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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

¿Me han “hackeado” la cuenta de internet?

Pablo M. Díez el

¿Me han “hackeado” la cuenta de internet? No estoy seguro, pero algo raro pasa. Los que vivimos en China estamos acostumbrados a lidiar con una conexión a la Red lentísima y limitada por los filtros de la “Gran Muralla Cibernética” (“Great Firewall”), que bloquean la apertura de páginas “web” censuradas como las que defienden a Falun Gong, apoyan la independencia del Tíbet y de Taiwán o, en un plano más general, critican al autoritario régimen de Pekín. Sin una VPN, una conexión de pago a un servidor en el extranjero, es imposible entrar en miles de portales, algunos tan populares como Facebook, Youtube o Twitter.

Aunque soy bastante celoso con mi intimidad, en uno de los últimos artículos que colgué en este blog, “Lujo comunista en China”, opté por incluir el mapa de Google con la dirección desde donde estaba subiéndolo a la Red, que no era otra que mi casa. Para mi asombro, en el mapa apareció una ubicación que está en la otra punta de la ciudad.

El mapa de Google me situaba trabajando en medio del lago de Beihai.

“Enviado desde el número 3 del hutong Xuechi”, rezaba la leyenda, mientras la flechita me situaba en medio del lago de Beihai, al norte de la Ciudad Prohibida. Si mi jefe lo hubiera visto, se habría pensado que escribo mis crónicas desde una barquita como si estuviera pasando el domingo en el Retiro. Pero lo malo no es eso, sino que mi domicilio se encuentra en otro lugar a bastantes kilómetros de Beihai, como se puede ver en este mapa de un artículo anterior.

Mi casa se ubica, en realidad, al este de Pekín, a bastantes kilómetros del lago.

¿Qué explicación hay para semejante misterio? Cuando uno trabaja como corresponsal en China, acaba desconfiando de todo y desarrollando una paranoia persecutoria por culpa de los numerosos rumores que circulan sobre el seguimiento, control y hasta espionaje de diplomáticos, periodistas y empresarios extranjeros.

Por eso, lo primero que pensé es que me habían “hackeado” la cuenta de internet. Recurriendo a mi calenturienta imaginación y a todas las películas de James Bond que he visto, me imaginé una base de piratas informáticos al servicio del régimen oculta justo bajo las aguas del lago de Beihai. Dicha posibilidad no resulta tan descabellada porque la Policía dispone de cientos de miles de agentes controlando en tiempo real los contenidos que circulan por la Red. Tampoco es de extrañar porque si hay algo sobra en China, es desde luego gente.

Pero, ¿qué interés puede tener el Gobierno en espiar a un periodista español? Si estuviéramos hablando del corresponsal del “The New York Times” o “The Washington Post”, la cosa cambiaría, ¿pero para qué vigilar mi internet cuando pueden ver la información que manejo publicada al día siguiente en el periódico? Estirando un poco más la “teoría de la conspiración”, se podría argumentar que con el fin de conocer mis próximos movimientos. No en vano, en los últimos días acababa de entrevistar al artista y disidente Ai Weiwei y el tema sigue estando calentito por el rechazo a su recurso contra la multa que le reclama Hacienda.

Recapacitando sobre este “Gran Hermano” de ojos rasgados y su obsesión por verlo y oírlo todo, recordé lo que ocurrió cuando, en 2005, me concedieron una entrevista con el entonces primer ministro de Taiwán, Frank Hsieh. Separada del continente desde el final de la Guerra Civil (1945-49), dicha isla es otro de los asuntos más sensibles para el régimen de Pekín, que reclama su soberanía pese a que es un país independiente “de facto”. Aunque Taiwán cuenta con su Gobierno democráticamente elegido en las urnas, su Ejército y su Administración, sólo es reconocido por una docena de Estados en todo el mundo. Pues bien, pocos días antes de desplazarme a Taipei para entrevistar a Hsieh recibí una llamada de la Embajada española. Así fue la conversación:

– Vas a ir a Taiwán pronto, ¿verdad?

– Sí – respondí algo escamado.

– Y vas a entrevistar al primer ministro, ¿no?

– Sí, pero… ¿cómo os habéis enterado? – pregunté con la mosca detrás de la oreja porque había gestionado la entrevista con las autoridades de Taipei y con mi jefe de Internacional sólo a través del correo electrónico y sin efectuar ni una sola llamada telefónica.

– Nos lo ha dicho el Ministerio de Asuntos Exteriores chino, que desaconseja tu viaje a Taiwán para realizar dicha entrevista.

Aunque el riesgo que corría era que no me renovaran el visado al año siguiente, hice oídos sordos a dicha recomendación por considerarla una intromisión en mi trabajo periodístico y acabé yendo a Taipei. La entrevista con Frank Hsieh salió publicada poco después y no pasó nada. ¿Pero cómo se enteraron los chinos de que iba a ir a Taiwán? ¿Habían leído mi correo? ¿A través de sus espías en la isla?

En 2010, y coincidiendo con la Expo de Shanghái, otro fenómeno paranormal ocurrió con mi cuenta de correo electrónico en Yahoo, que, por causas desconocidas, se quedó bloqueada durante un fin de semana, hasta que llamé al servicio técnico en España para cambiar la clave. El mismo problema tuvieron otros nueve corresponsales extranjeros en China, entre ellos el de “The New York Times”, Andrew Jacobs, quien aseguró que su correo había sido redireccionado a otra cuenta sin su conocimiento. Un “ciberataque” similar al que denunció Google a principios de ese año y que, finalmente, le llevó a cerrar su portal en mandarín para protestar contra la censura.

El pasado fin de semana comentaba el asunto con otro corresponsal español acreditado en Pekín. Cuando le conté la extraña historia del mapa del lago de Beihai, me dijo que él había rastreado la dirección de algunos de los comentarios a sus noticias en la página “web” de su periódico y que, curiosamente, también venían de ahí. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Hay bajo las aguas del lago una base de piratas informáticos? ¿Son los “hackers” que controlan nuestros correos los mismos que nos critican en los comentarios de nuestros artículos?

La verdad es que no lo sé. Pero por si acaso, y para despistar, he utilizado la VPN para colgar este “post” conectándome a un servidor de internet fuera de la “Gran Muralla Cibernética” china. Así que no se inquieten si en el mapa de abajo aparezco en algún lugar de Estados Unidos. Peor sería estar bajo el lago de Beihai.

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