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Bale, un hombre ilusionado al que destrozan las lesiones

Bale, un hombre ilusionado al que destrozan las lesiones
GRA091. MADRID, 14/02/2017.- Los jugadores del Real Madrid, el francés Karim Benzema (i), Gareth Bale (c) y Cristiano Ronaldo durante el entrenamiento realizado hoy en la Ciudad Deportiva de Valdebebas, en la víspera del partido de ida de los octavos de final de la Liga de campeones que el vigente campeón disputa mañana ante el Nápoles en el estadio Santiago Bernabéu. EFE/Emilio Naranjo
Tomás González-Martín el

Está desolado. Cada vez que se recupera y alcanza el máximo nivel físico de esa musculatura hercúlea vuelve a romperse. Bale es un atleta capaz de desbordar a mil Bartras en una carrera de galgo, como hizo en la final copera de Mestalla hace tres años, pero ese poderío estalla constantemente cuando se pone a rendir a tope durante varios días. ABC informaba ayer que el galés había realizado dos magníficos entrenamientos esta semana, en los que superó sus registros personales de velocidad y potencia en el golpe de balón. Cuando acabó la sesión del jueves sintió unas molestias que presagiaron lo peor, porque ya ha sufrido sensaciones similares demasiadas veces. Se sometió a pruebas médicas y los doctores del club confirmaron lo temido: rotura fibrilar en el aductor largo de la pierna izquierda. Otro mes de baja.
Verdaderamente, el galés lleva un año sin ofrecer rendimiento al Real Madrid, desde que el 23 de noviembre de 2016 el uruguayo Coates cortó su mejor temporada en la entidad al destrozarle un tobillo en el partido de Champions contra el Sporting de Portugal. Fue operado, estuvo tres meses sin competir. Y desde entonces toda su andadura han sido reapariciones cortas y nuevas dolencias. Aquella entrada de tarjeta roja del central suramericano la ha pagado muy cara.
Bale sufre junto a su familia por sobrevivir ante esta situación inimaginable. Su importancia en el equipo, considerable hasta hace un año, se diluye con el devenir de tantas lesiones, que le echan del once. Isco ha tomado su plaza. El extremo británico suma diecinueve dolencias a lo largo de sus cuatro años y medio de madridismo. Decisivo con sus goles en la Champions de Lisboa, el Mundial de Clubes de Marruecos y la Copa de Mestalla, Bale también fue determinante en la primera Copa de Europa de Zidane, cuando cogió las riendas del equipo y marcó el tanto que eliminó al Manchester City en semifinales. Su segunda campaña con el entrenador francés también comenzó bien. Era el mejor, hasta que su lesión en Portugal cercenó su continuidad. Volvió a los terrenos de juego en febrero de este año. Jugó un mes. Y volvió a lesionarse, frente al Atlético, a principios de abril. Ansioso por ser relevante, forzó su retorno en el clásico del 23 del mismo mes y se destrozó del todo. Disfrutó de minutos en la final europea de su ciudad, Cardiff. Y volvió a empezar otra campaña con el reto de tener una continuidad que se antoja imposible.
Protagonista de nueve partidos esta temporada, en los que marcó tres goles, Bale repitió su vía crucis el 26 de septiembre, cuando disputaba su mejor encuentro del curso, en Dortmund.
En Alemania anotó un golazo, dio otro a Cristiano (1-3), lucía en su esplendor en la hierba y sufrió una nueva dolencia. Su undécima lesión de sóleo. No juega desde entonces.
El jueves se encontraba muy ilusionado por demostrar su estado físico frente al Atlético y se ha roto otra vez. Su meta es jugar en diciembre el Mundial de Clubes en los Emiratos. Estas lesiones constantes que le acosan cada vez con mayor regularidad han supuesto que el hombre que porta el dorsal de Gento solo disputara 31 partidos en la campaña que se repartieron Benítez y Zidane y 27 en la primera temporada completa del francés, la pasada. En la presente solo lleva nueve. Cifras que contrastan con los 44 encuentros de su primer curso y los 48 del segundo. Hay un dato que refleja el mundo que Bale vive en el Real Madrid, como un Guadiana intermitente: en cuatro campañas y media ha jugado 159 encuentros, en los que anotó 70 goles. Ha sido baja en 91 de los 250 encuentros disputados por el equipo en su etapa.
«Gareth», como le llaman, echa de menos las 22 dianas que consiguió en el año de su llegada. Odia ese cartel, «pendiente de evolución», que tantas veces lee, dedicado a él. Está harto de ver esas tres palabras.

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