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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Mis vuelos con Malaysia Airlines

Pablo M. Díez el

Rompiendo todas las leyes de la probabilidad, Malaysia Airlines ha perdido dos aviones en cuatro meses. Primero el desaparecido MH 370, que se sospecha se estrelló en el Océano Indico pero del que aún no se ha encontrado ni rastro, y ahora el MH 17, derribado al parecer por un misil disparado por los rebeldes pro-rusos de Ucrania.

Hasta ahora una compañía modélica, Malaysia Airlines se ha ganado una fama de gafe que hará que los pasajeros se lo piensen dos veces antes de elegirla.

De forma ilógica, la fatalidad se ha aliado contra las aerolíneas estatales de Malasia, una compañía que hasta hace poco era un modelo de eficiencia y seguridad pero que ahora arrastra un doloroso sambenito de gafe que puede llevarla a la quiebra. Por culpa de estos trágicos precedentes, los pasajeros se lo pensarán dos veces antes de tomar un vuelo de Malaysia Airlines, que lleva años sumida en una grave crisis con fuertes pérdidas. Todo ello a pesar de que en 2012 fue nombrada la mejor aerolínea de cinco estrellas del mundo en la reconocida clasificación de la consultora británica Skytrax, donde cada año suele ocupar sus primeros puestos.

Fundada en 1937, durante la época colonial británica, Malaysia Airlines cuenta con 19.000 empleados y 122 aviones, entre ellos seis Airbus A380, que cada día transportan a 37.000 pasajeros a 80 destinos de todo el mundo. Antes de la desaparición del vuelo MH370, había que remontarse hasta 1977 para recordar el peor desastre aéreo de la compañía. Ese año, uno de sus aviones se estrelló tras ser secuestrado con un centenar de personas a bordo. Durante las dos últimas décadas, la aerolínea no había sufrido ningún accidente mortal, pero una maldición parece haber caído ahora sobre Malaysia Airlines.

Aunque he viajado en todo tipo de cacharros con alas, desde un Ilyushin de transporte con destino a Afganistán hasta una avioneta de hélices sobre el Himalaya, recuerdo que el peor vuelo de mi vida fue con un avión de esta compañía. Ocurrió en septiembre de 2006 entre Bangkok y Kuala Lumpur y jamás olvidaré el miedo que pasé por las fuertes turbulencias que sacudieron al aparato durante todo el trayecto. En aquel momento, mientras me agarraba al asiento pensando que se iba a estrellar, maldije mi suerte por no haber comprado otro billete para el mismo destino con Thai Airways, una de mis aerolíneas favoritas. Para volar de Bangkok a Kuala Lumpur, tenía dos opciones y, al final, opté por Malaysia Airlines, que era más barata, para así ahorrarle dinero al periódico. Craso error, pensé luego mientras el avión temblaba en medio del aire como si fuera una atracción de feria.

Desde entonces, evité cualquier vuelo de Malaysia Airlines durante ocho años. Hasta que, tras la misteriosa desaparición del MH 370, viajé en marzo desde Pekín hasta Kuala Lumpur en un avión de dicha compañía. Para la vuelta, hice el mismo trayecto que cubría el aparato perdido justo dos semanas después. En el vuelo, que iba lleno, nadie pensaba que nada malo podía ocurrirle a otro avión de Malaysia Airlines – y mucho menos a ese aparato – porque iba en contra de la lógica más elemental. “Las probabilidades de que ocurra otra tragedia en la misma aerolínea, y encima en el mismo vuelo, son ínfimas”, me razonaba Lily Tay, una joven malasia que trabajaba para una empresa tecnológica de Australia y viajaba con su madre de vacaciones a China.

Lo mismo pensé yo tanto en ese momento como hace un par de semanas, cuando tomé otro vuelo de Malaysia Airlines de Penang a Kuala Lumpur. Había ido hasta allí por motivos de trabajo y dicha aerolínea era la mejor opción para regresar al aeropuerto de la capital malasia, donde al cabo de tres horas tenía otro vuelo de vuelta a Pekín. Encomendándome a esas mismas normas de la probabilidad que citaba Lily Tay, estaba convencido de que nada malo podía ocurrirle a tal vuelo. Pero, como hago siempre, le di unas palmaditas al fuselaje del avión al entrar en la cabina. Una costumbre que ya se ha convertido en el único ritual supersticioso que tengo, como el de esos jugadores de fútbol que entran siempre en el campo con el pie derecho o santiguándose. Nada que ver con el chiste macabro de Cor Pan, el desdichado turista holandés del MH 17 que colgó una foto en Facebook mofándose de la desaparición del vuelo MH 370 de Malaysia Airlines y cuya broma se volvió trágicamente real.

Para no tentar la suerte, yo seguiré dándole un par de palmaditas en el fuselaje al próximo avión que tome, ya sea de Malaysia Airlines o de cualquier otra compañía. Porque la suerte, como se ha visto con el MH 17, es tan caprichosa como el destino.

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