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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

“Bai jiu”, el orujo de China

Pablo M. Díez el

Puede que el té sea la bebida más popular entre los chinos, que lo consumen constantemente y hasta lo llevan a todos sitios en sus pequeños termos individuales. Pero, a la hora de brindar, se olvidan de su habitual serenidad confuciana y se lanzan con desenfreno al “bai jiu” (pronúnciese “pae lloo”). Literalmente, significa “vino blanco”, pero en realidad se trata de un fortísimo licor destilado por lo general del arroz o del sorgo que tiene entre un 40 y un 60 por ciento de alcohol. Con un intenso sabor agrio, recuerda al orujo español o a la grapa italiana, pero sus hermanos más suaves son el “soju” coreano o el más refinado y exquisito sake japonés.

Con sus emblemáticas botellas de cerámica, Moutai es el “bai jiu” más famoso de China.

Para la mayoría de los extranjeros, el “bai jiu” sabe a rayos, marea con solo olerlo y se le antoja al paladar como gasolina pura, pero se ven obligados a consumirlo porque rechazarlo es una descortesía hacia la formalista hospitalidad oriental. Y es que en el gigante asiático no hay boda, fiesta o banquete oficial que se precie sin que salga a relucir a la hora de los brindis. Al son de los insistentes “gan bei”, que en mandarín significa “vaso seco”, los chinos se lo tragan del tirón en forma de chupitos hasta caer redondos. Tales son las cogorzas que se pillan que algunos restaurantes de Pekín y Shanghái ya disponen de sillas de ruedas para sacar a los comensales que hayan perdido el conocimiento víctimas de un coma etílico. Como bien saben los empresarios que hacen negocios en este país, para firmar un buen contrato antes hay que emborracharse con el socio local en torno a una copiosa mesa o cantando junto a atractivas “señoritas” ligeras de ropa en los reservados de los karaokes.

Presente desde tiempos inmemoriales en la milenaria cultura china, cada pueblo, cada ciudad, tiene su propia marca de “bai jiu”, que abarca desde los más caseros y baratos hasta los más caros y famosos. Sin duda, el más conocido es Moutai, que se viene produciendo a gran escala en la provincia sureña de Guizhou desde la dinastía Qing (1644-1911) y con el que Mao Zedong agasajó a Nixon durante su histórica visita a China en 1972. Ganadoras de numerosos premios desde hace casi un siglo, las emblemáticas botellas de cerámica de Moutai constituyen un codiciado objeto de deseo para la élite del Partido Comunista y los nuevos ricos que se han forrado al amparo del extraordinario crecimiento económico del país. Debido al espectacular aumento de la demanda y a su limitada producción, su precio se ha multiplicado por cinco durante los últimos años hasta superar los 250 euros por botella. Pero el “bai jiu” está sufriendo ahora una brusca caída en el consumo por las abundantes falsificaciones que inundan el mercado chino y las nuevas medidas de austeridad del régimen, que intenta limitarlo en los hasta hace poco pantagruélicos banquetes oficiales.

Junto a Moutai, que se comercializa en un centenar de países, destacan otras marcas como el popular Erguotou y el más exclusivo Wuliangye, que se destila de cinco granos (sorgo, arroz, arroz glutinoso, maíz y trigo) y cuya graduación más alta puede llegar a costar casi 30.000 yuanes (3.670 euros). Aunque el “bai jiu” parece un aguardiente peleón, a los chinos les sabe mejor que el güisqui, el coñac o el champán. ¡Gan bei!

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