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Torres Quevedo, el español que inventó el catamarán moderno

Torres Quevedo, el español que inventó el catamarán moderno
Firma Invitada el

Rodrigo PÉREZ FERNÁNDEZ

Dr. Ingeniero Naval, UPM

Francisco A. GONZÁLEZ REDONDO

Dr. Matemáticas, Dr. Filosofía, UCM

Conocido es que el transporte marítimo representa el 90% del comercio mundial, siendo nuestro país un actor de gran importancia, tanto histórica, como socialmente. Como es natural, no han sido pocos los ingenieros españoles que han introducido mejoras al sector naval, siendo muchos de ellos todavía desconocidos para el gran público.

Hoy quisiésemos mencionar a uno más recordado por sus logros en otros campos de la ingeniería, que en el oceánico. Nos referimos a Leonardo Torres Quevedo (1852-1936), quien ha pasado a la historia por su labor en el campo de la aeronáutica y la computación, por su invención del mando a distancia con su patente del Telekino, por sus dirigibles o sus teleféricos; pero del que se desconoce que realizó una serie de innovaciones con la embarcación que entonces llamó Binave, con la que plantó el germen de los modernos buques multicasco.

Los catamaranes constituyen una de las embarcaciones que contaron inicialmente con mayor escepticismo por parte de la industria naval, y que, sin embargo, cuentan ahora con mayor proyección, tanto en campo civil, como el militar. Los catamaranes se han ido implantando en embarcaciones de recreo, yates, en especial de propulsión a vela, también se ha extendido a barcos turísticos y en especial a ferris rápidos. En el campo militar, este concepto se ha empleado en embarcaciones de pequeño desplazamiento, en especial cazaminas y buques de combate litoral.

La palabra “catamarán” viene del tamil kaṭṭumaram (troncos unidos). Inicialmente, este nombre hacía referencia a una embarcación tradicional hindú similar a una balsa utilizada habitualmente en las costas de Coromandel, en Nueva Zelanda, dónde, por su relación con Oceanía, se podría encontrar el origen. Fue George Anson (1697-1762) quien, en su viaje alrededor del mundo a mediados del s. XVIII, describió un catamarán utilizado por los navegantes polinésicos.

Las primeras embarcaciones europeas con dos cascos a vela fueron diseñadas por William Petty (1623-1687). Posteriormente, el norteamericano Robert Fulton (1765-1815) diseñó el primer barco de propulsión a vapor de la marina de guerra de los Estados Unidos, el USS Demologos, con una configuración de dos cascos y, en medio de ambos, la paleta propulsora, aunque no puede considerarse que fuera un verdadero catamarán. En 1877 Nathanael Greene Herreshoff (1848-1938) consiguió que se aprobase la primera patente norteamericana de un catamarán a vela, el Amaryllis. Sin embargo, sería con la publicación de la patente de la Binave de Torres Quevedo el 12 de diciembre de 1916, un diseño arriesgado y completamente novedoso, cuando se sentasen las bases de los modernos catamaranes.

Torres Quevedo

Casi treinta años después de la Binave de Torres Quevedo, Victor Tchetchet (1891-1974) acuñó el término “trimarán” para buques de tres cascos. De hecho, desde el final de la Segunda Guerra Mundial el diseño naval sufrió una gran evolución con el auge de la navegación de recreo y el aumento del tráfico marítimo, aunque en la bibliografía británica solamente se destacan como impulsores de los catamaranes a los hermanos Roland (1921-2011) y Francis Prout (1920-1997), y únicamente como diseñadores de una serie de veleros que ganaba sin problemas en las competiciones deportivas a sus homólogos monocasco.

Hoy debe reconocerse que Torres Quevedo no sólo introdujo importantes innovaciones teóricas que no se habían visto antes en las embarcaciones multicasco, sino que las materializó de forma efectiva en la Binave, equipada con dos motores Hispano-Suiza tipo marino de 30 HP, montada en los Astilleros Euskalduna en 1917 y probada en los alrededores del puerto de Bilbao (imagen 1), con varias salidas efectuadas en septiembre de 1918, destacándose el exitoso viaje de ida y vuelta hasta Santoña el 28 de ese mes. Las pruebas se retomarían en 1919, consiguiéndose el certificado de puesta en marcha de la patente el 12 de noviembre de ese año. Fruto de la experiencia adquirida en los ensayos, para mejorar la estabilidad, en 1920 se consideró conveniente añadir una quilla inferior a cada uno de los flotadores planteados en la patente.

Imagen 1. Binave justo después de ser botado. Archivo del Instituto de Tecnologías Físicas y de la Información, CSIC

Torres Quevedo diseño unos flotadores fusiformes, tal y como aparecen descritos en la patente (imagen 2), de igual tamaño y paralelos, además de estar rígidamente unidos por medio de un armazón. De esta manera se habilitaba la estructura sobre el armazón para carga, tripulantes o pasajeros. Con anterioridad a Torres Quevedo los cascos de los primitivos catamaranes no eran utilizados para nada más que para dar estabilidad. Y fue el propio Leonardo quien los capacitó como espacios de tanques y de cámara de máquinas, poniendo la habilitación en la superestructura. Esto conlleva beneficios en cuanto al comportamiento en la mar y la hidrodinámica del buque. Muchos años después de la botadura de la Binave, empezarían a diseñarse catamaranes como buques de transporte, al asumirse de manera generalizada en el mundo que la amplia superficie de carga existente sobre los cascos prácticamente se duplica frente a un buque monocasco de eslora equivalente. Además, se encuentra mejor ventilado, es más luminoso y permite una visión completa del exterior.

Para aumentar el desplazamiento del buque, Torres Quevedo pensó en aumentar el volumen de la obra muerta, que es aquel que se encuentra por encima de la flotación. El aumento de capacidad venía dado por la ampliación de la base de sustentación y, de este modo, se podía aumentar la estabilidad lateral disminuyendo al mismo tiempo la relación entre el calado y el tonelaje. Ésta es una de las ideas fundamentales que subyacen hoy al diseño de cualquier catamarán con funciones de carga.

Disposición Binave Comandancia de Marina de Bilbao 1918. Museo LTQ.

Torres Quevedo, al igual que los ingenieros navales hacen hoy en día, concibe un diseño de catamarán que contribuya no sólo al ahorro y optimización de las condiciones de explotación del barco, sino también a incrementar su seguridad, el ahorro de combustible, el rendimiento del propulsor, sus condiciones de navegación, movimientos y aceleraciones en la mar.

Y, en efecto, uno de los aspectos más importantes a considerar a la hora del diseño de los catamaranes es el de minimizar la resistencia al avance. Es uno de los elementos de mayor complejidad, debido a la interacción entre los cascos, consecuencia de la interferencia entre los flujos que rodean a cada cuerpo y los que se producen alrededor de un casco como consecuencia de la presencia del otro. De nuevo, Torres Quevedo también tuvo en cuenta todo esto para diseñar su Binave.

Otra de las novedades recogidas por el inventor español fue la capacidad de modificar la configuración de la embarcación a la hora de navegar. Él mismo escribió: “Cuando el armazón B, por su escasa altura y por la poca separación de las piezas que la formen, resulta inhabitable, porque en ese caso, conviene dejarle al descubierto, para que las olas, al pasar por encima de los flotadores, perjudiquen lo menos posible a la estabilidad y a la marcha de la embarcación”. Sorprendentemente, esta capacidad no sería redescubierta hasta los años 90 del siglo XX, y no se materializó hasta 2008 con la construcción de un primer prototipo de la armada francesa, el L-CAT, que aunó el concepto de catamarán con el de lancha de desembarco, al disponer en su parte central de una plataforma elevable que le permitía modificar su configuración a la hora de navegar o embarcar.

Por estos motivos la invención de Leonardo Torres Quevedo fue tan necesaria; para que, con su contribución pionera, se cambiase la mentalidad del clásico monocasco a algo distinto, algo que cien años después se ha convertido en una opción de futuro para navegar por todos los océanos del mundo.

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