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Blogs Tiro al blanco por Tomás González-Martín

Di Stéfano definió a Serena: “Ese pibe la pasa muy bien, de rosca”

Tomás González-Martín el

Adiós, Serena. Adiós, Fernando Rodríguez Serena (1941-2018). Fue un fino extremo diestro, técnico, de dribling perfecto. «Ese pibe la pasa muy bien, de rosca». Di Stéfano definió con precisión a Serena, el hombre que junto a Amancio decidió «la sexta». Amaro estuvo en el funeral celebrado en Pamplona, al lado de Butragueño. “Era un chico callado, muy disciplinado”, dice el gallego de oro. “Marcar un gol determinante en una final de la Copa de Europa es el sueño de un futbolista”, señalaba Butragueño al hablar de un delantero que, como él, era madrileño y se formó en la cantera blanca. “Era un castizo”, remataba Amancio.

Santamaría le comentaba a Serena que el golazo que le introdujo en la historia eterna, el que marcó al Partizán de Belgrado en la final de la Copa de Europa del 66, lo consiguió por la presión de un rival. «Venía un defensa grandullón hacia él, un gigantón que tenía el Partizán, y disparó rápidamente para evitar su entrada», relata el central. «Realizó un disparo impresionante», remata Santamaría. Pachín le dio el pase que permitió la jugada decisiva. Fue el 2-1 definitivo. Serena lo firmó en el minuto 76. Seis antes, Amancio había igualado con su arte el tanto anotado por Vasovic en el 55.

Aquel trallazo dio al conjunto blanco la sexta Copa de Europa, seis años después de acabar el lustro de la leyenda, el periplo 1955-1960, sellado con cinco Copas de Europa. Serena y Amancio definieron, con aquellas dos dianas de la victoria, el nuevo Real Madrid, con Pirri, Zoco, Sanchís, Grosso y Velázquez.

Nacido en Madrid, formado en la cantera blanca desde muy pequeño,  Fernando Serena fue un extremo fino, elegante, a la antigua usanza, de buen regate y velocidad punta. Comenzó a destacar en el Plus Ultra, entonces el filial madridista, a principios de los sesenta. Cedido al Osasuna dos años, en 1963 saltó por fin a la primera plantilla del Real Madrid, a las órdenes de Miguel Muñoz.

«Era el compañero ideal en un equipo». Disciplinado, la brillantez de Amancio le privó de ser titular fijo en las cinco temporadas que militó en el primer equipo del Real Madrid. Lo fue precisamente en la campaña 65-66. Las lesiones de Félix Ruiz le permitieron ser extremo derecha, mientras Amancio pasaba a ser interior diestro. Aquel Madrid era apabullante. Jugaba con dos extremos diestros y Gento por la izquierda.

«Ese pibe la pasa muy bien, de rosca», nos recordaba Di Stéfano de Serena hace seis años en una reunión de veteranos. Tenía un excelente centro con efecto, el preferido para los arietes. En 1963 disputó su único encuentro internacional con España, frente a Francia, un partido que acabó sin goles en el Camp Nou y que Serena rememoraba por la pesadez del control antidopaje: «¿Cómo que no había control antidoping entonces?», nos explicaba en aquella cumbre. «Sanchís, Zoco y yo nos tiramos más de una hora hasta que pudimos orinar». Zoco le contestaba con sorna: «Por eso no volviste a la selección, por los controles, y mira que merecías haber jugado más veces con España».

Se marchó del club de sus amores como llegó, en silencio. En 1968 fichó por el Elche. Jugó muy bien durante dos temporadas y fichó por el San Andrés, donde fue figura a lo largo de seis campañas, hasta que decidió colgar las botas.

Su muerte ha sorprendido a sus compañeros del Real Madrid. «Venía siempre a las comidas de Navidad con todos los veteranos, junto a su esposa». Se ha ido como llegó y como se fue del Real Madrid, en silencio. Es un héroe del silencio.

Fernando Rodríguez Serena nació en Madrid el 28 de enero de 1941 y falleció en Pamplona el 15 de octubre de 2018. Criado en la cantera blanca, fue cedido al Osasuna y en 1963 llegó al Real Madrid. Disputó 86 partidos, marcó 15 goles, ganó una Copa de Europa y cuatro Ligas. Luego militó en el Elche y el San Andrés.

Cuatro Copas de Europa ganó. Pocos pueden decirlo. Solo algunos de sus compañeros del Real Madrid, entre ellos Gento (seis títulos), Di Stefano (cinco) y Santamaría (cuatro).

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