Albert Rivera ha conseguido, hasta ahora, el pequeño prodigio de parecer un político nuevo, diferente y regenerador a pesar de llevar toda su vida al frente de su partido político y a pesar de tener más trampas que una buena parte de los políticos a los que pretende sustituir.
En una entrevista de una sola página, hoy, en El País, acumula, por ejemplo, hasta siete, y eso que no le aprietan demasiado los entrevistadores. Comenzando por la de los papeles de Panamá: critica a Rajoy “porque no ha dado la cara” con lo de Soria , lo mezcla con la amnistía fiscal del PP, pero olvida las amnistía fiscales de su socio, del PSOE, y, sobre todo, oculta el caso de su coordinador de La Rioja, Federico Pérez Oliva, que acaba de dimitir por empresas en Panamá, sin que Rivera dé las explicaciones que exige a Rajoy.
Después, la trampa con la que juega desde hace semanas, ésa de negar el veto de su socio Sánchez al PP y equiparar a Sánchez y Rajoy en sus actitudes hacia el pacto: “Creo que la voluntad política de ambos líderes ahora es nula para que se forme Gobierno”, como si los españoles fueran idiotas y desconocieran la oferta de pacto del PP a Sánchez.
Tercera trampa, la de la corrupción, la del supuesto interés máximo en la lucha contra la corrupción que justificaría su propio veto a Mariano Rajoy, por sus casos de corrupción, repite en la entrevista, sin explicar a continuación por qué no veta a Pedro Sánchez por lo mismo o por qué no veta a Susana Díaz en Andalucía.
Cuarta trampa, la de la regeneración democrática, regeneración a pesar de la cual no puede entender que el ganador de las elecciones, el PP, exija la presidencia en un posible pacto con el PSOE y C’s. “Rajoy quiere presidir a cualquier precio”, afirma, como si lo más natural en un sistema democrático fuera que el ganador renunciara a presidir y lo hiciera el segundo, o el cuarto, él mismo, por ejemplo.
Quinta trampa, eso del “constitucionalismo”, de que “queremos a sacar adelante un Gobierno constitucionalista”, a pesar de lo cual insiste en pedir el apoyo de Podemos y no tiene crítica alguna hacia los esfuerzos de su socio Sánchez para lograr el apoyo de los nacionalistas.
Sexta trampa, el desinterés por los cargos y el poder, razón por la cual sólo piensa en un proyecto para España, “a nosotros no nos importa, con todos los respetos, la carrera política o profesional de nadie”, por la que pide sacrificar a Rajoy pero insiste en la perpetuación y glorificación de su propio liderazgo, al frente de su partido desde hace diez años y sin voluntad alguna de apartarse ahora o en un futuro próximo.
Y séptima trampa, en toda la entrevista, en toda la campaña de Ciudadanos desde que saltó a la política nacional, la virginidad, la limpieza, la inocencia absoluta frente a los viejos partidos. Como si él no tuviera pasado ni contradicciones, por ejemplo, ese apoyo de Mario Conde a la candidatura europea de Ciudadanos en 2009 que recuerda esta semana El Confidencial Digital, con foto incluida (la de arriba)
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