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El trampantojo de Tricky

El trampantojo de Tricky
Israel Viana el

Puedo aceptar que Tricky carezca del foco de antaño, que se empeñe en mantener ese aspecto de chico duro, que haga gala de su carácter arrabalero y que, incluso, desafíe la ley Antitabaco tantas veces como quiera, pero por donde no puedo pasar es porque el genio que estuvo detrás de los primeros éxitos de Massive Attack y que sorprendió al mundo con «Maxinquaye» (1995), dé un concierto rácano, apático y perezoso de ¡poco más de 65 minutos!

«¡Canta algo!» o «¡qué playback más guapo!», llegó a escucharse ayer entre el público de Joy Eslava, compuesto en su mayoría por aquellos que lo descubrieron a mediados de los 90 como «el padrino del trip hop». Si algún joven aficionado se hubiera acercado por casualidad a la sala madrileña para conocer al de Bristol, hubiera sido muy complicado convencerle de que por una colaboración de Adrian Thaws (el hombre que se esconde detrás del músico) se pegaban hace no mucho gente como Bjork, Iggy Pop, Elvis Costello, PJ Harvey, Garbage o Red Hot Chili Peppers.

Apareció sobre el escenario oscuro y humeante encendiéndose un ¿cigarro?, con el puño en alto, mientras sonaba una intro llena de guitarrazos que bien podría ser de Rammstein. Apenas podía distinguirse la escuálida figura de Tricky moviéndose a base de espasmos. Y sonó entonces «I’m Not Going», el impecable tema que abre su nuevo proyecto musical junto a DJ Milo y Luke Harris, llamado «Skilled Mechanics», que en la práctica es su último trabajo. Una apuesta que en directo nos habían vendido como la versión más enérgica y libre del artista (lo fue en alguna ocasión), pero que se quedó en un decepcionante trampantojo.

«Hero» y «Dive Away» fueron el quiero y no puedo antes de que el músico realizara su única concesión al pasado: «Overcome». Pantalón militar pertrechado, el cantante con cara de malas pulgas se pasó buena parte del bolo de espaldas al público o moviéndose de un lado a otro del escenario, con un micrófono en cada mano, que iba alternando para recitar frases inaudibles o lanzar, de vez en cuando, algún berrido.

«¿Ha empezado a cantar?», me preguntó una seguidora con fina ironía cuando, a los 40 minutos, Tricky y los suyos nos sorprendieron haciendo un gesto de despedida y marchándose al camerino para darse un respiro que Dios sabe que no necesitaban. La inquietud y la energía que el de Bristol parece derrochar a sus 48 años más allá de las tablas, con ese empeño en seguir grabando y ampliando las fronteras de su música a base experimentar con el pop, el rock, el soul o la música electrónica más oscura, publicando dos discos en los últimos tres años y montando su propio sello (False Idols), se van por el desagüe en el momento más importante: el directo.

No ayuda en esto el formato trío ni la ausencia de cantante, habitual en todas las giras en sus más de 20 años de carrera, pero mucho menos aún su decisión de incorporar música pregrabada a cascoporro en temas como «Parenthesis», «My Palestine Girl» o «We Begin», que en el último disco interpreta la cantante italiana-irlandesa Francesca Belmonte. Y cuando parecía que la intensidad comenzaba a contagiarse entre el público gracias a la hipnótica y elegante «Sun Down» o a la machacona «Here My Dear»… ¡sorpresa! El concierto había llegado a su fin cuando no se había cumplido ni una hora y cuarto de concierto. El público no tardó un segundo en hacer evidente su enfado. Gritos, silbidos y el vuelo de algún vaso hacia el escenario, mientras el telón se bajaba y la música intentaba ahuyentar al respetable. No tuvo éxito. Tricky regresó del camerino arrastrando sus pies hasta el micrófono, cual limosna innecesaria, a vomitar un bis. ¿Cuál? Otra sorpresa: «Do You Love Me Now?» de The Breeders. Una pena que no fueran las hermanas Deal las que estuvieran sobre el escenario.

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