Hace meses que el Gobierno colombiano negocia con las FARC en La Habana, con sucesivas cesiones a los terroristas además de su legitimación política. Pero esta semana la negociación ha dado un salto cualitativo que relaté en mi artículo de papel de ayer en ABC (“Las asesinas llevaban flores”). Con la elección de un grupo de víctimas que se han trasladado a La Habana para pedir “perdón” y “reconciliación”, es decir, la impunidad para los terroristas.
“El teatro de la impunidad” lo ha llamado un lector del periódico El Tiempo de Bogotá a lo que está ocurriendo en La Habana. Las víctimas escogidas, por la ONU y el Gobierno, son doce, pero repartidas entre todos los grupos terroristas colombianos y ¡el Estado! a pesar de que la negociación es en exclusiva con las FARC, el grupo más sanguinario de todos. De tal manera que se construye el relato de la guerra, de los crímenes de las FARC como producto de una guerra en la que también asesinó el Estado, por lo que cabe la negociación, la cesión en varios asuntos políticos como la reforma agraria y, además, la impunidad para los criminales.
La máxima perversión se resume en una imagen (que no ha sido publicada pero sí relatada por una periodista de El Tiempo que estuvo allí). La de la rueda de prensa ofrecida por el grupo de víctimas con una flores blancas cada una de ellas y escuchada entre los asistentes por los periodistas pero también por unas terroristas de las FARC con flores blancas en sus manos. Las víctimas en confraternización con sus verdugos y legitimando la impunidad para los asesinos.
Otra cosa es lo que digan el resto de los cientos de miles de víctimas, si compartirán o no este mensaje de impunidad, y en caso de que no lo hagan, si podrán impedir que el Gobierno la ofrezca a los criminales
