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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

El fútbol, la manzana podrida del deporte chino

Pablo M. Díez el

Al mismo ritmo imparable que crecía su economía, el deporte chino ha experimentado durante las tres últimas décadas una progresión que tuvo su máximo auge durante los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008. Desde el tradicional ping pong hasta la gimnasia, los atletas chinos vienen copando los medalleros para orgullo y regocijo de su pueblo. Pero hay una deshonrosa excepción que desvirtúa todos estos logros: el fútbol, que se ha convertido en la manzana podrida del deporte chino.

A pesar de ser tremendamente popular, el fútbol chino está lastrado por la corrupción

Junto a la pésima trayectoria de la selección nacional, que sólo se clasificó para el Mundial de Corea del Sur y Japón en 2002 y hace el ridículo en cada competición, el balompié chino se encuentra lastrado por la corrupción, los partidos amañados y las apuestas ilegales.

Mientras el resto del mundo se escandaliza con la proliferación de partidos comprados por las mafias de internet, la Policía china intenta desarticular las redes de apuestas clandestinas que mueven millones en este país. Durante los últimos meses han sido detenidas una veintena de personas, entre las que destacan varios ex jugadores, entrenadores y directivos de clubes.

Uno de los primeros en caer, y luego tirar de la manta, fue Wang Xin, un antiguo futbolista que se había convertido en director general del Guangyuan de Liaoning, un club de dicha provincia china que, sin embargo, está registrado en Singapur. Buscado por la Interpol, Wang Xin fue detenido a finales del año pasado porque desde 2006 venía amañando partidos tanto en dicha ciudad-Estado como en la Primera División china, el segundo torneo más importante tras la Superliga.

Junto a él, también fueron arrestados Wang Po, director general de un equipo de la provincia de Shanxi, y Yang Xu, antiguo vicepresidente de la Asociación de Fútbol de Cantón (Guangzhou) y subdirector general del Guangzhou Pharmaceutical FC. En 2006, éste le pagó 200.000 (20.000 euros) a Wang Po para que su club, el Shanxi Wellsend, se dejase perder en un encuentro de vital importancia, allanando así el ascenso del Guangzhou Pharmaceutical a la Superliga. Conociendo que el resultado final iba a ser de 5-1, ambos apostaron en una página “web” extranjera y ganaron más de 100.000 yuanes (más de 10.000 euros).

“Como todo el mundo estaba sobornando a los jugadores y amañando partidos, pensé que nuestra honestidad se vería afectada si no seguíamos la práctica”, confesó Yang Xu a la Policía.

Los medios chinos hablan de que la trama descubierta es sólo la punta del iceberg, anunciando además el plan del Gobierno para limpiar el maltrecho nombre del fútbol. Demostrando que el deporte sigue siendo una causa nacional, el régimen de Pekín ha lanzado una cruzada anticorrupción y hasta el presidente, Hu Jintao, ha abogado en público por el “juego limpio”.

Con la humillación que supone “perder cara” con cada nueva derrota de la selección nacional, los gerifaltes del Partido Comunista incluso han llamado a capítulo a seis de sus jugadores, pero éstos han negado ser objeto de una investigación y aseguran estar colaborando con la regeneración del “deporte rey”.

Un objetivo que parece bastante difícil porque la actual Ley Criminal no contempla como delito la compra de partidos, sino sólo las apuestas. En China, donde el juego está prohibido, la máxima pena por dicho delito asciende a diez años de cárcel, una sentencia que algunos juristas consideran demasiado suave teniendo en cuenta las astronómicas sumas de dinero que mueve el fútbol.

Presa de la sospecha, el balompié chino agoniza. Mientras los estadios se vacían por el desencanto del público ante los frecuentes escándalos de corrupción, la quiniela no recoge los partidos de la liga nacional, sino de la Premier inglesa y del Calcio italiano, por miedo al amaño de resultados. Y la manzana sigue pudriéndose.

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