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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Un Masters con sabor español

Pablo M. Díez el

Tengo que reconocer que cuando me llamó nuestro jefe de Sociedad, Cultura y Deportes, Juan Cierco, para encargarme que cubriera la Copa Masters de Tenis en Shanghai, me entró un poco, por no decir mucho, miedo escénico. No era temor al imponente Estadio Qi Zhong, otra de esas majestuosas construcciones que han proliferado en China al amparo de su extraordinario crecimiento económico, sino al hecho de enfrentarme ante un acontecimiento deportivo de primer nivel como este torneo de maestros del tenis que se juega al final de cada temporada. Todo ello, además, cuando mi máximo dominio de una raqueta se había ceñido a colar los spaghetti en mi época universitaria.
Así que ahora no tenía que ir a visitar las fábricas de Guangdong, en el sur de China, ni viajar hasta la hermética Corea del Norte, la apasionante India o el misterioso Tíbet. Tampoco debía cubrir unas elecciones en Japón, un terremoto en Indonesia, una revuelta democrática en Nepal, un golpe de Estado en Tailandia ni una cumbre de la OMC en Hong Kong o del FMI en Singapur. Ahora mi cometido iba a ser relatar la pugna entre los ocho mejores tenistas del mundo por alzarse con la Copa Masters.

Ocho jóvenes, la mayoría de 20 o 21 años, que son auténticos ídolos de masas por su habilidad sobre la pista y que ganan al año más de un millón de dólares. Sin ir más lejos, y aparte de la gloria y la Copa Masters, el ganador de este torneo se llevará la friolera de 4,5 millones de dólares.
Sin duda, una astronómica cantidad de dinero que escandalizará a más de uno y que demuestra la importancia que tiene el deporte como espectáculo de masas en esta sociedad globalizada en la que vivimos.
Y es que, ya sea en Wimbledon, Roland Garros o en el US Open, el público vibra igual en todo el mundo con la belleza de las jugadas o el esfuerzo de los tenistas, y se emociona de la misma manera en París, Londres y Shanghai cuando una bola entra por los pelos o un intercambio de golpes se prolonga hasta la eternidad con tanto suspense que incluso corta la respiración.
Aparte del privilegio que supone ver a los ocho mejores tenistas del circuito, la experiencia de cubrir el Masters de Shanghai ha sido sumamente interesante, sobre todo, por poder comprobar que estas estrellas son también humanas. Que luchan y sufren hasta la extenuación defendiendo un punto, que son capaces de hacer una gesta heroica un día y al siguiente venirse abajo, que se enfadan y rompen las raquetas cuando se les escapan sus disparos o no pueden doblegar a su rival, que conocen sus limitaciones y la superioridad de sus adversarios a pesar de su orgullo y, lo más importante, que estallan de alegría, liberan la tensión y les embarga una felicidad difícilmente descriptible cuando ganan un juego, un set o un partido.
Además, dos jugadores españoles, Rafael Nadal (número 2 del mundo) y David Ferrer (número 6) se juegan hoy sábado su pase a la final ante dos huesos duros de roer: el número 1 del circuito, el suizo Roger Federer, y el número 5, el estadounidense Andy Roddick, que ha demostrado estar muy fuerte en este torneo. Con independencia de lo que pase en estos encuentros, para ellos y para el tenis español ya supone un nuevo triunfo plantarse en las semifinales de la Copa Masters. Ahora sólo hace falta desear y esperar que su esfuerzo se vea coronado con un puesto en la final, que podría ser totalmente española. Aunque también es posible que los dos se queden fuera por una de esas grandezas y, al mismo tiempo, miserias del deporte y, en general, de la vida.
Mientras tanto, lo mejor es disfrutar con el espectáculo que ofrezcan desde el Estadio Qi Zhong de Shanghai, desearles suerte y que gane el mejor.

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