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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Tangshan, el terremoto que sacudió a toda China

Pablo M. Díez el

El año 1976 fue doblemente trágico para China. Por un lado, el 9 de septiembre fallecía el padre de la patria, Mao Zedong, y, por otro, el gigante asiático sufría a finales de julio uno de los terremotos más virulentos de la Historia.
Mientras la sociedad china todavía debe enfrentarse a su pasado para determinar si la desaparición del Gran Timonel perjudicó al país o si, por el contrario, lo benefició al permitir sus reformas económicas y su apertura, nadie duda en lamentar la segunda catástrofe.
No en vano, el devastador seísmo que tuvo lugar el 28 de julio en la ciudad industrial de Tangshan, enclavada al norte de China en la provincia de Hebei, se cobró la vida de 242.419 personas y provocó 164.851 heridos, unas cifras que lo sitúan al nivel del tsunami registrado durante la Navidad de 2004 en el Océano Índico.

A las 3.42 de la madrugada, un terremoto de 7,8 grados de magnitud en la Escala de Richter equivalente a 400 bombas atómicas arrasó Tangshan y dejó sentir su onda en un área de 2,17 millones de kilómetros cuadrados repartida por 14 provincias de China. En pocos segundos, casi medio millón de casas se vinieron abajo, entre ellas la del matrimonio formado por Feng Dunmin y Geng Xiuzhu. Ambos tienen hoy 65 años y sobrevivieron al temblor pero, hace ahora tres décadas, podían haber muerto igual que su hija mayor, de ocho años.
Estábamos durmiendo y, de repente, todo empezó a moverse con fuerza. El techo se derrumbó sobre la habitación y mi mujer y yo quedamos atrapados bajo los escombros, explica Feng Dunmin.
El hombre, que trabajaba como conductor de camiones en una fábrica de calefactores, no fue rescatado hasta las ocho de la mañana, cuando sus vecinos escucharon sus débiles quejidos bajo las ruinas de lo que antes era su hogar. A mi alrededor no quedaba ni una casa en pie y la gente sacaba cadáveres de entre los cascotes, rememora Feng Dunmin, quien no pudo salvar a su esposa hasta una hora después.

Tenía una herida en la cabeza y estuve en coma una semana, tercia la mujer, que fue trasladada en el tractor de un vecino al Hospital 269 de Tianjin, a 80 kilómetros de distancia. Allí regresó a la vida, pero sólo para descubrir que lo peor estaba aún por llegar, puesto que todas las carreteras estaban destruidas y sólo se podía repartir comida a través de aviones que la lanzaban desde el aire.
Regresamos a Tangshan para reunirnos con nuestras dos hijas en la escuela donde estaban internadas, pero allí nos dijeron que una de ellas había fallecido, indica, a punto de echar a llorar, Geng Xiuzhu, quien aún tiene pesadillas sobre el terremoto porque perdió a seis familiares.
Tras recuperar al cabo de un mes a su otra hija, de seis años, ocuparon una casa del millón de viviendas de bambú que el Ejército chino levantó para dar cobijo a los damnificados antes del duro invierno.

A pesar de los duros momentos que vivimos y del tiempo que duró la reconstrucción, decidimos quedarnos porque éste era nuestro hogar, resumió Feng Dunmin, junto a su nieto de diez años, bajo el monumento que recuerda a las víctimas de aquel terremoto que sacudió no sólo a Tangshan, sino a toda China.
En 1979, tres años después del terremoto que borró del mapa a Tangshan, comenzó la reconstrucción de la ciudad, que duró hasta 1986. Con una inversión de 43.000 millones de yuanes (4.231 millones de euros), se levantaron 400.000 casas y se edificaron 12 millones de metros cuadrados de casas y 6 millones de instalaciones públicas.

En la Plaza de la Reconstrucción, en el centro de la nueva Tangshan, un monumento erigido en 1986 junto al museo del seísmo glorifica al régimen comunista por aliviar la catástrofe con 100.000 soldados, 20.000 médicos y con 18.000 vagones, 8.000 camiones y 1.000 aviones cargados de ayuda humanitaria. Pero la propaganda olvida que, tras décadas de aislamiento, la tragedia obligó a China a pedir auxilio a la Cruz Roja por primera vez.

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