Previsible la reacción de la izquierda ante el atentado de Noruega. Primero, la habitual furia por la equiparación de ese terrorismo de extrema derecha con el terrorismo islamista o el terrorismo ultranacionalista y de extrema izquierda de ETA. Baste repasar algunos de los comentarios a mi post anterior.
Segundo, incoherencia total. Por supuesto, a la izquierda no se le ha ocurrido pedir una Alianza de Ideologías o un diálogo con la extrema derecha para prevenir futuros atentados, tal como ha hecho con el terrorismo islamista o con el etarra.
No, lo que hace la izquierda es buscar culpables en la derecha. La misma izquierda que se ha pasado los últimos años exigiendo que no se demonizaran las ideas nacionalistas o las islamistas por muy extremistas que fueran mientras no predicaran la violencia, encuentra ahora todo tipo de responsabilidades en las ideas de la derecha, tanto de la extrema derecha como de la derecha en su conjunto. Algunas muestras del día de hoy:
En España, en el diario El Mundo, el periodista noruego Petter Nome, responsabiliza a la mayoría de los partidos y movimientos populistas de los países occidentales, en especial al Partido Progresista noruego, “por generar de manera activa un ambiente en el que el odio y la violencia aparecen como opciones a los ojos de sus seguidores más impacientes” (“A los que habéis alimentado al asesino”, se llama el artículo, por si quedara alguna duda de su tesis)
En España, en El País, Ricardo Martínez de Rituerto (“La ultraderecha amenaza Europa”) reparte por toda la derecha, incluidos Merkel, Cameron y Sarkozy: “El extremismo político, tintado de nacionalismo y xenofobia, ha dejado de ser tabú cuando políticos tan respetables como Sarkozy, Merkel y Cameron juegan con la idea de que el multiculturalismo ha fracasado completamente”. En el mismo diario, Juan José Toharia usa como cita de autoridad el blog de José María Izquierdo y la “desgarrada virulencia” de los textos de la derecha española que tal blog recoge (“Palabras como puños, puños sin palabras”)
Por cierto, el diario El País, el mismo que acusó a José María Aznar de mentir a los españoles por sostener durante las primeras 24 horas la autoría de ETA en el 11-M, sostuvo durante las primeras 24 horas, tras el atentado noruego, que había sido obra de los yihadistas. ¿Es también eso una mentira o, más bien, un error, producto de la confusión y sorpresa iniciales?
En Gran Bretaña, en The Guardian, Aslak Sira Myhre (“Norway attacks: Norway´s tragedy must shake Europe into acting on extremism”) clama contra la extrema derecha europea, se alegra de que el primer ministro noruego responda pidiendo más democracia “y no como Bush”, y, a continuación, dice que no es suficiente y pide “golpear” la intolerancia, el odio y el racismo que se extienden por Europa. ¿En qué quedamos, en Bush o en el primer ministro noruego?
En Francia, Le Monde entrevista a un experto en extrema derecha y violencia, Nicolas Lebourg (“Le cas Anders Behring Breivik: un imaginaire de Lone Wolf”) quien, además de contar la interesante teoría del “lobo solitario”, reparte responsabilidades entre los “sospechosos habituales”, desde los neocon americanos hasta la derecha israelí.
En Estados Unidos, The New York Times no sólo busca culpables en los blogueros y escritores anti-musulmanes americanos (Scott Shane en “Killings in Norway Spotlight Anti-Muslim Thought in U.S.”). Además, su único, y supuesto, columnista de derechas, Ross Douthat, pide a los conservadores que reflexionen sobre este monstruo que ha salido de la propia derecha ("A Right-Wing Monster"). Es correcto lo que pide Douthat, pero, ¿alguna vez pidió lo mismo ese periódico a los musulmanes del mundo o a la izquierda por los monstruos salidos de las respectivas filas? Me temo que no. Entonces, ni el Islam ni la izquierda tenían nada que ver con la violencia.
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