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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

El Nido, las islas románticas de Filipinas

Pablo M. Díez el

Desde la pequeñísima avioneta de hélices que vuela desde Manila, donde sólo caben una docena de pasajeros más los dos pilotos, se distinguen perfectamente los bancos de coral entre aguas cristalinas, salpicadas por islas de vivos colores. Reflejo de un cielo poblado por gigantescas nubes de algodón, el azul intenso del mar contrasta con el verde de la espesa vegetación que cubre los islotes, que llega hasta sus desiertas playas de arena dorada. A vista de pájaro, los contrastes realzan la majestuosidad de “El Nido”, posiblemente el destino más exótico y selecto del Sudeste Asiático.

El Nido, a vista de pájaro, desde la avioneta de hélices que vuela desde Manila.

Con una extensión de 465 kilómetros cuadrados, que se extienden a lo largo de la bahía de Bacuit en la punta septentrional de la isla de Palawan, “El Nido” está formado por un archipiélago de 45 islas e islotes de roca caliza con picos que llegan a los 650 metros de altura, como el de Cadlao.

Bajo el agua cristalina se ven los corales y hasta crías de tiburones cerca de la playa.

Por la riqueza de su flora y fauna, que han sobrevivido a la colonización del ser humano en una de las zonas más recónditas de Filipinas, “El Nido” es una importante reserva ecológica que cuenta con medio centenar de playas paradisíacas, cinco tipos de jungla tropical con aves autóctonas únicas en el mundo y tres hábitats marinos con delfines, tortugas en peligro de extinción, más de 800 clases de peces y un centenar de corales.

En El Nido aún se pueden encontrar islas paradisíacas desiertas que harían las delicias de cualquier náufrago.

Protegido por el Gobierno filipino, a “El Nido” sólo llega cada año un cupo de turistas, que pueden alojarse en el pequeño pueblo de Población y sus aldeas de alrededor o en los complejos ecológicos de lujo levantados en las islas de Miniloc, Lagen, Pangulasian y Apulit, que cobran hasta 300 euros al día. Con cabañas de madera que se alzan sobre sus aguas transparentes, y desde las que se ven las crías de tiburón que pululan entre sus pilares, estos “resorts” ofrecen desde románticas cenas con parrilla de marisco recién sacado del mar hasta clases de submarinismo. Además, los visitantes pueden surcar la bahía en barcazas que se detienen en islotes desiertos para practicar “snorkeling” y maravillarse con los bancos de peces de colores que nadan entre las formaciones irregulares de los corales.

Las puestas de sol son espectaculares en estas islas de Filipinas.

Para descansar de tanta aventura, nada mejor que pasarse el día entero en una tumbona de la playa a la sombra de un cocotero, acompañado por la lectura de un buen libro o un refrescante cóctel. Sin duda, un destino ideal para parejas todavía enamoradas.

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