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Los primeros españoles fueron confundidos con guerreros polinesios del Pacífico

Los primeros españoles fueron confundidos con guerreros polinesios del Pacífico
Jesús García Calero el

Los habitantes de melanesia tomaron a los primeros navegantes españoles por un grupo de agresivos guerreros polinesios, a los que intentaron aplacar con ofrendas. Al parecer, según investigaciones recientes dadas a conocer en México, la llegada de Álvaro de Mendaña y de Pedro Fernández de Quirós coincidió con el final de una ola de colonización polinesia de las islas melanesias que había trastocado el orden social y el parentesco en los siglos anteriores a la llegada de los europeos al Pacífico.

La célebre arqueóloga mexicana Pilar Luna atiende a los periodistas a su llegada al aeropuerto de Campeche

Esta es una de las más llamativas comunicaciones presentadas en el coloquio internacional «Espacios marinos y proyecciones culturales» organizado por el INAH y la UNAM mexicanos en su sede de Campeche y coordinado por las historiadoras Flor Trejo y Guadalupe Pinzón Ríos. Un simposio que la gran arqueóloga mexicana Pilar Luna, subdirectora del INAH definió como un sueño de las dos investigadoras. «La labor del INAH se dice en dos minutos, investigar, conocer, proteger y divulgar el patrimonio, pero es una labor inacabable», dijo en la inauguración en la que estuvo acompañada por el secretario académico del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, Martín Ríos.

Carlos Mondragón, antropólogo del Colegio de México, presentó en la mañana de ayer el resultado de sus años de estudio  y trabajo de campo con poblaciones de austronesios que conservan, muy llamativamente, memoria del encuentro de dos mundos que supuso la exploración del Pacífico en el siglo XVI. «Uno de los jefes hablaba en primera persona en nombre de un antepasado que se reunió con Quirós. Ello es porque su concepto del pasado es lineal y solo afecta a aquellos acontecimientos que inciden sobre el presente. De este modo, el me interrogaba por los descendientes de los navegantes, con el fin de retomar el diálogo y actualizar los asuntos que convenía considerar de aquel proceso y allí sienten como pendientes de conclusión», declaraba Mondragón.

En conversación con Espejo de Navegantes, de la que daremos más detalles próximamente, aseguró que cuando vieron llegar a los españoles, los melanesios consideraron que sus naves procedían del norte, siguiendo corrientes que habían sido utilizadas por los polinesios antes. Su cara pálida y su ritualidad «les hicieron tratar con prudencia a los intrusos». «Lo primero que hicieron al llegar fue descender a una playa y oficiar una misa —continúa Mondragón— y los aborígenes los observaron a cierta distancia. Aquella ritualidad tan propia del catolicismo fue valorada por los jefes locales como la expresión de guerreros rituales a los que convenía tratar prudentemente. De ahí que decidieran no atacarles y aplacar su agresividad con ofrendas de objetos de valor». Muy diferente sería la llegada de navegantes ingleses y franceses casi dos siglos después, con una religión mucho menos ritual y un sentido colonizador y de violencia sistemática muy diferente.

Imagen proyectada durante la presentación

La ponencia de este antropólogo trasladó a los asistentes a una visión cultural del espacio marítimo —tema de este coloquio internacional en el que participan 27 ponentes de 7 países de Iberoamérica— desde la perspectiva de los habitantes originales de los archipiélagos del Pacífico. Así, según las últimas evidencias arqueológicas, las islas registran poblaciones desde hace 40.000 años y evidencias de navegación desde hace 28.000. Muchísimo tiempo antes de la circunnavegación de Magallanes y Elcano. Las habilidades marineras de los pueblos polinesios mejoraron en los últimos 6.000 años, cuando lograron habitar islas cada vez más al Este hasta el año 1.000 a. C. Y llegaron a América hacia los siglos IX-XII de nuestra era.

Cuando llegaron los españoles ya se hablaban mil lenguas en las islas y su conocimiento del espacio marítimo y sus corrientes les permite utilizar topónimos exactos para designar miles de zonas a millas de las islas, mar adentro.

Además de esta ponencia, en la primera jornada la historiadora Guadalupe Pinzón profundizó después en el modo en el que la Corona española fue creando en el siglo XVIII bastiones defensivos en las islas del Pacífico para proteger las rutas comerciales, en especial la del galeón de Manila, a partir de que la presencia inglesa dejó clara la vulnerabilidad del dominio marítimo en el inmenso espacio del Mar del Sur. Siguiendo los rastros de estas fortificaciones y de los cambios en las rutas en la vieja cartografía, Pinzón mostró claramente cómo se marcaban los cambios en los mapas con recomendaciones para hallar las rutas más seguras.

En concreto, la historiadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, relató cómo todo cambió cuando la Armada Inglesa siguió la ruta de los piratas para pasar al Pacífico circunvalando la Tierra de Fuego, en lugar de pasar por el Estrecho de Magallanes, controlado por los españoles. Será la expedición de Anson, en 1741-42, la que traerá conciencia al Gobierno británico de la necesidad de tener una base próxima a la Tierra de Fuego, que se lograría con la toma de las estratégicas Malvinas.

Otro de los personajes tratados en este primera día fue el célebre pirata Francis Drake, cuya formación marinera y la adquisición de experiencia fue abordada por Benigno Casas, del departamento de difusión del INAH. Su aproximación permitió comprender mejor la compleja carrera de Drake desde su origen hasta su muerte.

El equipo de arqueología subacuática del INAH en Campeche dio cuenta de las tres temporadas de excavación que han llevado a cabo en el Arrecife de Alacranes, así nombrado por los españoles en el siglo XVI debido a que sus piedras se convirtieron en un cementerio marino en el que han localizado decenas de pecios. Los arrecifes están en medio de las rutas de llegada a México desde el Caribe y tienen naufragios documentados desde 1511 cuando se estrella en ellos el barco de Jerónimo de Aguilar y el de Alonso de Zuazo en 1524. Por ello es uno de los hitos geográficos presentes desde los primeros mapas de Yucatán, incluso de la época en la que se consideraba una isla.

Costa americana, cuando aún solo se había explorado hasta Yucatán (arriba a la izquierda) y donde ya se marca el Arrecife Alacranes, convertido en cementerio de barcos con los siglos

Tan trepidante como los relatos de los náufragos del Arrecife Alacranes resulta la narración extraída de un diario de navegación holandés que perteneció a unos navegantes apresados a principios del siglo XVII y que fueron condenados a cuatro años de galeras por internarse en los dominios españoles del Caribe. La ponencia del historiador Rodrigo Alejandro de la O, revela el valor de este documento que ha aparecido entre los legajos del proceso judicial que tuvo lugar en Santo Domingo contra aquellos desventurados navegantes. Lo curioso de este texto es que pre-define la actividad de los corsarios que se extenderá en décadas posteriores. Además, el historiador está investigando cómo la piratería trastocó el orden establecido en la población local mexicana, ya que sus actividades insuflaban dinero a espaldas de las autoridades y ese flujo cambiaba algunas reglas firmemente establecidas por los funcionarios de la Corona. Es una muestra más del tema central de esta encuentro, centrado en la influencia cultural del mar en las poblaciones costeras del pasado y del presente.

En otras ponencias, el geógrafo Jesús Israel Baxin recorrió la evolución en los estudios de nasología, la ciencia que estudia la insularidad, referida a México. Víctor Ortega y Dení Trejo refirieron diversos aspectos culturales y paisajísticos de la Baja California y el Golfo de California desde el XVI a la actualidad. Así mismo, Mariana Favila demostró cómo la última tecnología disponible está permitiendo a los arqueólogos leer datos ocultos en el terreno que ella ha aplicado al paisaje de los Tuxtlas, cercano a Veracruz, donde está documentado el transporte de grandes esculturas a través de tenues vías fluviales.

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