Hacía tiempo que una imagen no provocaba en mí tanto desgarro, tanta tristeza, tanta impotencia. Son las manos del horror, la piel bruna y viva sobre la yerta, la mano del dolor sobre la de la paz muerta.
El cielo de la razón totalmente desequilibrado, hombres como mercancía, centenares de muertes a cualquier precio. ¿Qué dice la comunidad internacional?
Lo peor de todo es que en Egipto el mar de sangre aún no se ha secado, que esta noche será también la de un río despiadado, la de un adiós sin tiempo para la despedida. Lágrimas y lágrimas cuando a muchos no les quedará nadie más por quien llorar. Ni nadie que les llore.
(Fotografía de Reuters, en la mezquita de Al Iman)
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