Con los hombros destrozados salieron a la pista y volaron a 310 kilómetros por hora durante cuarenta y nueve minutos, después de otros dos días de entrenamientos en los que sumaron cinco horas sobre la moto. Recién operados, con más clavos en los hombros que Cristo en sus manos, Lorenzo y Pedrosa disputaron el GranPremio de Laguna Seca para mantener sus aspiraciones al título de MotoGP. Cualquier médico normal los habría ingresado en el hospital. No por sus lesiones, sino por su locura por competir, por su pasión por el triunfo, por su amor al motociclismo. Es una droga sana. Jorge y Dani, Dani y Jorge, que tanto monta, monta tanto el Pedrosa como el Lorenzo, son dos ejemplos para los deportistas en general y para los pilotos en particular.
Los dos pueden jactarse con humildad de sumar más intervenciones quirúrgicas que insultos recibió el gran Curro Romero en Las Ventas a lo largo de las décadas. Lorenzo es un portento de voluntad. En Assen corrió veinticuatro horas después de escaparse del quirófano. Luego volvió a romperse el mismo hombro. Y reapareció en California.
Dani emuló a su compatriota. Acudió a Lagunas Seca seco de fuerzas y sumó un buen puñado de puntos, uno menos que el mallorquín. Quien desea ser coronado como el mejor del mundo no puede descansar, ni recuperarse. Los dos persiguen el título. Jorge, el tercero. Dani, el primero en MotoGP, que se le resiste desde que debutó en la cilindrada grande hace nueve temporadas. Stoner decía que abonadonaba el motociclismo por esta lucha inhumana de los pilotos. Sus compañeros españoles no tiran la toalla. Nunca. Les ha salido un grano en la parte trasera del mono, Marc Márquez, y no pueden descansar ni aunque tengan el hombro mirando a La Meca. Poque ese niño, Marc, es otro Rossi. De Cervera, sí, no de Urbino, pero con la misma calidad caníbal de Valentino. Con la misma ambición de VR46. La que también sienten Jorge y Dani. Son tres españoles con ansiedad de éxito que ofrecen un espectáculo mundial.
Otros temas
