Estoy totalmente en desacuerdo con el acoso al presidente del Supremo, o a cualquier magistrado, o político, o ciudadano. Pero, sin embargo, quien sí está de acuerdo es el propio presidente, Gonzalo Moliner. En declaraciones ayer a la Ser dijo lo siguiente:
“Los escraches, en tanto no sean violentos, y no lo son, son un ejemplo de libertad de manifestación”.
Por supuesto, le habían preguntado por el acoso a los políticos, no a los presidentes del Supremo o a los magistrados, pero Moliner hizo una definición general válida para todo el mundo, incluido él mismo.
Por lo que cualquier manifestación delante de la casa de Moliner, con los gritos e insultos asociados, carteles, golpes a la puerta, persecución por la calle, etc. etc. serán apoyados por el presidente del Supremo.
Y es que los acosos a los políticos, los que Moliner llama escraches, contienen todos esos elementos. Y él lo sabe o está obligado a saberlo. Y, sobre todo, está obligado a defender la legalidad y los derechos y libertades de los ciudadanos, incluidos los de los políticos. En lugar de defender a los acosadores, que es lo que hizo ayer. El presidente del Supremo, nada más y nada menos.