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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Jørn Utzon, el arquitecto de la «búsqueda paciente»

Jørn Utzon, el arquitecto de la «búsqueda paciente»
Pablo Delgado el

En ocasiones muchos edificios sobrepasan a sus creadores. Algunos arquitectos quedan en el olvido cobrando únicamente protagonismo la masa estilizada que han creado y que ha cambiado para siempre el paisaje en dónde ha quedado emplazado. La Ópera de Sídney, es un ejemplo. Un edificio que se convirtió en icono de toda una nación, pero que su creador pasó desapercibido para la mayoría del mundo no especializado. Jørn Utzon era un danés de 38 años relativamente desconocido en enero de 1957 cuando se anunció su proyecto como ganador del concurso internacional para diseñar una «casa para la ópera nacional» en el Bennelong Point de Sídney. Su visión de un edificio escultórico y curvo en el puerto, rompió radicalmente con las formas cuadradas y rectangulares de la arquitectura modernista. El edificio transformó su carrera y, a su vez, transformó la imagen de una nación entera.

Nació el 9 de abril de 1918 en Copenhague, por lo que este año 2018 se han cumplido 100 años de su nacimiento. Creció en la ciudad de Aalborg, donde su padre era un arquitecto naval, ingeniero y director del astillero local. Utzon fue un entusiasta marinero, originalmente tenía la intención de seguir a su padre como ingeniero naval, pero optó por estudiar arquitectura en la Real Academia de las Artes de Copenhague. Después de graduarse en 1942, trabajó en Suecia hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Después de su proyecto de la ópera, pasó por España dónde realizó varios proyectos personales concretamente en Mallorca.

La revista Arquitectura Viva, recupera en sus magníficas monografías dedicadas a los arquitectos, la figura de este visionario. Con la número 205, la figura de Jørn Utzon es mostrada como un elemento que cambió el rumbo arquitectónico de una nación. En la publicación, su director Fernanez-Galiano destaca que cuando Utzon se convierte en mallorquín honorario y secreto, el arquitecto escandinavo es ya reconocido como uno de los grandes maestros de la segunda mitad del siglo: un discípulo del Aalto cuyas huellas se hallan por doquier, desde los abanicos de las casas Birkehoj a las olas de Bagsvaerd, pero también un creador independiente que dialoga en igualdad con la obra tardía de Wright y Le Corbusier, y con los proyectos contemporáneos de Tange, Niemeyer o Kahn; un humanista lacónico que reconcilia la industrialización tectónica con los arquetipos preindustriales, y la construcción por elementos de la modernidad con la elocuencia intemporal de las arquitecturas anónimas o históricas recorridas en sus viajes testarudos; y un innovador formal que cristaliza en hallazgos como la plataforma coronada por un dosel de cubiertas ingrávidas la esencia lírica de su exploración arquitectónica.

Algunos lo destacaron como el visionario expresionista y ecléctico que en Sídney alumbró las construcciones mediáticas de la sociedad del espectáculo; otros eligieron la sabiduría orgánica de sus obras residenciales, subrayando la elegancia en sordina de los conjuntos daneses o las casas mallorquinas; y no faltaron los que reconstruyeron su trayectoria desde las estéticas situacionistas de lo informe, emplazando el proyecto para Jorn y la conexión CoBrA en el núcleo cordial de su experiencia artística.

Ópera de Sídney

En la monografía y con motivo de dicho centenario, se reúnen seis aproximaciones muy completas que ofrecen una visión en su conjunto del trabajo del arquitecto. En primer lugar, el británico Richard Weston, autor del libro más completo sobre su obra, repasa las fuentes de inspiración de su proceso creativo. Un interesantísimo prisma por el que mirar cómo Utzon llegaba a sus obras a través de un camino «el tiempo». Escribe Weston que el cerebro no produce momentos de intuición y agudeza, y mucho menos de inspiración, cuando se le pide: algunos surgen mientras dormimos; otros, como ocurre con frecuencia con Utzon, pueden desencadenarse a raíz de las experiencias cotidianas más comunes; pero, huelga decirlo, todos ellos se producen sólo si un proyectos vive y evoluciona constantemente en el subconsciente. Pero, a diferencia de las formas intencionadas y las pieles pulidas que dominan la arquitectura comercial, el verdadero trabajo poético, según muestra el legado de Utzon, surge de lo que Le Corbusier denominó «la búsqueda paciente». Arquitecto al que el danés admiraba de forma considerable, con quién parece haber compartido ciertas ideas acerca del proyecto de arquitectura.

En páginas siguientes, la finlandesa Marja-Rííta Norri, directora del Museo de Arquitectura d Finlandia de 1988 a 2002, aporta su visión nórdica al tratar de las casas patio. Con formato de carta, de forma muy original la francesa Françoise Fromonot recuerda la investigación realizada para redactar la atrayente y recomendable monografía sobre la Ópera de Sídney, publicada en 1998. Un proyecto que no pudo terminar Utzon por desaveniencias políticas. De los proyectos no construidos se encarga el madrileño Enrique Sobejano, que conoce íntimamente la obra del danés. Por su parte, el también británico Kenneth Frampton, autor del ensayo con que se difundió su Pritzker en 2003, subraya el carácter tectónico de la iglesia de Bagsvaerd. Y como colofón a la visión análitica de Utzon, el navarro Rafael Moneo que trabajó con el arquitecto danés en 1961, analiza la configuración de las casas de Mallorca.

El viaje continua con la muestra de seis de sus obras magistrales como la Casas Kingo y Fredensborg, Selandia (Dinamarca), el Teatro de la Ópera, Sídney (Australia), el Centro escolar en Herning, Jutlandia (Dinamarca), la Iglesia de Bagsvaerd, Copenhague (Dinamarca), la Asamblea Nacional, Kuwait (Kuwait), y las casas: Can Lis y Can Feliz en Mallorca (España).

La arquitectura de Utzon se basa en una aproximación fenomenológica y empírica que gravita esencialmente en torno a temas perceptivos tales como la luz, el movimiento, la topografía y el material. Para comprender plenamente el sentido de su obra es preciso experimentarla con los sentidos: contemplar el espacio bañado por luz cenital en Bagsvaerd, acariciar la textura de la piedra caliza de Porto Petro, caminar por las colinas de Helsingor o percibir la escala de la bahía de Sídney en Bennelong Point.

Can Lis

Su método de diseño fue hermenéutico e intuitivo, ya que no trabajaba sobre bases teóricas, sino que simplemente intentaba entender la situación presentada, con todos los elementos y sus potencialidades para luego encontrar una solución que la expresase, como hacía Le Corbusier que después de no hacer nada durante meses para que «el instrumento autónomo» del cerebro se pusiera a trabajar, llegaba el momento de coger el carboncillo y un trozo de papel, ya que la idea empieza a surgir. Utzon asociaba la esencia más profunda de la arquitectura con la semilla de una planta cuyas cualidades permanecen a través de los cambios, de tal manera que en hábitats y circunstancias diferentes, semillas parecidas entre sí acaban desarrollándose en organismos diferentes, por lo que agregó a su «caja de herramientas» arquitectónicas las observaciones de la naturaleza, así como los recuerdos de sus viajes por el mundo, como por África, China Japón y México. Lugares que como arquitecto y viajero exploró las construcciones propias de aquellas culturas y reconoció en ellas arquetipos dotados de un fuerte potencial emotivo: la plataforma, la cueva, la cubierta o el recinto acabarían configurando su universo formal y desvelan inesperadas conexiones entre el espacio arquitectónico y su memoria material.

«Los arquitectos son las únicas personas en el proceso de construcción que, en virtud, de su relación con todos los agentes implicados y su profundo conocimiento del bienestar general de las personas son capaces de descubrir y crear un entorno susceptible de complacer a sus semejantes». Jørn Utzon.

AV Monografías 205. JØRN UTZON 1918-2008 // 30 euros

 

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