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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Mi mascota la serpiente

Pablo M. Díez el

Ocultas en la espesura de la maleza tropical, nadando por los ríos, anidadas bajo las rocas, trepando por los árboles o incluso colándose en las casas a través de ventanas e inodoros, se calcula que en Tailandia hay unas 200 clases de serpientes. De ellas, más de 60 son venenosas, pero el resto no representa – en la mayoría de los casos – ningún peligro y son tan inofensivas como un perro, un gato, un loro o cualquier otra mascota doméstica.

Un encantador de serpientes en Bangkok.

Salvando las distancias, y dejando a un lado escrupulosas aprensiones, así consideran muchos tailandeses a las cobras, pitones, víboras y boas que pueblan esta bellísima nación del Sureste Asiático. Como si fueran canarios o grillos, las mantienen en sus hogares enjauladas o, si no son venenosas, totalmente libres para que puedan jugar con los niños o reptar a sus anchas a la caza de insectos y roedores. “Con un par de estas culebrillas podemos dormir a pierna suelta sin preocuparnos de que nos piquen los mosquitos o se cuelen ratas en la cocina”, alaban sus virtudes los vecinos que viven en los “khlong” de Bangkok, la red de canales que atraviesa la capital y por cuyas sucias aguas es frecuente ver todo tipo de serpientes, ya sean domesticadas o salvajes.

Claro que esto tampoco resulta raro en un país donde sus habitantes gustan de la compañía de lindezas del mundo animal como escorpiones, lagartos y hasta cocodrilos. A finales del año pasado, cuando las peores inundaciones en medio siglo se cobraron medio millar de vidas y anegaron buena parte de Bangkok, numerosos cocodrilos y serpientes escaparon de sus jaulas con la crecida de los ríos por las prolongadas lluvias del monzón.

Entre ellas destacaban 15 peligrosísimas mambas verdes que desataron el pánico y obligaron a traer a dos expertos veterinarios de Singapur para ayudar a sus colegas tailandeses en su caza y captura. Finalmente, fueron atrapadas o exterminadas sin que picaran a nadie, pero cada año se cuentan cientos de heridos por mordedura de serpiente.

En los años 80 y 90, se registraban hasta 8.000 ataques que dejaban una veintena de muertos, pero el Ministerio de Sanidad tailandés ha hecho grandes progresos en la investigación de antídotos contra el veneno de las serpientes.

Unos niños se bañan en las sucias aguas del río Chao Praya, en Bangkok, sin miedo a las serpientes.

En este sentido, uno de los centros pioneros se encuentra en la Granja de Serpientes del Instituto Reina Saovabha, que gestiona la Cruz Roja en uno de los “khlongs” de Bangkok. Gracias a las arriesgadas acrobacias y luchas que mantienen sus cuidadores con cobras y pitones, se ha convertido en un destino ineludible para los asombrados turistas que pasan por la capital tailandesa, igual que el templo del Buda reclinado o los espectáculos eróticos de Patpong. Pero también es una referencia médica porque sus veterinarios y biólogos extraen aquí el veneno de las serpientes que luego servirá para desarrollar antídotos que salven miles de vidas por todo el mundo.

“Las serpientes son comunes en Tailandia, pero no se ven con mucha frecuencia. Probablemente no se vean más de una o dos al año y no muerden a menos que las detectemos. Incluso si nos muerde una, lo más seguro es que no sea mortal y que sólo nos provoque un moratón y un poco de dolor por la hinchazón. Pero, de todas maneras, lo mejor es acudir inmediatamente a un hospital porque algunas mordeduras pueden matar a un hombre en menos de diez minutos”, advierte la página “web” www.thailandsnakes.com.

Al noreste de Tailandia, la aldea de Ban Kok Sanga es famosa por el circo de cobras con que sus vecinos entretienen a los turistas. En el “país de la sonrisa”, las serpientes trabajan como uno más de la familia.

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