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Blogs Tiro al blanco por Tomás González-Martín

27 de abril de 2012: el día que el xenófobo y supremacista Rummenigge se mofó de España

Tomás González-Martín el

Se creen superiores, por encima de los demás. Son supremacistas. Nos recuerdan a algunos que tenemos mucho más cerca, escapando de Bruselas a Alemania. Son los dirigentes, los jugadores y exjugadores del Bayern de Munich. Siempre han ido de soberbios y frente al Real Madrid lo han demostrado habitualmente. Ahora ya ha salido Rummenigge a criticar el arbitraje del duelo con la Juventus y expresar que el Bayern puede ganar la semifinal si el arbitraje es justo. El club bávaro, cuyo accionariado cuenta con un 8,33 propiedad de Adidas, presiona para poner en duda a los colegiados que dirigirán los partidos de Múnich y el Bernabéu. Y afirma que van a ganar si no se repite el arbitraje del año pasado en Chamartín.

Arturo Vidal fue quien abrió la espita al montar un espectáculo ante su ordenador al presenciar el partido Real Madrid-Juventus por medio de la computadora y mofarse del penalti de Benatia a Lucas. Le tiene ganas al Madrid por su expulsión del año pasado en el Bernabéu, pero su lesión le impedirá la revancha. Esa ha sido la política del Bayern: acogerse al arbitraje para conseguir que, ante la duda, las decisiones les favorezcan. Está muy visto, pero da resultado.

La prepotencia del Bayern es histórica, pero no ha dejado de repetirse. Hace seis años, el 27 de abril de 2012, cuando el Bayern superó al Madrid en el Bernabéu en la famosa semifinal de los penaltis, la fiesta nocturna del club tedesco acabó mostrando el racismo mental de estos alemanes del Bayern. Mientras Beckenbauer se fumaba un habano (para eso no hay xenofobia), el demócrata de toda la vida Karl Heinz Rummenigge, máxima cabeza dirigente del club, se rió en el hotel Palace de Madrid de la competencia española cuando cogió el micrófono y no sonó bien, con el sonido entrecortado. ” Típicamente español”, dijo en un alemán alcoholizado mientras otros directivos, jugadores, otros exftubolistas y comparsas le reían la gracia irónica en una explosión xenófoba de lo más vergonzante. Sobrepasado de alcohol, sus palabras tuvieron un tinte racista, supremacista. Sonó a tufillo de hace ochenta años. Le faltaba el uniforme, aunque realmente lo lleva puesto en su cabeza. No solo él, sino todos los que jalearon su mofa despectiva.

El castigo a este racismo evidente es que ya se creían ganadores de la Champions en 2012, cuya final se disputaba en su propio estadio muniqués, y el Chelsea les derrotó. Les puso en sitio. Se ahogaron en su propia prepotencia.

No era nueva esa actitud de Rummenigge. Sus declaraciones históricas han sido siempre despectivas e irrespetuosas, con un lodo prepotente, cuando las bolas calientes del sorteo de la UEFA enfrentaron a Bayern y Real Madrid.

Es la misma soberbia que el Real Madrid escuchó en 2014, cuando los dirigentes del club bávaro dijeron que en el Allianz Arena ardería todo ante la llegada del gran enemigo español. Ancelloti, entonces técnico madridista, les contestó con sencillez: “Espero que haya bomberos”. Y Ramos incendió Múnich, pero con goles de cabeza que quemaron a Guardiola.

Es la misma xenofobia que el Real Madrid ha visto desde el primer enfrentamiento entre ambas entidades, en las semifinales de 1976. Aquella primera vez, el Bayern llegó a la capital de España el 30 de marzo y su antipático presidente vino a ridiculizar a los españoles desde que pisó Madrid. Acudió al Bernabéu y dijo dos cosas para calentar el ambiente: “El Bernabéu no me impresionado nada y tiene una iluminación muy mala, muy antigua”. Haciendo amigos siempre los hombres del Bayern, con ese aire de superioridad estúpida.

Al día siguiente, el 31 de marzo del 76, el partido terminó con empate a un gol y el anticasero Linemayer, austríaco, vecino de Baviera, sufrió la agresión del descerebrado del Bernabéu. Dos semanas después, el Madrid acudió a Múnich y fue recibido con insultos en el aeropuerto muniqués. Le trataron como si fuera un club tercermundista. La prensa germana se inventó que los futbolistas alemanes también fueron agredidos el el partido de ida. Así se las gasta el Bayern.

Han pasado 42 años y siguen igual. Rummenigge es el fiel exponente de esa xenofobia. Lo fue de futbolista y lo es de dirigente. Otros exjugadores piensan igual. Nunca respetan a los contrarios y menos si son de otras culturas a las que consideran inferiores a la germana. El miércoles lo volveremos a soportar.

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