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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Nanshan, el mayor campo de golf del mundo

Pablo M. Díez el

Dese un respiro contra la crisis. Por un rato, olvídese del tsunami financiero, desconecte de las apocalípticas noticias sobre el hundimiento del capitalismo, aspire profundamente y saque del armario los palos de golf y los zapatos con tacos. Para escapar de la debacle económica, nada mejor que un relajante paseo al aire libre, sintiendo en la cara el viento fresco de la Naturaleza, y varios atinados golpes con fuerza a la bola, que eso siempre descarga mucho estrés.
Y, si no quiere que sus compañeros de green le amarguen el día recordándole cuánto han caído sus acciones o el número de empleos que se han perdido con el cierre de la última fábrica, véngase a Longkou, una agradable localidad costera de la provincia de Shandong, al este de China, que se enorgullece de ser el único pueblo del país en tener un restaurante de la cadena de hamburguesas americana Kentucky Fried Chicken.
En este pequeño municipio que se alza frente a la Bahía de Bohai, cerca del puerto de Yantai, funciona desde hace ocho años el mayor club de golf del mundo, con 225 hoyos. Pero, no se asuste, que en realidad se trata de la suma de 11 campos de 18 hoyos y uno de 27 que, en total, ocupan una superficie de 1,3 millones de metros cuadrados. Entre dichos recorridos, figura uno diseñado por el golfista escocés Colin Montgomerie.

En 1999, el Club Internacional de Golf de Nanshan abrió sus puertas con 27 hoyos repartidos en un campo y medio, pero desde entonces no ha parado de crecer y este mes de noviembre pondrá en marcha nuevos campos para contar con un total de 279 agujeros.
Además, vamos a construir más instalaciones en Yantai y en Qingdao, la principal ciudad de la provincia, anuncia a ABC el subdirector general del club, Tao Qu, quien pretende así competir con otros proyectos que persiguen arrebatar la hegemonía al campo de Nanshan. A pesar de los vientos de crisis que soplan por todo el mundo, y que terminarán afectando al coloso oriental tarde o temprano, en la isla de Hainan, al sur de China, se está construyendo un club de golf con 300 agujeros, mientras que en Corea del Sur se ultima otro de 500 hoyos.
No es de extrañar porque, precisamente, la mitad de los 200.000 visitantes que recibe cada año el campo de Nanshan son surcoreanos, que acuden atraídos por la calidad y los precios más que competitivos de sus instalaciones.
Vengo varias veces al año porque el tiempo es fantástico y jugar al golf aquí es más barato que en mi país, explica Charles Kim, un empresario de Seúl de 40 años que se gasta unos 390 euros en el billete de avión y 28 euros al día en el caddy y el coche eléctrico que le lleva por el recorrido. Pero, para obtener ese precio tan asequible, debe ser socio y haber pagado unos 22.000 euros por la tarjeta de abonado, que se renueva cada tres años y le da permiso a traer a un acompañante como su novia. Una joven belleza oriental que le da a la bolita con poco swing pero que, a tenor de sus atributos, hace justicia a la fama que tienen las surcoreanas por su afición a la cirugía estética y los implantes de silicona.

Para los no miembros o miembras, que diría la ministra , la tarifa es de 57 euros al día, lo que explica que este elitista club sólo tenga 1.600 socios. De momento, tenemos pocos clientes occidentales y la mayoría son surcoreanos o chinos de la provincia de Shandong, pero queremos hacer promoción del campo en otros países, desgrana el subdirector del club, que pertenece a la compañía Nanshan Group.
Con más de 40 firmas repartidas en sectores como la construcción, la electrónica, la minería, la industria textil, el turismo, la educación y la medicina, este gigante empresarial ha invertido más de 114 millones de euros en el proyecto, que le reporta cada año unos ingresos cercanos a los 23 millones de euros.
Además del campo de golf, el club internacional de Nanshan dispone de seis hoteles con 3.000 camas situados frente al mar en Dong Hai, una zona en plena expansión de Longkou donde ya viven unos 20.000 residentes y que recuerda a las promociones inmobiliarias que se levantan en primera línea de playa en la Costa del Sol o el Levante español. Dichos hoteles, donde las masajistas asaltan a los clientes incluso antes de registrarse en la recepción, ofrecen habitaciones dobles por poco más de 30 euros, pero para las comidas es mejor degustar el famoso marisco de Qingdao en el restaurante del lujoso club de golf.
Con varios recorridos entre lagos artificiales y frondosas montañas, en una de las cuales se alza la gigantesca estatua de un Buda frente a una pagoda, los campos de golf de esta China del progreso y la modernización suelen ser testigos silenciosos de tratos multimillonarios y oscuras corruptelas políticas.
Así lo atestiguan el Porsche Cayenne del hijo del dueño, inmerso en pleno partido con el presidente de un banco estatal o algún gerifalte local, y los dos funcionarios gubernamentales que, sorprendidos en la arena un jueves al mediodía en lugar de estar en sus despachos oficiales, salen pitando en el coche eléctrico en cuanto ven a un periodista haciéndoles fotos. La gente como nosotros no podemos aparecer en las entrevistas. Es mejor que busque a alguien que trabaje por sí mismo, le dicen a la traductora.
Todo ello a pesar de que el subdirector del club, que ha sido visitado un par de veces por el presidente chino Hu Jintao, insista en que son pocos los cuadros del Partido Comunista que vienen a jugar al golf porque este juego elitista no concuerda con la imagen de austeridad que quiere dar el Gobierno.

Más bien al contrario, la austeridad aquí brilla por su ausencia, con pomposos salones privados en el restaurante y bolsas de golf de Callaway que cuestan más de 2.000 euros. Junto a gorras, camisetas y pantalones, la tienda del club vende zapatos falsificados de Prada, Louis Vuitton, Armani y Salvatore Ferragamo que, por unos 30 euros regateables, hacen las delicias de los visitantes surcoreanos, que se pirran por las marcas de lujo y, con lo que se ahorran en China, dan buenas propinas a los 300 caddies del campo, de los que sólo diez son hombres.
Empezamos a las seis de la mañana limpiándolo y preparándolo todo y terminamos a las seis de la tarde, cuando se va el sol, indica Wang Shuye, una chica de 22 años que cobra 230 euros al mes y se saca otros 115 euros en propinas.
En China, dicho sueldo es tan alto que le da la mitad a sus padres. El trabajo es bueno y conoces a gente interesante, pero a veces tienes que cargar con la pesada bolsa de los palos cuando el cliente no quiere coger el coche eléctrico y soportar los enfados de los malos perdedores, se encoge de hombros la caddy, acostumbrada ya a una vida bajo par.
Lo dicho, nada mejor que un buen drive contra el handicap de la crisis para sacar a la economía del hoyo.

Más información en http://www.nanshangolf.com/en/index.asp

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