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Dismorfofobia, “cosmeticorexia” y adicción al bótox, nuevas trastornos de obsesos de la estética

Dismorfofobia, “cosmeticorexia” y adicción al bótox, nuevas trastornos de obsesos de la estética
Teresa de la Cierva el

La obsesión por la eterna juventud puede llegar a ser un problema para algunos, y casi una droga para otros. Y tiene nombre: dismorfofobia o trastorno dismórfico corporal (TDC). “Se trata de una distorsión de la percepción y valoración corporal, de una preocupación exagerada por algún defecto inexistente en la apariencia física, o bien, en una valoración desproporcionada de posibles anomalías físicas que pudiera presentar un individuo aparentemente normal”, explica la psicóloga y experta en la materia Raquel Fernandez, de la clínica de psicología, sexología y estética Ishtar Beauty.

 

 

Quienes sufren este trastorno son personas temerosas respecto a la opinión que otros puedan tener sobre ellas o su físico. Pueden llegar a verse como “monstruos” o “deformes” porque tienen una imagen distorsionada de sí mismos, cuando en realidad son perfectamente normales. Eso les genera una gran ansiedad y tienden a no racionalizar, afectándoles a su vida cotidiana, volviéndoles inseguros e infelices.

¿La consecuencia? Se convierten en adictos a la cirugía plástica. Con ella buscan conseguir la nariz, los labios o los pechos perfectos, pero tras la cirugía, siempre encuentran “algo”, una imperfección imaginaria, que les hace volver al quirófano una y otra vez.

“Este tipo de pacientes tienen unas expectativas poco realistas y no se deja aconsejar”, afirma Raquel. Esta especialista es de la opinión de que antes de una intervención estética, los profesionales deberían examinar los aspectos de la personalidad, la estabilidad emocional y las expectativas del paciente. “Muchas veces este cree que un cambio físico también le va a conducir a un cambio psicológico, que al tener un aspecto estandarizado será querido y aceptado socialmente”.

Por eso, según la psicóloga, la pregunta clave es, ¿qué esperas de tu cirugía estética? “Cambiar el plano físico y estético es bueno y nos ayuda a sentirnos mejor. Todas podemos tener algo que no nos guste, y si la cirugía nos soluciona un problema que acarreamos y mejora nuestra autoestima, bienvenida sea”. Los adictos son las personas insatisfechas, o que tratan de parecerse al canon de belleza que le demanda su pareja (o la moda) o actúan por presiones o por impulsos.

Es ese tipo de persona que no parece tener fin, que siempre demanda más, y a quién la satisfacción por el resultado le dura poco, la que acaba deformándose. “Y niegan siempre que tengan un problema, lo cual es un obstáculo importante para la recuperación”, apunta esta profesional. “La cirugía estética debe ser una ayuda, no una obligación, y menos aun, una obsesión”.

 

Adicción al bótox o a los rellenos

Hay otro tipo de “vicio” que quienes lo tienen lo consideran “menor” (aunque es igual de peligroso), y es la adicción a las agujas. Los “botoxadictos” y “rellenoadictos” no ven un problema en infiltrarse estas sustancias en cuanto aparece en su frente el primer amago de arruga o pierden un ápice de firmeza en el rostro, ‘porque es un tratamiento “light”, reversible, y que no tiene los riesgos de pasar un quirófano’, defienden.

 

 

Y es cierto que ni la toxina botulínica ni las infiltraciones de ácido hialurónico y otras sustancias reabsorbibles tienen nada de malo, todo lo contrario. Estos retoques nos hacen vernos bien, y por tanto encontrarnos mejor, y eso hace que aumente nuestra autoimagen.

Pero como con cualquier otro tratamiento estético, esta adicción no es perjudicial por la sustancia en si, sino cuando su abuso va asociado a un trastorno psicológico del paciente. “Los profesionales deben tener cuidado con el paciente que acude pasado un breve periodo de tiempo a hacerse un nuevo retoque, porque tal vez esconda otro problema más grave”, indica la esteticienne de Isthar Beauty. Puede que la persona esté ocultando un trastorno aún mayor producido por una causa emocional”.

¿Cómo se tratan estas obsesiones? “En la clínica procuramos que nuestros pacientes o clientes alcancen un acuerdo entre mente sana y cuerpo bello, y tenemos un equipo de psicólogos y sexólogos que trabajan de la mano con los médicos estéticos, esteticistas, nutricionistas y entrenadores personales con terapias de hipnosis y tratamiento de fobias con realidad virtual”, apunta Noelia Luna, otra psicóloga de este centro.

 

“Cosmeticorexia”

Fuera de la medicina pero dentro del mundo de la estética encontramos otro problema: la “cosmeticorexia” o adicción a las cremas. Lo padecen muchas personas que piensan que cuantas más cremas tengan (aunque no se las apliquen), más jóvenes se verán. Y acumulan tantos frascos y tarros que sus cuartos de baño parecen el escaparate de una perfumería. “Todo esto queda muy alejado de la verdadera función de la cosmética que es cuidar nuestra piel, proporcionándole una buena hidratación y limpieza utilizando los productos en las cantidades adecuadas”, señala Noelia.

La preocupación excesiva y obsesiva por los “potingues” esta muy relacionado con el miedo a envejecer y motivada, una vez más, por un ideal de belleza poco realista, y acaba pasando factura, convirtiéndose en otro trastorno conductual, del mismo caldo de cultivo que la anorexia o la vigorexia, y como ellos, se puede tratar.

 

Jugar con fuego

E igual que estos trastornos se pueden tratar, se pueden prevenir. Desde la infancia en algunos casos. En el blog de TodoEstética.com hay un articulo interesantísimo sobre los peligros de un video juego de dibujos animados, ‘Beauty Clinic Plastic Surgeon’, que invita a los menores de 8 años a poner inyecciones de bótox, rellenos de labios o a operar los  ojos. Además de ser un juego absurdo, es alarmante porque puede llegar a confundir a los niños y crearles un impacto muy negativo sobre su autoestima.

 

 

*Este tema se ha publicado en el suplemento ABC de Salud el sábado 19 de mayo, y lo copio aquí para los que no lees la prensa de papel.

 

 

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