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El Madrid ha levantado su futuro, el Barcelona ha levantado ampollas

El Madrid ha levantado su futuro, el Barcelona ha levantado ampollas
GRA104. MADRID, 01/10/2017.- El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, durante su intervención en la Asamblea General Ordinaria de Socios de la entidad celebrada hoy en el Parque Ferial Juan Carlos I, en Madrid. EFE/Paco Campos
Tomás González-Martín el

Florentino Pérez ya es el segundo presidente de la historia del Real Madrid en la consecución de grandes títulos. Persigue el reto de alcanzar a Bernabéu en la obtención de Copas de Europa. Don Santiago celebró seis. Pérez lleva cuatro, pero supera al culpable de esta leyenda blanca en Mundiales de Clubes y en Supercopas de Europa. Su éxito reside en una política de fichajes de jóvenes talentos, cada vez más jóvenes y más geniales, que se quitan la presión de lo que significa el Real Madrid en unos meses, gracias a su calidad, para convertirse en nuevos líderes del equipo. Isco y Asensio son ejemplos. Desde que regresó al cargo en 2009, Cristiano, Benzema, Modric y Bale han sido los últimos grandes fichajes económicos del presidente. La filosofía de la entidad y del propio dirigente se ha modernizado en la última década. Desde hace cuatro años no realiza una adquisición que rompa el mercado. Lo que ha roto son los esquemas del Manchester City, del United, del Chelsea, del Barcelona y del PSG, que persisten en sus políticas de contratar con precios de platino a los futbolistas más mediáticos. Pérez hace todo lo contrario. Caza las mejores promesas a costes asequibles. Asensio, cuatro millones, y Ceballos, dieciséis millones y medio, son los últimos ejemplos de una planificación deportiva que se consolidó realmente cuando se fichó a Isco por treinta millones. Y con esa programación futbolística gana los mejores títulos desde hace cuatro temporadas y gasta la décima parte de sus adversarios. Mientras, el Barcelona sufre, porque Messi no ha firmado su nuevo contrato. La estabilidad del Real Madrid contrasta con el Barcelona. La casa blanca observa en la acera de enfrente el dislate de la tensión del futuro de Messi, que no ha firmado su renovación con Bartomeu, espejo de una situación desnortada, sin política a medio plazo. Todo pasa por Messi. Todo se reduce a Messi. El dilema del nacionalismo independentista también afecta a la situación.

El dirigente azulgrana ha tenido que salir a la palestra para decir que, en caso de una independencia declarada unilateralmente por la izquierda catalana, el Barcelona jugará la Liga española. Pero eso no vale. Eso no basta. El Barcelona, como Piqué, se ha introducido en esta polémica porque le va la marcha. A Iniesta no le gusta la deriva. Y a Messi tampoco.

En el flanco contrario, Florentino Pérez potencia la estabilidad del club blanco con la renovación de diez profesionales, nueve jugadores y Zidane, que firmaron convenios de larga duración. Marcelo, Varane, Benzema, Carvajal, Ramos, Marcos Llorente, Isco, Asensio, Nacho y el entrenador, toda una columna vertebral del conjunto, ha rubricado nuevos convenios con cláusulas que oscilan desde los 300 y los 700 millones. Junto a ellos, la dirección deportiva ha seleccionado nada menos que cinco jóvenes que también disfrutan de acuerdos extensos: Ceballos, Theo, Vallejo, Achraf y Mayoral. Es un plan que Florentino Pérez y José Ángel Sánchez comenzaron a apuntalar el verano pasado con las renovaciones de otros integrantes de la columna jerárquica del equipo: Cristiano, Kroos, Modric, Bale y Lucas Vázquez. El resto de profesionales de la plantilla viven similar seguridad. Keylor Navas, Kiko Casilla, Casemiro y Kovacic también poseen convenios a medio plazo. El campeón del mundo, de Europa y de la Liga tiene las ideas muy claras en proyecto de equipo y en coste. Los títulos lo evidencian. En el Barcelona, por el contrario, no se observa una política de futuro. Se ven parches. Se ficha al flaco y decaído Dembelé, que necesita vitamina dura, por 150 millones, para contrarrestar el adiós de Neymar. Y Dembelé no vale 150 millones ni aunque le inyecten calcio.

La situación perentoria, de decisión diaria, del Barcelona de Bartomeu es el polo opuesto del mensaje de tranquilidad que emana del Real Madrid. El objetivo que persigue el club de la capital de España con su cimentación de la plantilla por un mínimo de cuatro años es tener a todos los futbolistas tranquilos para que solo piensen en conquistar títulos. Y ellos han demostrado que los contratos largos no aburguesan. El resultado de esta filosofía de la entidad, con fichajes de grandes promesas a precios bajos, es crear un conjunto de jugadores jóvenes, porque son los que poseen más ambición, rematado con estrellas. El promedio de edad del plantel es de 24,5 años. Y sin tirar el club por la ventana. Theo costó 28 millones. Ceballos, 16,5. Neymar, 222. Dembelé, 150. ¿De verdad que hay tanta diferencia en el césped? Por supuesto que no. Esos precios que pagan el Barcelona y el PSG son una mentira económica. Las comparaciones son odiosas. Y evidentes.

El Real Madrid apuntala su futuro con serenidad. Sin embargo, Neymar ha roto la paz del Barcelona, aunque allí con Messi había poca tranquilidad.

Dicen que Neymar fue el más inteligente de todos al trasladar su sede social a París, al vislumbrar lo que se avecinaba con esos políticos independentistas de mercadillo del jueves. Y no le gustó ver al Barcelona implicado. Luego le han copiado CaixaBank, Banco Sabadell, NaturHouse y tantas y tantas empresas. No es tan tonto este Neymar, no. Bailón y fiestero sí, pero de tonto, ni un pelo.

Neymar, sí, contigo empezó todo. Destrozaste una paz azulgrana cogida con hilos, deshilachada con Messi. El contraste es la pausada filosofía de trabajar  que vive el Real Madrid. Gane o pierda, la entidad madridista viaja en una nave con el norte bien marcado. El Barcelona de Bartomeu, es todo lo contrario. Da bandazos al ritmo de los políticos secesionistas y de un Piqué que pone más leña a una hoguera sin bomberos. Mientras Florentino Pérez asegura una plantilla de futuro, Bartomeu solo depende de Messi. Las comparaciones son odiosas, sí. Y la diferencia de funcionamiento, abismal.

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