Mi colega David Gistau publica hoy un entretenido artículo en ABC papel (“Wisconsin”) sobre lo que considera el exceso de pasión que ponemos los españoles en las elecciones americanas, teniendo en cuenta, ironiza, que en Wisconsin les importa una higa lo que pensemos o digamos desde España.
Y en eso, en nuestra limitada capacidad de influencia en Wisconsin, estoy parcialmente de acuerdo. Pero sólo parcialmente, porque las campañas internaciones en favor o en contra de un candidato también influyen en los votantes americanos, incluidos los de Wisconsin, aunque a veces no en el sentido buscado, esta vez, por ejemplo, en un reforzamiento del voto a Trump como respuesta a la masiva campaña internacional negativa contra él.
Campaña negativa a la que yo misma también he contribuido con algún que otro artículo. Porque lo que ellos decidan sí que va a tener influencia en nosotros, en los españoles y en el resto del mundo. Al menos en dos parcelas muy importantes y una tercera algo menos relevante que justifican nuestro interés y pasión:
1) En el futuro del populismo, del nefasto populismo, en la política democrática de todos los países democráticos que, obviamente, será bastante más preocupante y amenazador si gana Donald Trump.
2) En la política internacional de los próximos años y, en especial, en la política militar y las responsabilidades de Europa que serán muy diferentes si gana uno u otro candidato y que sufrirán todo un revolcón si se impone Trump y su proyecto nacionalista y aislacionista.
Y 3) Un triunfo de Clinton tendrá algunos efectos simbólicos positivos en el papel de las mujeres en el poder político.
Nosotros influimos poco en ellos, pero ellos que votan en el país más poderoso de la tierra sí influirán con su decisión en lo que ocurra en los próximos años en el resto del planeta.
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