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La generación sandwich

La generación sandwich
Maria C. Orellana el

Los estudiosos del marketing inventaron lo de las generaciones Baby boomers, X, Y, Z para identificar nuestros gustos y tendencias en función del grupo de edad y la época que nos ha tocado vivir a cada uno. Según esta clasificación yo pertenezco a la generación X (juventud en los años 80), tengo una hija en la Y (millennials) y otra en la Z (puros nativos digitales).

Pero fuera del rollo marketing y más pensando en la visión del mundo que comparto con las personas de mi entorno, yo me considero perteneciente a la “generación sandwich”. Se trata de hombres y mujeres que, habiendo sido padres entorno a los 35 años (mientras que nuestros padres lo fueron antes de los 30), nos tenemos que ocupar ya de los achaques de nuestros mayores mientras los hijos adolescentes aún nos dan quebraderos de cabeza.

Paradójicamente, llevamos escrita la herencia de austeridad que nos dejaron unos padres educados en la escasez de la posguerra e intentamos satisfacer el derroche de nuestros hijos. Vimos a nuestros padres comer primero las frutas estropeadas del cesto para que nada fuera a la basura (incluso besar el mendrugo de pan sobrante) y sorprendemos a nuestros hijos eligiendo cuidadosamente las mejores cerezas porque saben que lo que nadie quiera será desechado sin remilgos.

Ayudamos a nuestros padres septuagenarios a navegar en internet o hacer uso del whatsapp, mientras que nuestros hijos son tan digitales que ni siquiera saben lo que son las particiones C y D del disco del ordenador, ni el significado de la palabra formatear.

Nos educaron unas madres ataviadas con esos pocos vestidos que ellas mismas se cosían y que sufrieron la represión de unas imposiciones morales más allá de lo razonable, pero tenemos que educar a unas hijas para quienes el sexo y la pareja es algo tan trivial y pasajero como los trapos que se compran por decenas en las tiendas low cost.

Intentamos salvar el abismo generacional entre la forma de vida de nuestros progenitores (que  marcó nuestra infancia) y las nuevas costumbres de una generación, la de nuestros hijos, a la que más allá de esforzarnos en entender, parece que incluso queremos imitar.

No es fácil ser el jamón del sándwich.

sociedad

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