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Blogs Sin cobertura por Jesús García Calero

Discursos de cine

Discursos de cine
Jesús García Calero el

Escuchando a Oprah Winfrey cuando anunciaba nuevos horizontes en los Globos de Oro, pensé cómo paladeamos las emociones colectivas, nos rendimos a los discursos que mueven nuestras percepciones y sobre todo si nos hacen sentir que vivimos un momento histórico (justo en el año que se ha estrenado Downsizing). Mucho se ha hablado de esa pieza y, salvo por la tentación de llevarla a la política, es un discurso redondo e inteligente.

Oprah Winfrey en los Globos de Oro

Y es que todo discurso tiene algo de arenga; tal vez por eso hablamos, como elogio, de discursos bien armados. Shakespeare los escribió fabulosos en inglés, como el de San Crispín en Enrique V, pero muchos de los que se emocionan aquí con las Oprahs y los Shakespeares rechazarían sin dudarlo la épica de nuestra propia Historia. El español es más inconformista con el pasado que con el presente. ¡Qué le vamos a hacer!

Ivonne Blake no podrá leer el discurso en nombre de la Academia este año

Hablando de cine y discursos, pienso también en los premios Goya, a la vuelta de la esquina. La presidenta de la Academia, Ivonne Blake, se recupera de un ictus y no podrá pronunciar el discurso este año. ¿Quién lo leerá? Ahí está la épica, que reparte los papeles de Juego de Tronos. Muchos académicos consideran que debería leerlo el director general, Joan Álvarez, pero hay pugna -porque resulta difícil renunciar a cierta épica, incluso aquí- y todo apunta a que será el vicepresidente Mariano Barroso, que asistió a Ivonne Blake el año pasado en la alocución anual, quien haga la arenga del cine español. Seguramente en compañía de la otra vicepresidenta, Nora Navas. Apuesten.

Gazón e Iglesias, en el único escenario en que toleran la corbata, la etiqueta, las marcas de lujo y el photocall del capitalismo

Y luego está el tema de los políticos invitados, tal y como está el patio. Ahí tienen las banderolas con las que el Ministerio de Cultura se adorna en son de paz estos días, con los carteles de las nominadas. Todo por el cine. Irá el ministro Méndez de Vigo y están invitadas la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, y la presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes. Y los presidentes de los cuatro partidos (PP, PSOE, C’s y Podemos). Hasta aquí lo que manda el protocolo. A ello, la Academia añade la porosidad de invitar a embajadores y autoridades autonómicas relacionadas con las películas finalistas si lo piden.

¿Entonces qué pinta allí Alberto Garzón, si no van las mareas ni el resto de las marcas blancas, ni tampoco va Tardá, ni va Colau?  De hecho, es el único lugar del mundo -aparte de su sonada boda- en el veremos a Garzón tolerante, al menos con la etiqueta, el photocall del capitalismo y las marcas de lujo que rodean en las fotos su perfil tan izquierdo y tan de viva moneda que nunca se volverá a repetir. ¡Le mola y punto!

Pero lo mejor de esta semana ha sido otro discurso de cine: el de Catherine Deneuve -otra vez como en «Belle de Jour», otra vez dando un paso contra la corriente del Amazonas feminista– junto a cien mujeres -las mismas voces que defendieron la liberación de los setenta- y rompiendo una lanza en la prensa francesa por la libertad -la liberté– de los hombres para intentarlo: para intentar la épica o la derrota. O ambas.

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