Lo siento por los franceses, pero he de reconocer que el triunfo de la extrema derecha en la primera vuelta de las elecciones regionales (confío en que la segunda vuelta lo corrija) tiene su punto divertido en las interpretaciones españolas. En las interpretaciones progresistas, quiero decir, que combinan en la misma página o en la misma tertulia su horror ante el triunfo de los ultras franceses y su alegría por los buenos resultados que esperan de los ultras españoles.
Por supuesto, a los españoles, a los de Podemos, no los llaman ultras, a lo sumo, izquierda radical, que queda muy bien. Los ultras son para ellos sólo los extremistas de derechas, como los del Frente Nacional francés. Publico.es reúne en su portada digital de esta mañana la alegría por el avance augurado por su encuesta a los ultras españoles con su preocupación por la victoria de los ultras franceses.
Pero el premio a la contradicción se lo lleva la edición de papel de El País, que en su página par llama ultraderecha unas cuantas veces al FN francés (“Le Pen afianza a la ultraderecha como primera fuerza en Francia”) y, justamente al lado, en la página impar, presenta un artículo de John Carlin sobre lo maravillosos que son Ciudadanos y nuestros ultras, los de Podemos (“La envidiable política española”)
Carlin descalifica a todos los extremistas europeos de derechas, también al FN, para, a continuación, ensalzar a Podemos como un ejemplo de regeneración, sensatez y moderación …. Y, por supuesto, la ridícula contradicción de Carlin no se debe a su despiste por ser extranjero, porque ésa es la posición de una buena parte de la izquierda española. Se horrorizan por los ultras franceses, pero están encantados con sus propios ultras. Tanto es así que una buena parte de los socialistas les van a votar. Normal, si a sus líderes periodísticos les gustan tanto los ultras… ¿Por qué no votarles, como en Francia?
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