. Antonia San Juan no tiene hijos. Y esto no le quita el derecho a opinar sobre la maternidad, solo faltaría, pero sí le resta una perspectiva importante sobre el marasmo emocional que la mayoría de las mujeres suele tener cuando paren, cuando se convierte en madre. Cuando dan vida. Pero quiero ir por partes. La actriz habla de batallas perdidas. Y tiene razón. Las mujeres hemos perdido una batalla, que no la guerra, porque se nos hace muy cuesta arriba llevar a cabo una palabra que, de tan usada hasta ya parece ridícula; la conciliación. Ahí, al menos en España y mientras las leyes laborales y, sobre todo, la mentalidad de la gente, no cambie, seguirá siendo extremadamente complicado ser madre, trabajar, llevar un casa, hacer vida social y ser persona sin perder la calma. Es cierto. Pero la culpa no la tiene la maternidad sino el trato que la sociedad le confiere. Parecen cosas iguales pero son radicalmente distintas. Dice Antonia que la mujer (cuando ha sido madre, se entiende) sigue diciendo que es lo mejor que le ha pasado. A mí me gustaría saber qué es lo mejor que le ha pasado a Antonia en la vida. Y si me dice que ser actriz y triunfar y vivir de ello me alegraré por ella. Nada puede hacer más feliz a una persona que dedicarse a aquello que siempre ha soñado. De manera que pueda ejercer sin cortapisas lo más preciado que todos poseemos: la libertad. Y en esa libertad uno es dueño, o dueña, de decidir qué quiere hacer con su vida: ser actriz, médico, arquitecto, juez, profesor, bombero y, además, si quiere y porque no son cosas incompatibles, madre. Y es que tener hijos no impide ejercer todas esas profesiones, incluida la de actriz. Se lo puede preguntar a muchas excelentes colegas de sus profesión que tienen descendencia. Me gustaría saber qué tiene de malo confesar que tus hijos son lo mejor que te ha pasado en la vida. Por mucho que me lo pregunto no acierto a encontrar una explicación lógica. ¿Es algo poco avanzado no querer a tu familia? ¿Sería más progresista para ella que una mujer dijera que a sus hijos los quiere mucho pero que lo mejor que le ha pasado en la vida es su puesto de directora financiera? Sería totalmente respetable pero sonaría el discurso a algo fallido, sonaría a ausencia de algo tan denostado hoy día pero que sigue presente en cada madre que pare un hijo: amor. En cuanto a la idealización de la maternidad, Antonia, creo que si alguien sabe de realidades maternales, sin duda somos las madres. En cuanto descubres que no duermes, que sufres en proporción a como amas, se te caen todos los mitos. En el momento que tu hijo aparece en tu vida descubres muchas verdades, algunas ciertamente dolorosas. Y desde luego si tenías alguna idealización, esta se cae de golpe. Quizás la idealizan quienes no tienen hijos. Eso es más probable. Quizás la idealices tú. O la demonices. Quién sabe. Pero lo que más tristeza me ha provocado es que digas que ser madre empobrece. Además entiendo que te refieres a la pobreza intelectual. Me duele que digas eso por varias razones, primero porque eres una mujer y a mí me gusta pensar que las mujeres estamos del lado de las mujeres. Segundo porque encarnas la progresía y el avance. O al menos es lo que siempre se ha desprendido de tus declaraciones. Antonia, las mujeres no tienen conectado el intelecto con el útero. El cerebro no se ralentiza cuando tienes un hijo, al contrario. Se experimentan tales experiencias vitales que la revolución que se padece supera con creces al mayor de los enamoramientos en pareja. Supongo que te habrás enamorado alguna vez. Pues es un sentimiento que se le parece, pero multiplicado. Entendería que dijeras eso de una mujer que se embaraza con 14 años. Ahí su proceso educativo se ve interrumpido por ser madre. Pero con las estadísticas en la mano sabrás que en España las primíparas menores de treinta son la excepción. Cuando la mayoría hacen real el deseo de reproducirse generalmente han completado su formación. Y si no lo hicieron es porque o no quisieron o no pudieron. Pero no por ser madres. No sé qué entiendes por progreso. De tus palabras entiendo (puedo malinterpretarlas y si es así te pido disculpas) que querer seguir el instinto de cuidar a tu cachorro es antiguo. ¡Cómo si eso fuese algo que se pudiera evitar! Resulta tan chocante como decirle a una mujer enamorada que sus sentimientos hacia su pareja son propios de una dama del romanticismo. Querer amamantar y cuidar a tu hijo forma parte del instinto natural de una mujer cuando pare. El cuerpo humano es tan perfecto que así lo ha diseñado para garantizar la supervivencia de la especie. Si la madre no sintiese ese instinto tan primario dejaría al bebé abandonado. Es verdad que hemos evolucionado mucho desde las épocas de las cavernas pero los instintos no se ha modificado un ápice. Seguimos teniendo instinto de hambre aunque no tengamos que cazar y seguimos teniendo instinto sexual aunque no vayamos a reproducirnos. No es anticuado, es lo natural, es lo humano. Es más, te diré que parir, amamantar, criar forma parte de un complejo proceso sexual femenino que se inicia en el acto sexual. Tener un hijo, de forma consciente, es un maravilloso proceso que provoca en el cuerpo de la mujer unas maravillosas sensaciones naturales precisas y concretas. Es la magia de la vida, de la naturaleza. Que tú no lo hayas experimentado porque no has sido madre no implica que esto haya dejado de existir. Y te aseguro que es lo más maravilloso que me ha pasado en la vida. Si te parece anticuado, es que poco o nada has indagado en la sexualidad femenina. Después de varios ensayos error-prueba, después de que todo nuestro mundo femenino se pusiera patas arriba con la incorporación de la mujer al trabajo, muchas mujeres, no todas porque no todas somos iguales, se dieron cuenta de que algo les estaba fallando, de que había algo que no les encajaba. Y unas sociedades que todos tenemos por progresistas, como las nórdicas, dijeron alto y claro que las mujeres debían disfrutar de su derecho a estar más tiempo con sus bebés alargando así su baja maternal. Y explicaron, además, que eso era lo verdaderamente revolucionario, dar a esas mujeres el derecho a alargar esa baja si así lo deseaban. Y se completó recalcando eso: SI ASÍ LO DESEABAN.Y algunas lo desean y otras no, de manera que así se contenta a todos. ¿A todos? No. Falta una parte de la sociedad que no termina de entenderlo. Suelen ser hombres empresarios que ven a las mujeres como amenazas a su productividad. Y es cierto que se merma la productividad de una mujer que se va y el empresario no tiene porqué sufrirlo. Ahí es donde tiene que entrar un Estado potente con una buena política de ayuda a la maternidad. Ahí sí es necesario. De lo contrario imperan frases tan negativas para el progreso de la sociedad como las que tú dices en esta entrevista. Es un flaco favor. Sé que crees haber dicho algo moderno, progresista pero desde mi punto de vista es todo lo contrario: es castrante, es excluyente, es duro. Y más duro si proviene de una mujer. Las mujeres tienen la poderosa libertad de decidir si quieren o no ser madres. Tú has escogido que no. Yo que sí. Y tu decisión no te sube en intelectualidad ni la mía me lo resta. No son los hijos sino la actitud ante la vida lo que te hace medrar intelectualmente. Además de unos mínimos que tienen que estar cubiertos como la educación pública de calidad, claro. Es de suponer que cuando estrenas una obra de teatro o una película te guste hablar de ello. A las que tenemos hijos nos pasa lo mismo, nos gusta hablar de ello. Y no pasa nada. Es algo lógico y pasajero. No siempre vamos a estar hablando de los mismos temas. O sí, pero depende con quién. Y hasta para ello tiene que haber libertad. Hablar de cómo duerme tu hija no hace que olvides todos los conocimientos adquiridos. Algunas madres volverán a sus puestos de trabajo. Otras se quedarán para siempre pero no por culpa de haber criado a los hijos sino por la dureza de esta sociedad enferma que considera que cuidar a los hijos paridos es denigrante, una sociedad que las castiga por haberse apartado. Otras nunca volverán a emplearse por culpa de esta maldita crisis pero ese es otro cantar. Te diré una última cosa. Yo no tengo ningún interés en ser la más moderna de España. Pero sí tengo mucho interés en hacer bien las cosas como madre. De un trabajo te echan y encontrarás tarde o temprano, otro. Fallar en la labor de madre implica criar un hijo sin referentes tan importantes como el amor y la seguridad. Y eso trae consecuencias a veces trágicas, con adultos con unas increíbles carencias emocionales. Lo que me importa es la percepción que tengan mis hijas de lo que yo les aporto en su infancia, no lo que sea realmente avanzado. Y me importa eso porque es lo más valioso que tengo en la vida. Aunque a ti te parezca un retroceso. Yo lo siento pero ni quiero ni puedo luchar contra mis sentimientos. La sociedad tiene la responsabilidad de garantizar que las madres puedan disfrutar de sus bajas maternales (mayores incluso para las que así lo deseen) sin que por ello sean menospreciadas y tachadas de algo así como poco ricas intelectualmente hablando. Me viene a la cabeza Meryl Streep, Marisa Paredes, Cayetana Guillén Cuervo, actrices como tú y madres. O Eva Hache, una gran defensora de la lactancia prolongada, de la crianza con apego. ¿Crees que ellas dejaron de crecer intelectualmente cuando fueron madres? Yo no lo creo. Quizás deberías preguntárselo a ellas a ver qué te dicen. Tus palabras han sonado en mí duras, injustas, insolidarias, profundamente machistas pero sobre todo carentes de instinto humano. O al menos de cómo lo concibo. Porque una cosa es no sentir el instinto maternal y otra muy distinta es pretender castrarlo en defensa de una supuesta progresía. Y si perdemos lo esencial, entonces, definitivamente hemos muerto como sociedad. O nos habremos extinguido. Puedes seguirme en twitter o en facebook Sin categoría Comentarios Gema Lendoiro el 07 nov, 2013