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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Los caminos de bosque de Fabrizio De André

El 11 de enero de hace exactamente 20 años moría en Milán el que fuera, con Dylan, el más grande poeta cantante

Los caminos de bosque de Fabrizio De André
Álvaro Alonso el

Tanto la vida como la obra de Fabrizio De André son de una riqueza intimidante. La voz grave y baritonal del cantautor es adictiva, mil veces más hermosa que la de Dylan y con una cantidad de matices que Cohen no podría ni haber soñado tener. Las composiciones de Fabrizio De André se prolongan varias décadas en un torbellino de creatividad que parece no tener fin. Uno descubre una canción, y queda prendado, luego otra, y otra más, y como le ocurriera a Unamuno con Kierkegaard, que le hizo sentarse a aprender el danés, aquel que se adentra en el universo de “Faber”, como era conocido por sus convecinos, no puede dejar de sentarse a estudiar esa lengua tan moderna y tan joven como es el italiano, raro idioma inventado tras la revolución garibaldiana y que unificó la, digamos, “bota de babel” plagada de dialectos de la península itálica. De todas formas Fabrizio siempre defendió los dialectos: «En una nación joven como Italia los dialectos son indispensables. Representan un deseo de identificación en las propias raíces que se hace más fuerte cuanto más se difunde la idea de una megaestatalización europea. Además, el italiano, si no se viese nutrido de las frases idiomáticas, devendría un lenguaje adecuado solamente para vender patatas o litigar en los tribunales».

Fabrizio De André se ha mantenido en los márgenes de la popularidad, incluso en la época de la canción de autor cuando del otro lado de los Pirineos llegaba el mensaje de Jacques Brel, Brassens, Aznavour, etc. y de Italia solo parecía encontrar eco Celentano, la gran voz de Mina o los ganadores en el Festival de San Remo.

Fabrizio de André fue un caso excepcional, un hombre capaz de incorporar elementos tan diversos como Baudelaire, el folk norteamericano, la herencia musical popular mediterránea, los evangelios apócrifos, el cine de Fellini, las canciones de Brassens -sobre todo-, en un cóctel creativo lleno de honestidad que elevaba la canción al nivel de la mejor poesía. En los tiempos en que la poesía era un arma.

Fabrizio es considerado hoy más un poeta que canta que un cantante sin más. Nacido en Génova un 18 de febrero de 1940, Fabrizio estudia en la Universidad con el objetivo de ser abogado al tiempo que se forma en su vocación musical tocando jazz y estudiando guitarra y violín. Como él ha reconocido, «hubiera terminado siendo un abogado si no fuera porque Mina se fijó en un tema mío, “La canzone di Marinella”, convirtiéndola en un éxito». A raíz del eco desorbitado de dicha canción, que narra la historia de la muerte de una prostituta, en la inigualable voz de Mina, nace un nuevo Fabrizio De André, que vuelca a partir de 1968 todos sus esfuerzos en la composición.

En Génova se va generando una escuela de canción de autor, con Gino Paoli, Bindi, Lauzi y, sobre todo, Luigi Tenco. La noche del suicidio de Tenco en el Festival de San Remo, Fabrizio de André escribirá en un folio la impresionante «Preghiera in Gennaio», una canción heroica que ha sido comparada con el «Who By Fire» de Leonard Cohen.

Las canciones de Fabrizio De André pivotan sobre dos ejes interconectados: el amor y sus variantes, así la «Ballata dell´amore cieco», irónica alegoría del eterno femenino; o «La canzone dell´amore perduto», preciosa adaptación de la pieza en Re mayor de Telemann. La belleza dramática deja paso a la canción protesta en «La guerra di Piero», de estilo claramente dylaniano; o «Bocca di rosa», letra que parece salida de una novela de Émile Zola. En la delicada «Amore che vieni, amore che vai» el tema fabriziano por excelencia alcanza su punto álgido. Otro italiano, con una mucho mayor fortuna en España, como es Franco Battiato, ha reconocido estar en deuda con las baladas de Fabrizio De André, hasta el punto no poder dejar de incluir dos de sus mejores canciones en su disco Fleurs de 1999 junto a otras de The Rolling Stones, Brel, Endrigo y Aznavour.

Los dos primeros discos de Fabrizio De André son sencillamente fabulosos. En particular el segundo, Tutti Morimmo A Stento, un LP conceptual que supone un viaje a través de la desolación humana donde la voz de Fabrizio viene arropada por la orquesta filarmónica de Roma dirigida por Reverberi. En la «Ballata degli impiccati», pieza central de la obra, el recitado de Fabrizio parece provenir de una habitación en penumbra, donde los versos, a veces sarcásticos, no evitan hablar del rencor que anima a unas criaturas míticas de su invención.

Fabrizio De André prosiguió una carrera prolífica, publicando un disco al año, que dará lugar a grandes obras como La Buona Novella, inspirada en los evangelios apócrifos o Non al denaro, non all´amore ne´al cielo, donde se encuentra una de sus canciones más bonitas, «Un malato del cuore».

Con La storia di un impiegato, su álbum más controvertido, Fabrizio recibe la crítica de la derecha y la izquierda italianas, que por diversos motivos reniegan de un punto de vista que lo sitúa en un lugar político donde lo que impera es la capacidad autárquica del individuo, sin necesidad de tener quienes dirijan el propio destino.

En 1974 publicará Canzoni, un álbum de versiones de temas de Cohen -«Suzanne», «Giovanna d´Arco»-, de Bob Dylan -«Desolation Row» convertida en la bellísima «Via della povertá»-, o  de nuevo Brassens -«Le passanti»-, rindiendo cuentas con algunos de sus admirados compañeros de viaje. De André volverá a versionear a Dylan en el disco Rimini de 1978, con la excepcional «Romance in Durango» y otras canciones que recuerdan lo mejor de su primer disco, como «Andrea» o «Sally». Ya unos años antes, en 1975, había comenzado su colaboración con otro gran compositor italiano, Francesco de Gregori, en Volume VIII, donde la retórica fantástica de Fabrizio se complementa con el cosmopolitismo de Francesco.

Se publica, como colofón a este fantástico periodo en la vida de Fabrizio, el doble disco en directo acompañado de la banda de rock progresivo italiana PFM (Premiata Forneria Marconi), que supone una especie de resolución de toda su etapa artística precedente.

En 1979 Fabrizio De André y su compañera Dori Guezi viven una experiencia dramática al sufrir un secuestro en la isla de Cerdeña, donde habían fijado su residencia. El secuestro duró cuatro meses. De tal experiencia se nutriría su disco sin título conocido como L´Indiano, que se abre en su cara B con la fabulosa «Hotel Supramonte».

A partir de entonces la carrera de Fabrizio De André se hace mucho más irregular, aunque le da tiempo a grabar dos espléndidos álbumes, Creuza de ma, en colaboración con Mauro Pagani y escrito íntegramente en genovés, que recibió encendidos elogios de David Byrne, y la que puede considerarse su brillante despedida y compendio último de su talento, Anime Salve, de 1996. Un disco de sabores diversos, encuentros y sugerencias.

Un 11 de enero de 1999 moría Fabrizio De André en un hospital de Milán. Fue trasladado a su Génova natal, donde una multitud desolada de todas las edades y condiciones abarrotaron las calles durante el funeral para aplaudirle literalmente y darle su último adiós. La canción italiana no ha vuelto a llegar ni de lejos a la altura del genovés universal y su manera siempre brillante de salir de las encrucijadas que nos plantea la vida. Como dejó escrito Cesare G. Romana, «para Fabrizio no hay esperanza en el hombre, sino en el amor que vence al odio, en la caridad que vence el rencor, y la injusticia. En él encontramos la piedad de quien conoce el dolor y quien conoce los errores, abriendo la puerta del rescate. La felicidad no nace de la riqueza ni del poder, sino del placer de donar. Y que la muerte es temible solo para quien no ha sabido abrirse, en vida, a la compasión». Siempre Faber.

 

 

 

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