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Placa para Vernon en Cartagena, a los pies de Blas de Lezo

Placa para Vernon en Cartagena, a los pies de Blas de Lezo
Jesús García Calero el

Otra vez Cartagena de Indias, la inexpugnable Cartagena que resistió en 1741 a la mayor flota reunida en siglos, la ciudad que se defendió bajo el mando de Blas de Lezo, está de actualidad. La Corporación Centro Histórico de la histórica capital colombiana acaba de realizar un homenaje muy polémico a algunas víctimas de aquella batalla, exactamente a las que intentaban tomar la plaza amurallada y sufrieron la mayor derrota que el Imperio Británico ha conocido (como se observa en la foto de Tiempo, sobre estas líneas).

Ello ha causado gran indignación, según reportan los medios colombianos. La ciudad no se rinde fácilmente. Pero las murallas del sentido común, esas sí que parece que han caído…

Aprovechando la visita del Principe Carlos y Camila Parker a Colombia, el alcalde de la ciudad, Dionisio Vélez, junto con uno de los responsables de la Corporación, el exministro Sabas Pretelt, han plantado una placa cuya leyenda dice así: “En memoria del valor y sufrimiento de todos los que murieron en combate intentando tomar la ciudad y el fuerte de San Felipe, bajo el mando del almirante Edward Vernon en Cartagena de Indias en 1741. Presentado por la Corporación Centro Histórico de Cartagena de Indias”.

Increíble desatino. Pretelt ha reaccionado contra la polémica diciendo que trataban de que Inglaterra reconociese que el almirante Vernon fue derrotado en estas tierras: “Esto es un hecho histórico, aquí no solo estamos homenajeando a los ingleses caídos, estamos homenajeando a los cartageneros que también perdieron su vida ahí, la placa lo dice claro, se habla de todos los que perdieron la vida”.  Pero la placa dice lo que dice. Si la intención era hermanar a las víctimas, la redacción no acompaña…

Una de las medallas que Vernon mandó acuñar sobre su victoria en Cartagena de Indias, pero lo hizo antes de lograrla (tan seguro estaba el inglés de su superioridad numérica). La leyenda dice: “El orgullo de España humillado por el almirante Vernon”. Hoy es tal vez el paradigma de una medalla de ficción. 1741 es para Gran Bretaña una fecha maldita.

Parece que Blas de Lezo tiene mala suerte con los Administradores de Cartagena, de antes y de ahora. Sebastián de Eslava lo quería mal, porque el genio militar del Mediohombre puso en evidencia su desastre como virrey y como estratega en 1741. Eslava puso tan difícil la victoria de Blas de Lezo que gracias a él tuvo el doble de mérito. Dionisio Vélez, el alcalde actual, seguramente quiere bien a Don Blas, pero el error de plantar una placa de esta naturaleza a los pies de su estatua supera nuestro entendimiento, en una mezcla de buenismo y dislate histórico.

Parece, según declaraciones de los miembros de esa Corporación, que entre las razones para este desatino figura la de atraer a los grandes cruceros turísticos británicos para que puedan visitar algún recuerdo de aquellos hechos. Una flota civil sin duda comparable en volumen con los 51 navíos de guerra de Vernon, (vea aquí la impresionante reconstrucción de Cartagena en 1741) más los ciento y pico transportes que llevaron en el S.XVIII a las puertas de San Felipe a casi 30.000 hombres. Y que fueron derrotados con 6 barcos y 3.000 hombres mejor dispuestos que entrenados. Ahora, solo por esa placa, ¿cabe esperar que la flota turística británica vuelva a poner rumbo a Cartagena?

Placa del retrato de Vernon puesta en Greenwich hace un año, con motivo de la maravillosa muestra “Nelson, Navy, Nation”

Parece dudoso, puesto que El Reino Unido no quiere ni oír hablar del tema. Es un tabú. Vernon envió emisarios a relatar su victoria tras las primeras operaciones del enfrentamiento. En Londres, la noticia fue celebrada a lo grande, se acuñaron medallas con la humillación de “Don Blass” y se prepararon para recibir a Vernon como un héroe. Pero la victoria nunca aconteció. Blas de Lezo estropeó la fiesta con su determinación y valor, anulando uno a uno los ataques de los ingleses y obligando a la inmensa flota a retirarse. El Rey Jorge II sintió tanta vergüenza que ordenó a sus historiadores que no lo incluyeran en las crónicas y prohibió hablar de los hechos. Para Gran Bretaña nunca han existido oficialmente. De hecho, en la cartela del retrato de Edward Vernon en el National Maritime Museum de Greenwich figura un relato de las victorias del almirante inglés sin mención alguna de lo ocurrido en Cartagena. A veces el respeto al antiguo enemigo se acrecienta con el reconocimiento de los hechos incómodos.

Por ello hay que reconocer a la Corporación cartagenera un único mérito, tal vez pequeño, aunque significativo. Lograr que un Príncipe británico se retrate frente a unas líneas que reconocen aquellos hechos es un logro. Claro que, por su educación y tradición ese logro se ha quedado en nuestras indignaciones y cuitas nada más, ya que la prensa británica sencillamente no ha reflejado durante el fin de semana este homenaje a los soldados de la batalla inexistente, y el propio Príncipe Charles le ha dedicado en su página oficial en internet 6 líneas lo suficientemente esquivas para hablar de “una batalla fallida” en lugar de una derrota. 

Al menos no llamamos así en España lo ocurrido en Trafalgar por más que nos hubiese gustado cambiar el resultado. Pensemos que si es malo no digerir algún episodio de la propia historia, no es mejor frivolizar con valores y hechos del pasado. Desde un ámbito académico podría hacerse un más adecuado acercamiento a estos asuntos antes de buscar una polémica foto sin mucho sentido, puesto que no va más allá.

Por ello merece una reflexión aparte el hecho de haber tenido esta ocurrencia. Plantar una placa a quienes hace 273 años trataron de pasarnos a cuchillo y obligar a Latinoamérica a hablar inglés resulta tan insólito como poner una placa a los alemanes que sitiaron Stalingrado, en Berlín a los invasores soviéticos o en Numancia a los bravos y decididos cercadores romanos. Es absurdo. Quienes tienen sensibilidad cultural e histórica han salido al paso de la iniciativa para mostrar claramente su desacuerdo ante la idea que ha debido estar a punto de resultar incómoda incluso a la pareja real británica.

No parece que pueda arreglarse todo esto con una fe de erratas en la placa.

Dejemos a los ingleses con el orgullo que tienen, que es bastante y merecido, por su propia historia y aprendamos de su noble sentimiento. Aprendamos de su dedicación a la memoria de todo lo que han sido. Pero, eso sí, no vayamos a aprender comenzando ahora a estar orgullosos nosotros de la historia británica, porque la historia hispánica, en América y la Península, esta llena de episodios dignos de ser recordados y que deberían servirnos para encontrarnos de nuevo en un futuro común, o incluso respetar a los antiguos adversarios. Uno de esos episodios, claro, es Don Blas.

Y aún hemos de reivindicarle. Después de la espléndida exposición del Museo Naval, recordemos que Madrid está a punto de erigir la primera estatua a Blas de Lezo, por suscripción popular. Ya era hora. En esta memoria y en el orgullo por los logros del Mediohombre Cartagena de Indias nos gana de manera notoria. Pero es que además en España tenemos el problema de que algunos nacionalistas le ponen lastre a Don Blas porque a no le perdonan haber participado en la toma de Barcelona durante la Guerra de Sucesión, que fue una guerra mundial en los inicios del XVIII. Pero para esos pocos resulta una afrenta hablar del valor de Mediohombre.

No sería tanta locura pensar que tal vez pronto le pongan una placa en la Ciudad Condal al pobre de Jenkins, o a su oreja amputada.

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Jesús García Calero el

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