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Blogs Un poco de silencio, por favor... por Israel Viana

La asombrosa mano izquierda de Brad Mehldau

La asombrosa mano izquierda de Brad Mehldau
Brad Mehldau en el Festival de Jazz de Granada, en 2008 / MIGUEL ÁNGEL MOLINA
Israel Viana el

Cuando uno de los historiadores y críticos más prestigiosos del jazz como Ted Gioia asegura que «pocos músicos han reunido en los últimos años una obra más apasionante e innovadora» que Brad Mehldau, nos da una pista de que lo que hoy se puede ver en el Teatro Lara no es un concierto cualquiera. Y no lo es, desde luego, pues Mehldau no es un pianista más. Es, en el sentido más amplio del término, un pianista único.

Único por varias razones. La más obvia es que, con solo 43 años, es ya considerado desde hace tiempo, por aficionados y críticos especializados, no sólo como una de las principales referencias del jazz contemporáneo, sino como uno de los grandes pianistas de la historia del género, a la altura de Bill Evans o Keith Jarrett. De genios precoces está llena esta música, puedes pensar. Y no te falta razón, no, pero los motivos por los que este músico estadounidense es especial e inimitable en el panorama actual son, para mí, otros más reseñables.

El primero es que Mehldau ha sido capaz de crear una nueva forma de entender el jazz, respetuosa y deudora con la tradición de genios como Miles Davis, Thelonious Monk, Bud Powell, John Coltrane o Charlie Parker, y a la vez renovadora y revolucionaria en su expresión. Revolucionaria porque el pianista nacido en Jacksonville (Florida, 1970) inventó un nuevo lenguaje a través de esa mano izquierda de la que habla el titular, cuya asombrosa independencia no es utilizada como mera demostración de esa técnica al alcance de muy pocos, sino como simple herramienta de toda su originalísima creación musical.

Y eso que pocos pianistas a lo largo de la historia han sido capaces de sustituir los clásicos bloques de acordes que suelen realizarse con esa mano, para realizar melodías absolutamente independientes de las realizadas por la mano derecha. Y ejecutarlas, además, con una facilidad envidiable. Dos manos siguiendo derroteros líricos muy diferentes, pero complementarios. Es como si la mano izquierda, en vez de servir de mero acompañamiento a la derecha, se atreviera a cantarle a la otras y compartir el protagonismo en un baile perfectamente compenetrado y bello. Una seña de identidad la del pianista que sigue asombrando a propios y extraños.

La segunda razón, y que a mí me agrada sobremanera, es que «uno de los más grandes», según le definen los puristas del jazz, se haya atrevido a mezclar en sus repertorios, sin ningún pudor, a clásicos del género con temas de Jobim, Gershwin, Nirvana, Bob Dylan, Soungarden, Richard Ashcroft o Elvis Costello, y ser respectado por ello. De hecho, en su última actuación en Madrid, en noviembre, Mehldau acabó su concierto en solitario con una dramática versión del melancólico tema «And I love her» de los Beatles.

Como decía el mismo Ted Gioia en una entrevista a El Mundo, y es mucho decir, «gente como Brad Mehldau ha realizado un esfuerzo soberbio por expandir el repertorio del jazz. Interpreta a menudo temas de Radiohead, Nick Drake o Burt Bacharach, entre otros. Creo que está teniendo impacto y que algunas de estas canciones pueden convertirse en “standards”. Me gustaría que otros músicos siguieran el ejemplo e incorporaran material nuevo en el repertorio».

Una capacidad para aportar material nuevo al a veces encorsetado panorama jazzístico que le ha llevado, incluso, a editar recientemente un disco con el batería Mark Guiliana, en el que interpreta únicamente instrumentos de música electrónica. Una novedad más (¿cuántas son ya?) en la carrera de un Mehldau que vuelve hoy a casa, y nunca mejor dicho, pues residió en Madrid cuando era joven, en una época que él recuerda con cariño, en la que realizó conciertos míticos en el Café Central siendo un desconocido. Un concierto organizado por Son Estrella Galicia que le trae esta vez con su ya clásico formato trío: Larry Grenadier (contrabajo) y Jeff Ballard (betería). No dejes pasar este tren, hazme caso.

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