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El nuevo estilo de evaluación

El nuevo estilo de evaluación
Maria C. Orellana el

Mi amigo Ángel trabaja en una multinacional reconocida en el mercado por el valor de sus recursos humanos y su específica cultura empresarial. Durante una cena, no sé de qué manera, acabamos hablando de las evaluaciones a los empleados, y de cómo las plantea él en su compañía. Según Ángel, comentar los defectos del subordinado en la entrevista anual de evaluación es una práctica caduca.

“A ciertas alturas de la vida es inútil, ya sabemos nuestros defectos y es muy difícil cambiarlos; que el jefe te meta el dedo en el ojo solo puede ser contraproducente”.

No puedo estar más de acuerdo: Durante la primera evaluación con tu nuevo jefe, cuando tras anunciar que has cumplido los objetivos esperados, empieza a describir tus defectos (que eufemísticamente denomina “puntos de mejora”), lo escuchas con atención. Incluso tomas apuntes para trazar un plan que permita suprimirlos y tender a la perfección. Durante todo el año te esfuerzas con ese objetivo. Pero llega la siguiente evaluación y te indica nuevos puntos de mejora, que vuelves a anotar con resignación. Al tercer año, cuando de nuevo has cumplido con los números y oyes nuevas o viejas críticas procedentes de la misma persona, sin la mínima posibilidad de insinuar las tuyas hacia él o ella, ya te tocan las narices el jefe, la evaluación y su puñetera madre. Sales de la evaluación más cabreada que una mona, rompes los planes de mejora y los tiras a la papelera.

Pues entonces ¿cómo se hace? Según mi amigo, si creemos que el empleado es un valor para la compañía con el que queremos seguir contando, el nuevo estilo de evaluación consiste en resaltar únicamente sus virtudes y la forma de potenciarlas. Esto hará que se sienta orgulloso de sí mismo, de su trabajo, de su empresa y de su jefe, lo que potenciará el rendimiento en su desempeño y no alimentará rencores. Y un trabajador valioso, motivado y comprometido es una joya.

Apoyo la idea con entusiasmo, y lo aplicaré en las próximas evaluaciones que deba hacer a las personas de equipo. Aunque me asalta una única duda ¿y si de esta forma hacemos de nuestros empleados niños sobreprotegidos, híper estimulados y consentidos que se acaban convirtiendo en pequeños tiranos que muerden el talón de sus progenitores? La nueva generación de trabajadores tienen fama de impacientes, malcriados y engreídos, como ya decía un artículo de abc hace tiempo sobre los millennials.

Ninguna solución es perfecta. Pero está claro que en un nuevo entorno empresarial cambiante, con estructuras que tienden a aplanarse y mayor diversidad de los empleados, de los que se espera cada vez una mayor productividad, no pueden valer las fórmulas del pasado.

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Maria C. Orellana el

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