Yo también quiero un pacto fiscal

Yo también quiero un pacto fiscal, como Artur Mas. ¿Y quién no quiere un pacto fiscal? Con todas las condiciones exigidas por Mas, por supuesto: 1) Quiero ser mi propia Agencia Tributaria, o sea, me encargo yo misma de recaudarme a mi misma, 2) Yo misma decido lo que le pago al Estado por los servicios que me presta; huelga añadir que, con toda seguridad, me parecerá más justo pagarle menos de lo que le entrego actualmente de mis impuestos, 3) Yo misma decidiré también el monto total de la aportación solidaria que debo hacer al resto de españoles; huelga añadir igualmente que encontraré algún motivo sólido y presentable para reducir tal cantidad, y 4) Mi solidaridad tendrá un límite, no vaya a ser que la sangría de impuestos coarte mi propio desarrollo personal.

Como también ha afirmado Mas, “con la mitad del pacto fiscal, nuestro déficit sería cero y no habría que aplicar recortes“, exactamente lo mismo que le ocurriría a mi economía familiar, si yo pudiera firmar un pacto fiscal con el Estado en las condiciones exigidas por el nacionalismo catalán.

Ciertamente, lo de ayer en el Parlamento catalán es ante todo una operación de propaganda para diluir las propias responsabilidades del nacionalismo catalán en su ruina económica, un día después de tener que reconocer que necesitará un rescate del Gobierno de la nación. El mensaje a los ciudadanos de que la culpa es de “España” que se llevaría de Cataluña los recursos de los catalanes.

El problema es que se trata de un mensaje de fácil calado entre los ciudadanos. Yo misma me apuntaría al pacto fiscal, como acabo de explicar. La demagogia de Mas es enormemente eficaz, y más en estos momentos de recortes y penurias económicas.

Y lo malo es que la izquierda (el PSC), teóricamente tan partidaria del Estado del Bienestar, es decir, de la fiscalidad progresiva, se apunta a estas reivindicaciones contra la sustancia del Estado del Bienestar. Y lo inquietante es que la derecha (el PP catalán) dice No con la boca tan pequeña que cuesta escucharlo. No vaya a ser que los catalanes se enfaden, porque ellos, como cualquiera de nosotros, estarían encantados de poder apuntarse a ese pacto fiscal.