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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Los “japos” no son bienvenidos en China

Pablo M. Díez el

Un mes y medio después de las multitudinarias protestas contra Japón a cuenta de las disputadas islas Senkaku (Diaoyu en mandarín), los chinos siguen a la gresca con sus malavenidos vecinos nipones. Como ahora a está a punto de comenzar el trascendental XVIII Congreso del Partido Comunista, que renovará su cúpula y aupará a Xi Jinping como sucesor del presidente Hu Jintao, ya no pueden manifestarse a miles por las calles portando retratos de Mao Zedong, quemando Toyotas y tirando tomates y huevos podridos contra las legaciones diplomáticas japonesas. Entre otras cosas, para que no cunda el ejemplo entre los descontentos con su autoritario régimen, que para eso estamos en el país de las copias y todo se imita, mejor o peor, hasta la saciedad. Pero eso no significa que haya decaído entre los chinos el odio hacia el imperio del Sol Naciente.

Cartel en una cafetería de Pekín reivindicando que las islas Daioyu son chinas y no dando la bienvenida a clientes japoneses.

Dentro del Festival de Cine Europeo que se celebra estos días en Pekín, anoche fui al cine a ver la magnífica película española “Pa negre” (Pan negro), que retrata con crudeza las rencillas personales y políticas en la Cataluña rural durante los “años del hambre” de la dictadura franquista, y me encontré un cartel ya poco sorprendente. Entre los trailers de los próximos estrenos, limitados por la censura a una veintena de películas extranjeras que suelen ser grandes éxitos de acción, volvió a colarse la dichosa foto de los islotes deshabitados y los caracteres con el ya famoso mensaje de marras, que hasta yo me he aprendido pese a mi torpeza con el mandarín: “Las islas Diaoyu son de China”.

Al tratarse de un lugar tan internacional como el cine Megabox, ubicado en la galería comercial de Sanlitun Village, no me esperaba tal reivindicación nacionalista. Pero no podemos olvidar que, hace un mes, el vecino centro comercial 3.3, también en la calle de los bares y embajadas de Sanlitun, lucía en su pantalla la misma proclama, acompañada además del himno nacional de China sonando por sus altavoces.

Basándose en las atrocidades cometidas por el Ejército imperial nipón durante la ocupación de China (1931-45), como la matanza de Nanjing, la prostitución de miles de prisioneras de guerra como esclavas sexuales o los experimentos biológicos al más puro estilo Mengele, el autoritario régimen de Pekín educa a su pueblo en el odio a Japón mientras la televisión emite a todas horas películas de guerra.

El rechazo llega a tal extremo que algunos establecimientos están prohibiendo la entrada a los clientes nipones, como vi hace unos días en una cafetería del centro comercial Chaowai Soho de Pekín y en un hotel de Xiamen, en la provincia costera de Fujian. El motivo, según me explicaron los sonrientes camareros, es que “nuestros jefes aman a China y, por tanto, los japos no son bienvenidos aquí”.

En el taxi, camino de vuelta a casa, me entretengo observando los coches que circulan a nuestro lado: Toyota, Honda, Nissan, Mazda, Suzuki. Aunque las ventas de estas marcas en China han bajado debido a la crisis diplomática de las islas, pasan varios vehículos nipones hasta que, finalmente, aparecen… un Volskwagen, un Audi y un Mercedes. Y, en silencio, me pregunto si los chinos sabrán que Alemania era aliada de Japón durante la Segunda Guerra Mundial.

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