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Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

La tristeza después de parir (que pasa más a menudo de lo que contamos)

Gema Lendoiro el

No es nada fácil hablar de sentimientos íntimos. En el anterior post lo dije. Sin embargo hoy quiero decir algo que desde hace tiempo me ronda la cabeza. No es que me haya despojado de mis pudores. Simplemente quiero dar gracias. Y a una mujer que vive a miles de kilómetros de mí. Es más, no la conozco, no sé cómo habla aunque intuyo una voz dulce y fuerte a la vez. Es Leslie Power, una chilena, psicóloga clínica, madre de 4 hijos, felizmente emparejada pero, sobre todo, autora de los textos que me han ayudado a sanar mis heridas.

Y es que he estado herida. He estado profundamente herida y no lo he sabido interpretar. Sabía que la depresión postparto existía pero yo no era presa fácil para ella. Me equivoqué. Con Doña Tecla, que salió por cesárea, cianótica y casi muerta, no hubo tiempo de depresiones porque sus primeros 7 días estuvo en una incubadora. Y no hubo tiempo ni espacio para la depresión después. El apego, esa palabra que ahora parece que está tan de moda, fue tan intenso que suplimos ambas la primera separación. La lactancia no fue tan exitosa como yo hubiera querido pero aún así duró meses.

Y llegó la segunda hija. Ya experta, o eso te crees. Ya sabiendo muchas cosas. Y no tuve los mismos miedos, ni tuve las mismas circunstancias. Con doña Tecla estaba sola, ahora estaba tremendamente acompañada, estaba sustentada por el padre, por la familia del padre. Era todo, en teoría, más idílico.

Pero no lo fue.

A los 11 días de nacer Mofletes Prietos fue ingresada por bronquiolitis. Nada grave comparado con lo que su hermana ya había padecido. Pero los fantasmas vinieron en fila india y se aposentaron en mi alma. Y se quedaron una larga temporada. Y comenzaron a producirme lo que es, a todas luces, una depresión post parto (maldita palabra)

  • Soledad
  • Miedo
  • Frustración
  • Ira
  • Rabia
  • Tristeza

¿Por qué? No lo sé. No tengo ni idea. Sólo sé que sucedió. Y que no supe identificarlo. Y al no saber no se lo pude expresar a mi pareja. Y

él tampoco me entendía, sólo veía una mujer cambiada, diferente. Y entonces mi tristeza, mi furia y mi rabia se multiplicaba. Me sentía más sola que nunca, más triste que en toda mi vida. A los 4 meses decidí destetar. Y tenía la lactancia más exitosa. ¿Por qué? No lo sé. O sí lo sé pero no quiero escribirlo. Quizás todavía no es el momento de reconocerlo. Más adelante.

[box type=”bio”] ¿Por qué nos pasan estas cosas a las mujeres? ¿Nos pasa a todas o sólo a algunas? ¿Por qué no hay valentía para contarlo? ¿Demasiado duro tener un bebé en brazos y decir que eso no te hace feliz? No, temor a que la gente te juzgue y no te entienda. No es el bebé quién no te hace feliz, es el marasmo hormonal en el que te ves envuelta el que te hace sentir así, desdichada. Es el puerperio[/box]  Pero yo estaba acompañada, ¿entonces? No lo sé, no tengo las respuestas, sólo las preguntas. Sólo sé que me pasó. ¿Por qué no pedí ayuda? Porque no sabía qué me pasaba. No supe identificar mi estado de ánimo con mi parto. No supe relacionar las cosas.

¿Cómo me he dado cuenta? 

Cuando lo he superado. Cuando he dejado de sentirme así, sola, desdichada. Y tampoco tengo las respuestas a cómo lo he superado. Supongo que a base de pensar en mí, a fuerza de no querer estar más tiempo hundida como lo estuve. O simplemente porque según vino, se fue. Sólo sé que pasó a mitad del verano, unos días que estuve sola, que sentí la necesidad de irme de mi lugar habitual, que me refugié el los brazos de otra madre, la mía. Y que paseé, llevé una vida tranquila, sin estrés, de vacaciones, con alimentos sanos, con paseos por la playa en los que me senté, como la mujer de la foto, a mirar el mar, a pensar, a decidir.

¡Cómo me han ayudado las palabras de Leslie! Si no la conoces, deberías. Su forma de hablar, el dulce apego del que ella constantemente habla hace que entiendas muchas cosas. Ella ha encontrado el difícil equilibrio al llamar a las cosas por su nombre sin caer en la cursilería. ¿Por qué nos pasan estas cosas a las mujeres? ¿Nos pasa a todas o sólo a algunas? ¿Por qué no hay valentía para contarlo? ¿Demasiado duro tener un bebé en brazos y decir que eso no te hace feliz? No, temor a que la gente te juzgue y no te entienda. No es el bebé quién no te hace feliz, es el marasmo hormonal en el que te ves envuelta el que te hace sentir así, desdichada. Es el puerperio.  Y es que el puerperio es el tercer eslabón de la compleja sexualidad femenina. Después de nacer el bebé la mujer se queda relegada por el resto de la comunidad. Es quién cuida, pero ¿quién la cuida a ella? En mi primer parto estaba sola pero en el segundo, no. Y eché de menos conversaciones sobre cómo me sentía, sobre qué pasaba por mi cabeza, qué era y qué significaba esa nueva maternidad. Y todo eso no sucedió. Y cuando las cosas pasan por la cabeza y no se materializan en palabras la tristeza se las apropia. Y la frustración le hace compañía.

Luego dicen que estamos en crisis. Normal. Hemos dejado de escucharnos como comunidad, nos hemos empeñado en ser tíos y en ver quién es más valiente volviendo al trabajo, en ver quién está más buena después de parir. Nos sentimos diferentes y nadie nos explica que eso es lo natural, lo necesario, lo valiente. Somos nosotras las que, a través de nuestro sacrificio (sagrado oficio, ojo) damos continuidad a la vida.

Aunque sólo fuera por eso, la maternidad debería ser sagrada.

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