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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Wu Yulu, el campesino más robótico de China

Pablo M. Díez el

Si no fuera un campesino que dejó de ir a la escuela con 14 años porque era muy mal estudiante, Wu Yulu estaría hoy trabajando para la Agencia Espacial China y hasta es probable que hubiera diseñado algún cohete lunar o un satélite. Y es que, sin conocimientos técnicos y valiéndose sólo de una pericia innata, Wu Yulu ha fabricado ya 36 robots que le han reportado la fama en China al ganar alguno de esos concursos de televisión que premian a excéntricos inventores autodidactas.
“Era distinto a los demás niños, que estaban siempre jugando. A mí me gustaba observar los movimientos de las personas y animales y luego reproducirlos en las máquinas”, explica Wu Yulu, que tiene ya 48 años y fabricó su primer robot en 1979.

Dicho artilugio, que le llevó una década terminarlo, era un rudimentario “Mecano” de 26 centímetros adornado con la cabeza de un muñeco y montado con alambres, engranajes de hierro y cables sacados de la basura, pero podía andar y mantener la estabilidad gracias a un par de pilas. “No había visto películas de ciencia-ficción ni leído libros fantásticos porque en aquella época no teníamos nada de eso en los pueblos chinos”, se sincera el hombre en el taller de su casa, ubicada a 40 kilómetros de Pekín en el pueblo de Tongzhou.
Su segundo robot, que le costó fabricarlo medio año en 1980, era otra pequeña máquina herrumbrosa de cuatro patas dotadas con imanes para poder escalar por las puertas de hierro. Desde entonces, y utilizando sólo piezas sencillas como ruedecillas de metal, manguitos de plástico, tornillos, tubos, chapas o madera, Wu Yulu ha perfeccionado sus creaciones y hasta ha desarrollado robots con el mismo tamaño de un humano capaces de arrastrar un palanquín y pronunciar pequeños mensajes que, previamente, ha grabado en un megáfono.

Es el caso de Wu número 32, un colorista artefacto de 1,6 metros formado con un cuerpo de latón que pesa 100 kilos y está enganchado a una silla de hierro con ruedas. “Buenos días. Soy el robot porteador y llevo de paseo a Wu Yulu, que es mi padre”, dice moviendo los ojos y los labios de gomaespuma mientras avanza pasito a pasito gracias a una batería eléctrica y varios alternadores que le permiten tirar del carrito en el que viaja su creador.
Un modelo similar a éste, capaz de cargar con 300 kilos, fue expuesto en la feria científica de Shijiazhuang, en la provincia de Hebei, junto al último cohete espacial chino. Por 10.000 yuanes (1.000 euros), Wu Yulu lo alquiló luego durante tres meses a una televisión japonesa y después lo vendió a una empresa de Nanjing, cuyo dueño pagó 50.000 yuanes (5.000 euros) por tan original juguete.

“Compro todas las piezas a las compañías de reciclaje a 30 yuanes (30 céntimos de euro) el kilo y yo mismo moldeo el hierro para que las cabezas, las piernas y los brazos tengan un aspecto más humano”, explica el inventor en la puerta de su casa, la típica vivienda de campesinos chinos con varias destartaladas estancias y un patio central donde sus robots se mezclan con sus perros bajo la ropa colgada a secar.
Al principio, a la mujer de Wu Yulu no le hacía ni pizca de gracia que estuviera todo el día trasteando entre hierros y cables en lugar de atender su campo de maíz y trigo, pero cambió de idea en cuanto su marido empezó en 2002 a aparecer en televisión, donde ganó la fortuna de 10.000 yuanes (1.000 euros) en un programa sobre inventores caseros.
“Mi próximo proyecto es un robot que pueda desarrollar movimientos más complicados, como bailar o coger un cigarrillo”, concluye ilusionado Wu Yulu, quien trabaja en sus inventos 16 horas al día. Pero no está solo. En lo que supone un auténtico relevo generacional, su hijo pequeño, de 21 años, ha recogido el testigo y, gracias a sus estudios en la Universidad Tecnológica de Pekín, ya colabora con él instalando sencillos programas informáticos a sus nuevos robots. Entre ellos destaca un juego de damas contra el que juega en sus ratos libres Wu Yulu, el campesino más robótico de China.

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