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Márquez se ríe del “chattering” y del mundo

Tomás González-Martín el

Es único, irrepetible. Tiene las condiciones para convertirse en el mejor piloto de la historia. Roser Alentá, su madre, me dice que Marc no debió arriesgar en Mugello. Manifiesta que debió dejar vencer a Lorenzo. Que su hijo se jugó una caída, una lesión de larga duración y el propio título Mundial, ya casi asegurado, por sumar su sexta victoria consecutiva. Son las mismas opiniones que durante años vertía el director del campeón, Alzamora, hasta que se dio cuenta que su pupilo es un genio y no hace caso a los mensajes conservadores.

Emilio ya ha tirado esa toalla y se suma al carácter mágico del ganador. Piensa que, si se la juega, es porque sabe que va a ganar. Márquez, el protagonista, escucha estas valoraciones y vierte la suya, la que cuenta: “Tengo cincuenta puntos de diferencia para administrar y mientras posea ese margen iré a por todas”. Su madre y Alzamora lo escuchan y se quedan con la resignación de saber que es un piloto distinto.

Ezpeleta, el jefe organizativo del Mundial, ha sido cocinero antes que fraile. Ha vivido estas situaciones con Doohan y con Valentino. Sabe que un campeón es imposible de frenar. Si quiere luchar por vencer, dejénle, es imparable. Para Carmelo, lo importante de MM03 es su determinación para salir a ganar y conseguirlo. Tiene confianza en sí mismo.  

Toda la conversación se centra en un hecho: Marc Márquez sumó en Mugello la sexta victoria consecutiva en la cilindrada reina y ese dato es una plusmarca mundial que piensa engrosar en Montmeló, dentro de una semana, y en los siguientes grandes premios. Quiere imponer un récord imposible de emyular. Siete, ocho, nueve triunfos consecutivos. En Barcelona, en el circuito más cercano a su casa, en España, no va a conservar nada. Se la jugará por sumar la Séptima, como si fuera su Champions particular. No solo por aumentar su plusmarca, sino por acumular victorias y victorias. Solo administrará puntos cuando Lorenzo o Rossi se le coloquen a 40 puntos o menos, algo que parece imposible hoy en día. Solo una caída, un toque de un rival, un empujón, puede hacerle perder alguna carrera, sumar un cero y meditar en hacer esas cuentas. Mientras tenga esos 50 puntos de ventaja, irá a por todas. Es Márquez. Quizá, el piloto más genial de la historia.

Solo Stoner ha cruzado una moto en las curvas como lo hace este niño irreverente que ha roto con los códigos del pilotaje. Durante décadas hemos escuchado a muchos pilotos quejarse del “chattering”, del rebote de sus ruedas al correr a la máxima velocidad, para justificar una mala carrera. Casey y Marc han demotrado en los últimos ocho años que eso es un cuento chino. Márquez se ríe del “chattering”.

El australiano también se ríe de esa tontería. Porque un piloto puede ganar en las curvas lo que no puede obtener en las rectas. Stoner ganó el Mundial 2007 con la Ducati cruzando la máquina en las curvas para aniquilar su carácter bronco. En 2011 lo volvió a obtener la corona, entonces con Honda, en un paseo triunfal. En 2012 dejó el motociclismo. Llegó Márquez en 2013 y mejoró esa colocación de la moto, cruzada, en las curvas, para eliminar su rudeza al girar. La diferencia entre Stoner y Marc es la personalidad. El oceánico se debilitaba ante los problemas. Rossi le ganó psicológicamente en 2008. Con Márquez, es imposible. Nadie le vencerá por mentalidad. Lorenzo, que es tan fuerte de carácter como él, lo sabe. Al niño solo se le podrá superar en la pista. Cosa muy difícil. Técnicamente es inmejorable. Por valentía nadie le derrotará. Por riesgo, tampoco. Es, quizá, el genio de los genios.

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