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Hijo, nunca te rindas, el lema que Dolores Aveiro inculcó a Cristiano

Tomás González-Martín el

Los tres goles que Cristiano marcó en el Calderón fueron la última demostración de una forma de ser que escribirá con más goles muchos nuevos capítulos. Hasta los 41 años, como dice el portugués. El delantero del Real Madrid sufrió una grave lesión de rodilla en la final de la Eurocopa y se recuperó con lentitud para volver a rendir al máximo. El artillero atrasó su regreso al fútbol competitivo hasta el 10 de septiembre porque, veterano, sabía que el desgaste de la pasada campaña fue enorme. Luchó por la Liga y la Champions hasta el final. Ganó la Copa de Europa con el Real Madrid y después jugó durante un mes una Eurocopa agotadora que dio a Portugal el título que se merecía por calidad e historia desde 1966, con aquella selección de Eusebio, Coluna y Torres que debió ganar aquel Mundial de Inglaterra.
Ronaldo supo asimilar ese cansancio. Empezó tarde la campaña, en septiembre. Con inteligencia, porque como demostraron Zidane y sus pupilos, como siempre decía Luis, todo se dilucida en los diez últimos partidos de Liga y en los dos últimos meses de Champions. Y en tres meses ha recuperado su esencia. El luso ha contestado con hechos a todos esos incultos futbolísticos que decían que Cristiano estaba acabado porque en septiembre y octubre no conseguía los goles que anotaba en años anteriores. Era más odio que opinión, pero la verdad es que Ronaldo ha constatado que tiene muchos más enemigos de los que conocía y ha comprobado que le están esperando para destruirle en cuanto muestre un mínimo detalle de debiliad. Es el precio que paga por ser futbolista del Real Madrid y no ser un hipócrita humilde.
Durante estos meses hemos tenido que escuchar de muchas personas que no saben de fútbol para decirnos que debíamos criticar a Ronaldo porque ya no rendía. Incluso gentes que creíamos que entendían algo de este deporte nos pedían que le diéramos leña. Solo miraban su reciente estadística de goles, que era menor de lo habitual. Ni siquiera habían asimilado nunca todo lo que hemos escrito sobre la entrega física y mental del portugués para rendir al máximo. Y comentábamos a todas estas personas que Ronaldo se encontraba ya muy bien físicamente y solo le faltaba marcar dos goles para coger de nuevo la racha. Nada, no nos creían.
El jugador lo demostró en Vitoria con tres tantos. Y en el Bernabéu no marcaba, cuestión de rachas, pero se escapaba por la banda, regateaba, hacía el uno contra uno y daba pases de gol a Morata. Era el Cristiano de siempre. Pero quienes no saben de fútbol querían imponer su criterio, porque ya se sabe que de fútbol todo el mundo se cree que sabe más que nadie y no saben de nada, e insistían en criticar al luso. Les advertimos que no haríamos ese ridículo, porque Ronaldo desdeciría a todos en cuanto se encaprichara. Que es una estrella, por muy mal que os caiga a muchos. Y se encaprichó en el Calderón. Tres dianas.
¿Dónde se esconden ahora los que decían, odiadores profesionales, que el portugués estaba en el ocaso de su carrera, acabado? Ahora, todos esos enemigos que acusaban a Cristiano de engañar a Florentino con su renovación observan que el luso es líder de la clasificación de goleadores de la Liga. Y eso que no jugó las dos primeras jornadas. Hace unas semanas pedían su despido porque solo llevaba cinco goles en Liga y dos en Champions. Solo le superaban siete futbolistas, pero él era el único malo. Casualidad. Hoy es líder del Pichichi. Una lección para tanto opinador de bar que se cree que sabe de balompié y que ha quedado en ridículo. En el fútbol hay que ser prudente con las figuras, porque tienen un talento que quienes no lo poseen no pueden calibrar. Y las estrellas como Cristiano invitan a la espera. Porque siempre vuelven a lucir.
El secreto del éxito de Ronaldo es superar a todos esos enemigos con el carácter para triunfar. Su madre, Dolores Aveiro, le inculcó un lema cuando el niño se marchó con doce años a vivir a la pensión Dom José de Lisboa para formarse en el Sporting de Portugal: “Hijo, nunca te rindas”. El chaval, solo, lloraba y quería volver a casa. Pero tenía genes de ganador. “Sigue ahí”. Le decía su madre. “Es tu futuro”. Acertó. Es un grande.

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