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Delirio gabacho

Delirio gabacho
Santiago Isla el

 

La sofisticación, vista en plan gañán, tiene acento francés, y no hay nada más sofisticado y más frívolo que Francia. El molde de las copas de champagne, dice la leyenda, eran los pechos de Maria Antonieta, apasionante señora a la que el pueblo cortó la cabeza porque resulta que se moría de hambre. Vaya. Quitando esos pequeños detalles, Francia ha liderado con pasión la carrera mundial de la frivolidad, de Baudelaire a Gainsbourg. Todos se implican en el asunto: Monsieur Hollande saliendo del Elíseo en casco de moto, directo a pegársela a su mujer con otra. Sarkozy Bonaparte, que nos regaló a Carla Bruni a cambio de prohibirle los tacones. El genial Macron, paladín de la mujer madura y ahora protagonista de sudorosas fotos con hombres de pecho fuerte. Qué presidencias tan frívolas, y qué castellana se pone España para esto ¡Vive la France!

 

Hay que guardar este espíritu. Los nuevos frívolos, sean de donde sean, no tienen el poso y el savoir faire de la Europa mediterránea. Dos mil años de decadencia dan para mucho. ¿Cómo explicarle al rollizo niño catarí lo que significa el buen gusto? Planta su chicha infantil en cualquier Cipriani’s del mundo, con los pantalones pirata y las deportivas Gucci. Está irritado y confuso: la toma con la trufa por el fallo técnico de su consola portátil. ¿Dónde se ocultan los caballeros italianos que uno espera? ¿Y sus guapas señoras?

 

No todo es baba de Fitzgerald. Con mesura, creo en la frivolidad como síntoma del progreso. Más cercana al macaron de Ladurée que al grueso ladrillo marbellí. Confío en la sociedad que, saciados sus instintos más primarios, puede permitirse algo tan superfluo como la ópera. Por supuesto, esto es todo fabulación propia: la Francia de la banlieue no aparece en mis delirios gabachos, si bien soy consciente de que existe más allá de los libros de Houllebecq.

 

Por ello, vivamos, y si acaso, dejemos vivir a los demás. Basta ya de ser niños, intentado sacarse placeres por la nariz, a oscuras, escondidos. Fuera el frío escandinavo: son tan frikis que no pueden entendernos. Creen que los sueños viajan en Tesla. Por Dios. Saquemos a plena luz del día el placer, reivindiquémoslo, no nos achantemos ante los inquisidores de lo mediano. La frivolidad es maravillosa. Que se jodan los feos. Como decía Keats, al otro lado del Canal:

 

Beauty is truth, truth is beauty.

 

Y punto.

Cultura
Santiago Isla el

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