Como es habitual con los movimientos populistas de extrema izquierda, ahora, el movimiento Democracia Real Ya, hay una generosa comprensión hacia sus reivindicaciones, una relajada simpatía hacia sus posiciones que incluso supera ya nuestras fronteras (Véase, por ejemplo, la portada en estos momentos de Le Monde). La brutal crisis que sufrimos explica el descontento de los movilizados, es cierto. Pero, otra cosa es la alternativa de ese movimiento a la crisis. Y, si leemos su Manifiesto, lo que encontramos son reflexiones y proclamas dudosamente democráticas y anticapitalistas, cruce entre el Partido Anticapitalista francés y el movimiento chavista venezolano.
Sobre la democracia, este movimiento dice que el actual funcionamiento del sistema democrático va contra el progreso de la humanidad, que la clase política no escucha a los ciudadanos, olvidando que entre el 70% y el 80% de ciudadanos vota a los partidos en nuestras elecciones. Y que, si otros partidos no se imponen, entre ellos, los extremistas de izquierdas, es porque no les votan, porque la gran mayoría de ciudadanos no quiere. Y, sobre todo, este movimiento olvida que debe articular sus propuestas y presentarse a las elecciones. Si quiere reformar la democracia, tendrá que hacerlo a través de las urnas, no con ocupaciones de las calles. La Plaza del Sol no es la Plaza Tahrir de El Cairo, ni España la dictadura egipcia o la tunecina, y existen cauces para expresarse y presentarse a las elecciones. ¿Por qué no lo han hecho estas elecciones? ¿Lo van a hacer en las siguientes? ¿O se van a limitar a la agitación en las calles?
Igual de radical es el anticapitalismo de las propuestas de este movimiento, inspirado en buena medida en el libro ¡Indignaos! del francés Stéphane Hessel, un manifiesto radical contra el capitalismo y el mercado, con propuestas que están a medio camino entre el socialismo y el populismo de corte chavista.
Y ser comprensivo con el movimiento Democracia Real Ya es también ser comprensivo con ese tipo de propuestas.
Populismo
