Enfadado se fue Marc Coma del Dakar disputado en enero de 2012, cuando vio cómo Despres tenía todos los apoyos de la organización, que es francesa, y el piloto se permitía el lujo de dejar tirado a un compañero herido con tal de adjudicarse la corona. En contraprestación, el español se había parado en otras ocasiones para atender a otros pilotos caídos. Marc no pudo desquitarse en el Dakar de enero de 2013 por una maldita lesión de hombro y de espalda. Tuvo que esperar al Dakar 2014, mientras ganaba y corría en otros rallys en la larga espera. Sabía que este año tenía que volver mejor que nunca para adjudicarse la prueba que marca su vida.
Así lo hizo. El hijo predilecto de Aviá se preparó durante todo el año para regresar al Dakar americano a tope. Solo la mala suerte podía derrotarle. Su físico, su experiencia y su calidad formaban un compendio insuperable. Y se apuntó su cuarto título en el palmarés. Es el español con más Dakar a sus espaldas, esas que tiene tan doloridas de tanto correr, levantado, durante nueve horas diarias.
El raid mítico es su vida. El que traza todo el trabajo de cada año. Marc no existiría sin el Dakar. Es el sino de su respirar. Es su reloj anual. Se pone a desayunar cada mañana a las siete para irse a entrenar pensando en el rally. Ya trabaja para la edición 2015. Su reto es obtener el quinto entorchado y soñar después con igualar los seis de Peterhansel sobre dos ruedas dentro de dos temporadas. Le faltan dos. Va a por ellos. Es el objetivo de su vida. Y después querría el séptimo. ¿Qué haría Marc sentado en casa viendo cómo otros corren, si esa carrera es su alma, corazón y vida?. Marc es como Sinatra. Desearía morir en el escenario a los 82 años. Es capaz.
Otros temas
